Obra de los pasajes

Traducción española de Juan Barja

El amor puede proceder de cierto sentimiento generoso: o sea, el gusto por la prostitución; pero pronto se encuentra corrompido por el gusto de la propiedad.

Baudelaire. Œuvres, ed. Le Dantec, vol. II, pp. 626. Cit. en Obra de los pasajes, J 34 a, 7

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El profeta busca soledad. Va al desierto a pensar, ¿en qué? En las multitudes.

Hugo. William Shakespeare, 2ª parte, libro VI. Cit. en Obra de los pasajes, J 35, 7

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Por bella que una casa pueda ser, será, antes que nada [...] tantos metros de alto por tantos de ancho. Del mismo modo la literatura, que es la materia más inapreciable, es ante todo relleno de columnas; y el arquitecto literario, cuyo solo nombre nunca basta para que se logren beneficios, tiene que vender a cualquier precio.

Baudelaire. Œuvres, ed. Le Dantec, vol. II, p. 385. Cit. en Obra de los pasajes, J 35 a, 7

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La modernidad: tan anticlásica como clásica. Anticlásica en oposición al clasicismo. Clásica como hazaña de la época, que con ello le imprime su expresión.

Obra de los pasajes, J 38 a, 1

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Añadir a las metáforas militares: Poetas de combate. Literatos de vanguardia. La costumbre de usar metáforas militares no denota unos espíritus militantes, sino hechos para la disciplina, es decir, la conformidad; espíritus serviles de nacimiento, o espíritus belgas, que sólo pueden pensar en sociedad.

Baudelaire. Œuvres, ed. Le Dantec, vol. II, p. 654. Cit. en Obra de los pasajes, J 40, 2

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Baudelaire se esfuerza y desespera para parir la más mínima palabra [...]. El arte, para él, «es como un duelo en que el artista grita de terror antes de ser vencido».

Ernest Raynaud. Charles Baudelaire, París, 1922, pp. 317-318. Cit. en Obra de los pasajes, J 41 a, 5

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Ya no sé volver a la salida. Desciendo, luego subo. Y hago un giro. Laberinto. No pude salir nunca. Y ahora habito para siempre en el interior de un edificio que sin duda va a derrumbarse, víctima de una secreta enfermedad.

Nadar. Charles Baudelaire intime, París, 1911, pp. 136-137. Cit. en Obra de los pasajes, J 44, 3

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Un valor decisivo: la constante preocupación de Baudelaire por conseguir captar esa mirada donde se apaga la magia de la lejanía [...]. En cuanto a esto, mi definición del aura en su condición de lejanía de la mirada despierta en lo mirado.

Obra de los pasajes, J 47, 6

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En lo que hace a mí, que siento a veces el ridículo propio del profeta, bien sé que ahí no encontraré jamás la caridad que es típica de un médico. Perdido en la vileza de este mundo y rodeado por las multitudes, soy un hombre cansado cuyo ojo, vuelto atrás, a lo hondo de los años, ve sólo desengaños y amarguras, y, delante de él, una tormenta en la que nada nuevo se contiene.

Baudelaire. Œuvres, ed. Le Dantec, vol. II, p. 641-642. Cit. en Obra de los pasajes, J 47 a, 2

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El texto de El mundo va a acabar (incluido en Cohetes XXII), tramado con el ensueño apocalíptico, conlleva una crítica brutal, y una que está llena de amargura (ahí resuena también de cuando en cuando la idea en la que Nietzsche se presenta su «último hombre»), contra el mundo del Segundo Imperio. Crítica que se revela en cierto modo parcialmente cargada de rasgos proféticos. Así, del mundo que viene se nos dice: «Nada entre los sueños sanguinarios, antinaturales o sacrílegos elaborados por los utopistas podrá ser comparable a sus resultados positivos [...]. Para poder mantenerse y proyectar el fantasma de un orden, los gobernantes se han de ver forzados a recurrir a medios que harían estremecerse de terror a nuestra humanidad actual, pese a estar hoy tan endurecida [...] La justicia, si es que en esa época tan especialmente afortunada puede aún existir una justicia, llegará a prohibir los ciudadanos que no sepan labrarse una fortuna [...] Quizá esos tiempos están bastante próximos; quién sabe si es que no han venido ya y el torpor de nuestra actual naturaleza no es el único obstáculo que nos impide apreciar el medio en que ya respiramos».

Baudelaire. Œuvres, ed. Le Dantec, vol. II, pp. 640-641. Cit. en Obra de los pasajes, J 47 a, 3

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La verdad, aun siendo múltiple, no es doble.

Baudelaire. Œuvres, ed. Le Dantec, vol. II, p. 63. Cit. en Obra de los pasajes, J 48, 3

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En estas posiciones se presentan unos extremos teóricos cuya mediación dialéctica viene dada por la obra que produjo Baudelaire, sin deber presentarse enteramente en todo caso a su reflexión, siendo algo que consiste en su carácter purificador y destructivo. Pues este Arte nos resulta útil en la medida en la cual es destructivo. En efecto, su furia destructora se dirige no poco contra el arte en su concepto fetichista. Y con ello sirve al arte ‘puro’, en el sentido de ya purificado.

