revolución

La conciencia de hacer saltar el continuo de la historia es peculiar de las clases revolucionarias en el instante mismo de su acción. [...] En los días de la Revolución de Julio [...], al atardecer del primer día de lucha, ocurrió que en varios sitios de París, independiente y simultáneamente, se disparó a los relojes de las torres.

Sobre el concepto de historia

Obras I, 2, p. 315

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A la historiografía materialista le subyace un principio constructivo. Ahí del pensamiento forman parte no sólo el movimiento del pensar, sino ya también su detención. Cuando el pensar se para, de repente, en una particular constelación que se halle saturada de tensiones, se le produce un shock mediante el cual él se cristaliza como mónada. El materialista histórico sólo se acerca a un objeto histórico en cuanto se lo enfrenta como mónada. Y, en esta estructura, reconoce el signo de una detención mesiánica del acaecer, o, dicho de otro modo, de una oportunidad revolucionaria dentro de la lucha por el pasado oprimido. Y la percibe para hacer saltar toda una época concreta respecto al curso homogéneo de la historia; con ello hace saltar una vida concreta de la época, y una obra concreta respecto de la obra de una vida. El resultado de su procedimiento consiste en que en la obra queda conservada y superada la obra de una vida, como en la obra de una vida una época, y en la época el decurso de la historia.

Sobre el concepto de historia

Obras I, 2, pp. 316-317

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Vivir en una casa de cristal es virtud revolucionaria por excelencia. Pero es también una embriaguez, un exhibicionismo de carácter moral de los que hoy nos hacen mucha falta. La discreción en cuanto hace a la propia existencia ha pasado de ser una virtud aristocrática a volverse un asunto de pequeñoburgueses arribistas.

El surrealismo

Obras II, 1, p. 304

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Breton […] fue el primero en dar con las energías revolucionarias que se contienen en lo ‘envejecido’, como en las primeras construcciones en hierro, en las primeras fábricas, las primeras fotografías, o los objetos que empiezan a extinguirse.

El surrealismo

Obras II, 1, p. 305

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Hasta llegar [los surrealistas] nadie se había dado cuenta todavía de que la miseria, no sólo social, sino también miseria arquitectónica, o la miseria propia del intérieur, con las cosas esclavizadas y esclavizantes, se transforman en nihilismo revolucionario.

El surrealismo

Obras II, 1, p. 305-306

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La emancipación humana en su forma revolucionaria más sencilla –una que tan sólo puede ser la emancipación humana practicada desde la totalidad de los puntos de vista–, es la única causa a cuyo servicio siempre vale la pena situarse.

El surrealismo

Obras II, 1, p. 313

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Ganar las fuerzas de la embriaguez para el servicio a la revolución: en torno a esto gira el surrealismo, tanto en sus libros como en sus empresas. Tal es lo más propio de su empeño.

El surrealismo

Obras II, 1, p. 313

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Recordemos ahora el dadaísmo. Su fortaleza revolucionaria consistía en examinar la autenticidad del arte. Los dadaístas elaboraban bodegones a partir de billetes, carretes, cigarrillos... combinados con ciertos elementos pictóricos. Todo esto finalmente se enmarcaba, para así poder decir al público: «Mirad bien, el tiempo hace estallar el marco que protege vuestros cuadros; el trozo más pequeño procedente de la vida cotidiana dice mucho más que la pintura»; al igual que la huella ensangrentada del dedo de un asesino impresa en la página de un libro nos dice más que el texto.

El autor como productor

Obras II, 2, p. 306

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En cada nueva revolución técnica, la tendencia pasa –como por sí misma– de ser un elemento muy oculto del arte a ser un elemento manifiesto.

Réplica a Oscar A. H. Schmitz

Obras II, 2, p. 368

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Los progresos esenciales en el arte, esos que son siempre elementales, nunca son el nuevo contenido ni la nueva forma producida, sino que la revolución dada en la técnica los precede a ambos.

Réplica a Oscar A. H. Schmitz

Obras II, 2, p. 369

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Lo en verdad revolucionario no es la propaganda ideológica que aquí y allá nos incita a acciones claramente irrealizables y se deshace a la primera reflexión, al salir del teatro. Lo en verdad revolucionario es la señal secreta de lo venidero que se expresa en el gesto de la infancia.

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El surrealismo irrumpió sobre sus fundadores como una inspiradora ola de sueños. La vida sólo parecía digna de vivirse donde el umbral que separa la vigilia del sueño había resultado destruido por pisadas de imágenes que fluyen, de vez en cuando, ahí, en masa; y, en cuanto al lenguaje, sólo parecía ser él mismo allí en donde imagen y palabra se alcanzaban a unir tan felizmente, con exactitud automática, que no quedaba resquicio ninguno al ‘sentido’. «Ganar las fuerzas de la embriaguez para la revolución», ésa era sin duda la auténtica empresa.

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Un artista no es más revolucionario por haber revolucionado el arte que Poiret por haber revolucionado la moda.

Sobre el lugar social del escritor francés

Emmanuel Berl, Mort de la pensée bourgeoise, París, 1929, pp. 160-161. Cit. en W. Benjamin, Obras II, 2, p. 416-417

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El agudo grito de pavor, el que produce el pánico, viene a ser el reverso de las fiestas de masas. En efecto, el ligero escalofrío que recorre los hombros lo desea. Pues para la existencia profunda e inconsciente de la masa, las fiestas y los fuegos son un juego que le ayuda sin duda a prepararse para el instante exacto en que se va a hacer mayor de edad, a la hora en que el pánico y la fiesta, cual dos hermanos que se reconocen tras estar separados mucho tiempo, se abrazan finalmente; en el momento de la revolución.

Imágenes que piensan

Obras, IV, I, p. 385.

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Al modo en que las faldas del Vesubio se volvieron huertos paradisíacos por las capas de lava que las cubrían, en la lava florecen las revoluciones.

Obra de los pasajes

Obra de los pasajes, C 1, 6

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Insurrección de junio. «Llevaron la mayor parte de los presos a las canteras y pasadizos subterráneos que quedan bajo los fuertes de París, unos que son tan amplios que la mitad de la población cabría en ellos. El frío es tan intenso en estas galerías subterráneas, que muchos sólo podían mantener la temperatura corporal corriendo todo el tiempo o con el movimiento de los brazos, y nadie se atrevía a recostarse en las losas heladas. [...] Los presos dieron a aquellos corredores nombres de las calles de París, e incluso se daban mutuamente sus direcciones cuando se encontraban».

Obra de los pasajes

Engländer, Geschichte der französischen Arbeiter-Associationen, Hamburgo, 1864, II, pp. 314-315. Cit. en Obra de los pasajes, C 3 a, 1

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Significado interno de lo publicitario: «No hay... buenos carteles sino en el espacio de lo fútil, o de la industria o de la revolución».

Obra de los pasajes

Maurice Talmeyr: La cité du sang, París, 1901, p. 277. Cit. en Obra de los pasajes, G 1, 8

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Es fundamental reconocer un momento puntual del desarrollo en su calidad de encrucijada. En una de ellas se presenta ahora lo que es el nuevo pensamiento histórico, ése que viene caracterizado por una más elevada concreción, por su rescate de las épocas de decadencia, por revisar la periodización, en general como en sus detalles, y cuya futura explotación revolucionaria o reaccionaria se decide ahora justamente. Pues, en este sentido, en los escritos de los surrealistas, como en el nuevo libro publicado por Heidegger, se nos anuncia una misma crisis en sus dos posibles soluciones.

Obra de los pasajes

Obra de los Pasajes, S 1, 6

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