Obra de los pasajes

Traducción española de Juan Barja

Cientos de miles de familias, que trabajan en el centro, duermen al final de la ciudad. Su movimiento se parece a la marea; por la mañana el pueblo desciende hasta París, y a la noche la misma ola popular remonta. [...] Es la primera vez que la humanidad asiste de este modo a un espectáculo tan desolador en cuanto al pueblo.

A. Granveau. Louvrier devant la société, París, 1868, p. 63. Cit. en Obra de los pasajes, E 7, 5

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Año 1833: «El proyecto de cercar París con una línea de fuertes destacados [...] iba dominando los espíritus. Y se sostenía que esos fuertes, aún siendo inútiles para la defensa, amenazaban a la población».

G. Pinet. Histoire de lEcole polytechnique, París, 1887, pp. 214-215. Obra de los pasajes, E 7 a, 2

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Hay que transmitir a cada parte de lo que es el habitar humano [...] el modo de construcción monumental. Hay que alojar no sólo a aquellos pocos más privilegiados, sino a todos los hombres en palacios. Para que el hombre habite en un palacio, debe vivir con sus semejantes en una relación de asociación [...]. La asociación de cada elemento comunal es lo único que puede abrirle al arte el impulso inmenso de que hablamos.

D. Laverdant. De la mission de l’art et du rôle des artistes. Salon de 1845, París, 1845, Bureaux de la Phalange, pp. 13-15. Cit. en Obra de los pasajes, E 8 a, 2

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Al aplastar la insurrección parisina de junio tuvo por vez primera aplicación la artillería en la lucha callejera.

Obra de los pasajes, E 9 a, 7

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La posición de Haussmann en lo que hace al pueblo de París está en la misma línea que Guizot con el proletariado: «población exterior», en su concepto.

George Plechanow. «Über die Anfänge der Lehre vom Klassenkampf», Die neue Zeit, XXI, 1, Stuttgart, 1903, p. 285. Cit. en Obra de los pasajes, E 9 a, 8

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En Fourier, como ejemplo de trabajo apasionado y no pagado, la construcción de las barricadas.

Obra de los pasajes, E 9 a, 9

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Teoría estratégica de la guerra civil. No estacionar jamás las tropas en el espacio de los sublevados. Se pervierten al contactar con los facciosos, y se niegan después a disparar en el momento en que hay que reprimirlos [...]. Forzar la construcción de ciudadelas que dominen las centros sospechosos, estando listos para fulminarlao. Tener acantonadas a las tropas, lejos del contagio popular.

Auguste Blanqui. Critique sociale, París, 1885, vol. II, pp. 232-233 (redactado en Saint-Étienne, 1850). Cit. en Obra de los pasajes, E 11, 5

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La haussmannización de París y las provincias fue la gran plaga del Segundo Imperio. [...] «Si las obras van bien, todo va bien», dice un adagio popular, que ha pasado al estado de axioma económico intocable. Según eso, cien pirámides de Keops, ascendiendo juntas hacia el cielo, serían el innegable testimonio del desbordar de la prosperidad. Un extraño cálculo, sin duda. En un estado bien organizado, donde el ahorro no ahogue la inversión, la construcción sería un buen termómetro de la fortuna pública existente. Dado que nos revela en ese caso un crecimiento de la población junto a un excedente de trabajo donde se [...] fundamenta el porvenir. Fuera de esas estrictas condiciones, la paleta no acusa sino las fantasías asesinas características del absolutismo. Que, si olvida un instante su pasión de la guerra, al punto se ha de ver arrebatado por la pasión de la construcción.

Auguste Blanqui. Critique sociale, París, 1885, vol. I, pp. 109-111 (nota fechada a 26 de mayo del año 1869). Cit. en Obra de los pasajes, E 11 a, 1

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La burguesía sólo tiene un método para dar solución, a su manera, a la situación de la vivienda; resolverla siempre de tal modo que la solución vuelva a crear el problema de nuevo, una vez más. ‘Haussmann’ es el nombre de ese método.