Obra de los pasajes, J 49, 1

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Los primeros poemas de Las flores del mal vienen globalmente dedicados a la propia figura del poeta. Y de ahí resulta justamente, en tanto que el poeta invoca un cargo con el cometido que ello implica, que la sociedad hoy no posee nada que le pueda ya otorgar.

Obra de los pasajes, J 49, 2

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La figura de la lesbiana pertenece a los prototipos heroicos de Baudelaire. [Y, en efecto, él mismo así lo expresa con el lenguaje de su satanismo, por más que siga siendo de la misma manera comprensible de modo crítico y ametafísico]. El siglo diecinueve empezó a introducir a la mujer [...] en el proceso de producción de mercancías, y los teóricos fueron concordantes en que su específica feminidad se vería con ello amenazada: con el paso del tiempo, necesariamente surgirían en la mujer rasgos masculinos. Baudelaire aprueba dichos rasgos, pero pretende, al tiempo, disputárselos al imperio que ejerce lo económico. Así llega a otorgarle acento puramente sexual a esta tendencia del desarrollo femenino. El prototipo de la mujer lesbiana muestra la disonante posición que se presenta en la ‘modernidad’ frente al desarrollo de lo técnico.

Obra de los pasajes, J 49 a, 1

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Que se interrumpiera el curso del mundo: ése era el deseo más arraigado y hondo en Baudelaire. Como era el deseo de Josué.[...] Y por ese deseo, y alentándola, acompañó a la muerte con sus obras.

Obra de los pasajes, J 50, 2

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El sueño de la lejanía pertenece a la infancia. El viajero ha visto lo lejano, pero en cambio ha perdido lo que era la fe en la lejanía.

Obra de los pasajes, J 50, 6

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La importancia que es propia de Baudelaire radica en el hecho de ser quien primero, y sin duda también con más acierto, viene a confrontarse con el hombre en tanto que alienado de sí mismo –en el doble sentido de ese término–; y ello reconociéndolo y blindándolo contra un mundo ya cosificado.

Obra de los pasajes, J 51 a, 6

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Imagen que introduce Baudelaire, en su carta a Armand Fraisse del 19 de febrero del 1860, como explicación de su teoría del poema breve, muy especialmente del soneto [...]: «¿Es que no ha observado que un trozo de cielo, visto a través de un tragaluz, o entre dos chimeneas o dos rocas, o a través de una arcada, nos ofrece una idea más profunda sobre lo que es el infinito que ese gran panorama que se abarca desde lo alto de cualquier montaña?».

Baudelaire. Lettres, París, 1915, pp. 238-239. Cit. en Obra de los pasajes, J 52, 5

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El soñador cuya mirada estremecida cae sobre el fragmento que sostiene en su mano viene a transformarse en alegórico.

Obra de los pasajes, J 53, 3

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La visión alegórica se origina [en la Antigüedad] en la confrontación entre esa physis cargada de culpa que estableciera el cristianismo, y una más pura natura deorum, la que se encarna en el Panteón. Reviviendo de nuevo en el Renacimiento lo pagano, y en la Contrarreforma lo cristiano, la alegoría, como forma de su particular confrontación, tuvo a su vez también que renovarse.

Obra de los pasajes, J 53 a, 1

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La belleza da la rigidez, pero no la inquietud; aquella a la que afecta la mirada propia del alegórico.

Obra de los pasajes, J 54 a, 4

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Del soñador procede [en Baudelaire] la esterotipia en el motivo, la seguridad que rechaza cuanto estorba, su afán de disponer, a cada vez, la imagen al servicio del pensar. Pues el soñador se encuentra en casa cuando se encuentra entre alegorías.

Obra de los pasajes, J 55 a, 1

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Eso a lo que afecta la intención alegórica queda separado por entero de las relaciones de la vida, siendo así destruido y conservado. La alegoría se aferra a las ruinas. El impulso destructivo en Baudelaire no se encuentra nunca interesado en abolir lo que se desmorona.

Obra de los pasajes, J 56, 1

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La alegoría ve que la existencia se encuentra dispuesta bajo el signo de la destrucción y la ruina, y lo mismo sucede con el arte. En efecto, el arte por el arte instituye el reino de lo artístico al exterior del existir profano, estando inscrita en ambos la renuncia a aquella idea de totalidad armónica en la que [...] tanto el arte como lo que es la propia existencia profana se compenetrarían mutuamente.

Obra de los pasajes, J 56 a, 6

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Dialéctica de producción de mercancías en el capitalismo avanzado: la novedad del producto, en tanto que estimula la demanda, cobrará una importancia ignorada hasta entonces, apareciendo en tanto que producción en masa, de manera sensible, lo de nuevo-igual-siempre.

Obra de los pasajes, J 56 a, 10

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