Friedrich Engels. Sobre el problema de la vivienda, 1872. Cit. en Obra de los pasajes, E 12, 1

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Lo de Haussmann hoy se pone en obra, como la guerra de España nos lo enseña, por medios totalmente diferentes.

Obra de los pasajes, E 13, 2

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[Haussmann es] sin duda el urbanista genial y único de la Edad Moderna, por cuyo medio también se habrán creado todas las metrópolis de América. [...] De la ciudad imperial no tomó sólo la forma del bulevar y la avenida [...], sino también la de las propias casas. Dado que solamente de este modo pueden cumplir sus calles la función de hacer de la ciudad una unidad sensible. No destruyó París; lo ha completado.

Fritz Stahl. Paris. Eine Stadt als Kunstwerk, Berlín, 1929, pp. 173-174. Cit. en Obra de los pasajes, E 14 a

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La producción técnica, al principio, aún se encontraba sumida en el sueño. (Porque también la técnica, y no sólo ya la arquitectura, es en ciertos estadios testimonio de un auténtico sueño colectivo).

Obra de los pasajes, F 1 a, 2

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Comúnmente se piensa renovar el arte a partir de las formas. Pero, ¿no son las formas justamente el auténtico secreto que se halla oculto en la Naturaleza, que se reserva el premiar con ellas la solución [...] lógica, objetiva de un problema correctamente [...] planteado? [...] ¿No se revelan siempre, de ese modo, las conquistas en el terreno de las formas en su condición de hallazgos técnicos? Empezamos hoy sólo a descubrir esas formas que, ocultas en las máquinas, son determinantes de este tiempo.

Obra de los pasajes, F 2 a, 5

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En el primer tercio del siglo pasado nadie sospechaba todavía cómo se debía construir edificios utilizando ya cristal y hierro. Hace ya mucho tiempo que lo han resuelto los hangares y los silos.

Obra de los pasajes, F 3, 2

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Es en 1791 cuando aparece en Francia el concreto nombre de ‘ingeniero’ para con tal nombre designar los militares especializados en las técnicas de los asedios y fortificaciones. «Y, en esa misma época y país, empezaría a hacerse manifiesta la consciente y agria oposición [...] entre ‘construcción y ‘arquitectura».

A. G. Meyer. Eisenbauten, Esslingen, 1907, p. 3. Cit. en Obra de los pasajes, F 3, 6

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El hierro provocó la desconfianza por no venir inmediatamente de la Naturaleza como tal, sino como materia que se obtiene y se trata de modo artificial. Éste es tan sólo un caso de aquel sentimiento general en la época del Renacimiento que Alberti expresaría en estos términos: «Nam est quidem cujusquis corporis pars indissolubilior, quae a natura concreta et counita est, quam quae hominum manu et arte conjuncta atque, compacta est». Leon Battista Alberti. De re aedificatoria, París, 1512, fol. XLIV.

A. G. Meyer. Eisenbauten, Esslingen, 1907, p. 14. Cit. en Obra de los pasajes, F 3 a, 4

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Las formas básicas en que surge el hierro como material de construcción, son [...] en sí mismas ya de un nuevo tipo, en cuanto piezas individuales. Su característica específica es en cierta medida consecuencia y expresión de propiedades naturales propias del material de construcción, dado que hasta la última de ellas es desarrollada por la técnica, de manera científica, justo para emplearse en esas formas.

A. G. Meyer. Eisenbauten, Esslingen, 1907, p. 23. Cit. en Obra de los pasajes, F 3 a, 5

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Sobre los pasajes en concreto, en tanto hechos en hierro, puede afirmarse lo siguiente: «La parte substancial [...] es su cubierta».

A. G. Meyer. Eisenbauten, Esslingen, 1907, p. 69. Cit. en Obra de los pasajes, F 4, 4

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El pasaje, construido en hierro, se queda justamente en el umbral propio de las grandes superficies. Es el fundamento decisivo de lo ‘anticuado de su aspecto.

Obra de los pasajes, F 4, 5

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Gran superficie, formación histórica: «En efecto, el palacio real francés tomará lo que es la ‘galería del palacio italiano prototípico del Renacimiento temprano, la cual, como sucede con la ‘galería de Apolo en el caso del Louvre y la ‘galería de espejos de Versalles, se vuelve símbolo de la majestad [...]. Su nueva marcha triunfal del XIX recomienza ahora, en primer término, bajo un signo de pura utilidad constructiva, con los halles de almacenes y mercados y talleres y fábricas; por fin la van a convertir en arte las exigencias de las estaciones, y las exposiciones ante todo.

A. G. Meyer. Eisenbauten, Esslingen, 1907, pp. 74-75. Cit. en Obra de los pasajes, F 4 a, 1

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Nunca antes cobró tal relevancia la escala propia de ‘lo más pequeño’. También lo más pequeño de un conjunto, es decir, lo que es ‘poco’. Se trata de unidades de medida que ya hace mucho tiempo habían conseguido validez en las construcciones de la técnica y de la arquitectura, y mucho antes que la literatura fingiese hacerlas suyas. En realidad, estamos ante la más temprana aparición, en lo que hace a su forma, de lo que es el principio del montaje. Así, en el caso de la torre Eiffel: «Enmudece aquí, de esta manera, la potencia plástica en favor de una tensión monstruosa de la energía espiritual, por la cual la energía inorgánica de los materiales se reduce a las formas que son más eficaces y pequeñas, entrelazando ahí unas con otras».

A. G. Meyer. Eisenbauten, Esslingen, 1907, p. 93. Cit. en Obra de los pasajes, F 4 a, 2

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El ‘puzzle chino’, surgido en el Imperio, nos muestra el despertar de ese sentido que tiene el siglo para las construcciones. Los ejercicios que allí se nos proponen [...] son una primera intuición del principio propio del cubismo en las artes plásticas.

Obra de los pasajes, F 6, 2

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Si es obligado que la arquitectura que le corresponde a un edificio aparezca adaptada a su destino [...] no es posible extrañarse lo bastante ante un monumento que puede ser indistintamente el palacio de un rey o también una cámara de los comunes, un ayuntamiento o un colegio, picadero, academia, tribunal, o museo o depósito o cuartel, un sepulcro, un templo, o un teatro... Pero, en realidad, es una Bolsa. Es Bolsa en Francia como sería templo en Grecia [...]. Ahí tenemos esa columnata que rodea todo el monumento, bajo la cual, en los grandes días de solemnidades religiosas, se desarrolla en plena majestad la dilatada sucesión que forman los agentes de cambio y los corredores de comercio.

Victor Hugo. Oeuvres complètes, París, 1880, vol. 3, pp. 206-207. Cit. en Obra de los pasajes, F 6 a, 1

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El triunfo total del hierro visto [...] : «Con el entusiasmo [...] que despierta la tecnología de la máquina y la fe en la completa consistencia de sus componentes materiales, comienzan a emplearse en cualquier ámbito los atributos de ‘férreo’ y ‘de hierro’ [...] para resaltar de esta manera cuanto se cree [...] fuerte o necesario de manera sensible, ante los ojos; férreas serán las leyes naturales, del modo que más tarde lo ha de ser ‘el paso de las escuadras del trabajo’; férrea es también [...] la unidad del Reich [...] y de hierro [...] el propio canciller».

Dolf Sternberger. Panorama, Hamburgo, 1938, p. 31. Cit. en Obra de los pasajes, F 8, 5

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En los productos manufacturados, el desarrollo sufrido por la técnica, de la Edad Media hasta los inicios del pasado siglo XIX, fue mucho más lento que el del arte. Pues el arte podía tomar tiempo para hacerse, de formas variadas, con los procedimientos de la técnica. El cambio que se inicia más o menos sobre el 1800 marca al arte su tempo y, al hacerse más arrollador, tanto mayor también será el dominio de la moda en todos sus aspectos. Y con ello alcanzamos finalmente el actual estado de las cosas: ahora se advierte la posibilidad de que el arte por fin no tenga tiempo para introducirse de algún modo en lo que es el proceso técnico. El anuncio constituye así el ardid con que el sueño se impone hoy a la industria.

Obra de los pasajes, G 1, 1

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