Between Volga and apocalypse

Постер фильма К.Лопушанского ”Письма мертвого человека”/ Poster to the film of K. Lopushansky "Letters from a Dead Man"

Anastasiia Pestinova

imagen: Постер фильма К.Лопушанского ”Письма мертвого человека”/ Poster to the film of K. Lopushansky “Letters from a Dead Man”

  • “Cartas de un hombre muerto” es una parábola filosófica distópica de Konstantin Lopushansky, filmada en 1986 y que ilustra la teoría del invierno nuclear. Es curioso lo clarividente que parece ser la ficción soviética: el estreno de la película coincide accidentalmente con la catástrofe de Chernóbil y, por tanto, logra un fuerte efecto en el público. El estilo del director está visiblemente inspirado en A. Tarkovsky: diálogos poéticamente escenificados, personajes arquetípicos y ese espíritu esquivo de la intelectualidad rusa, siempre orientado a una contemplación sublime de la vida cotidiana. Además, “Cartas” se publicó el mismo año que “El sacrificio”, también dedicada a la catástrofe nuclear y al replanteamiento de los ideales humanistas. A diferencia de Tarkovsky, cuya emigración no pudo sino afectar al estilo del director, volviéndolo distante y soñador, Lopushansky crea películas más oscuras y apocalípticas, sin dejar de lado el sepia y sin temer mostrar la fealdad de la vida cotidiana en un manicomio.

Tanto la utopía como la distopía representan los intentos contrarios de la mente colectiva por sondear los límites de lo posible y lo imposible, por diseñar los escenarios de evolución de la humanidad y, por supuesto, por advertir. En la cinta están representados diferentes modelos de reacción ante el colapso nuclear que se ha producido: el protagonista, un científico y premio Nobel, escribe cartas a su hijo muerto, en las que trata de encontrar una excusa y una explicación a lo que ha ocurrido con el mundo, intenta hacer cálculos y crear hipótesis, llegando finalmente a la conclusión de que todo lo ocurrido es una especie de experimento, que no puede ser la realidad. Se opone a la posición de su esposa moribunda, cuyo sufrimiento la enfada y frustra con el escapismo del marido, cree que se engaña a sí mismo. También vemos las figuras de los médicos, fríos y despiadados, que siguen estrictamente las instrucciones burocráticas y están dispuestos a condenar a muerte a los niños enfermos, porque de todos modos no sobrevivirán. El surrealismo de lo que ocurre convive sorprendentemente con el realismo pesimista, como, por ejemplo, en el siguiente diálogo.

El protagonista le dice a su amigo-doctor:

– “Realmente tengo algo en la cabeza. Posiblemente amnesia. Yo… Debo…. Centrarme en la tarea… Encontrar una hipótesis. No sé qué… qué hacer”

– “El aire de la montaña y la paz total”, responde irónicamente su amigo, y ambos estallan en una risa nerviosa pero liberadora. La ironía consiste en la referencia a la tradición popular entre la intelligentsia rusa de recreo en las aguas o en las montañas, que es finalmente imposible e inalcanzable en las condiciones del apocalipsis en curso.

Полевая кухня. Алхан-Кала. Чечня. 2000 / Field kitchen. Alkhan-Kala. Chechnya. 2000
  • Sergey Maximishin es un fotoperiodista ruso nacido en Odessa, ganador de múltiples concursos de fotografía, autor del libro “El último imperio. Veinte años después”, una colección de fotografías dedicada a la historia de la Rusia postsoviética. Trabajó mucho en puntos calientes: en Afganistán, Irak, Chechenia y Corea del Norte, entre otros. A Chechenia fue en el invierno de 2000, durante la segunda guerra chechena. En aquella época era muy difícil entrar en el territorio de la república, había que conocer a la gente adecuada y tener suerte. Sergey y su colega conocían a un general que les ayudó en su misión. Primero, tomaron una carretera de Mozdok a Vladikavkaz a través de Ingushetia, afortunadamente pasaron muchos puestos de bloqueo; en Vladikavkaz les esperaba un helicóptero con el general, así que al final consiguieron cruzar la frontera. La foto muestra un almuerzo de cocina de campo en el pueblo de Alkhan-Kala, al que los fotógrafos llegaron a tiempo ese día.

Sergey no se define como fotógrafo de guerra, sino como etnógrafo. En sus obras y entrevistas, plantea la cuestión de si es posible hablar de la verdad en la fotografía y dónde está la línea que separa la verdad del engaño:

“Me acuerdo de la historia de cuando los israelíes secuestraron un barco que llevaba carga para Gaza. Reuters publicó una fotografía en la que aparecían unos árabes maravillosos, gente de blanco, y entre ellos un soldado israelí con la cara torcida. Las personas de blanco parecían ángeles, y el soldado parecía un horror. El patetismo de la foto era evidente: quién es bueno y quién es malo. Pero los blogueros israelíes han descubierto que la foto estaba recortada. Y la versión completa de la foto incluía una mano con un gran cuchillo, que alcanzaba a este soldado. Al “cortar” esta mano, el fotógrafo o los editores de Reuters cambiaron el significado de esta foto al cien por cien. Una vez más, la pregunta es: ¿cuál es la verdad en la fotografía? Si la mano fue “cortada” en Photoshop o al imprimirla, es una mentira, pero ¿y si el fotógrafo simplemente se acercó un poco más y no incluyó esta mano en el encuadre intencionadamente o por accidente? ¿Sería ya verdad?”.

Фото кукольного спектакля ”Песня о Волге” Резо Габриадзе / Foto of a puppet play “Song of the Volga” Revaz Gabriadze
  • “- Según un informe de Japón y Casablanca, el contraataque del ejército soviético comenzará a las seis.

– No, el contraataque comenzará a las ocho y cincuenta minutos, lo dijo Stalin.

– Coronel General, ¿usted cree a Stalin?

– Como nadie.

– ¿En qué se basa su fe? ¡Informe!

– Stalin es muy consciente de que no le creen y elige una sola opción: la verdad, porque en lugar de él nos inventamos todas las opciones imaginables e impensables, todo menos la verdad. Él dice la verdad, estando seguro de que nosotros mismos mentiremos en lugar de él – esta es su estratagema”.

La elegía teatral de marionetas “Stalingrado” o “Canción del Volga” fue creada por el genio soviético y georgiano Revaz Gabriadze, guionista, director y artista. Entre sus famosas obras se encuentran “Mimino” y “Kin-dza-dza!”, entre otras. En una situación de caos continuo y de odio creciente entre naciones antaño amigas, me gustaría recordar los frutos de la creatividad de una persona que vivió en una época en la que coexistían juntos rusos, georgianos y otras naciones, cuando no se hablaba de descolonización de las obras de arte y las naciones estaban unidas.

La obra de marionetas se representó por primera vez en el Teatro Estatal de Marionetas de Tiflis. Está organizada como un caleidoscopio de historias de criaturas situadas en diferentes ciudades y diferentes líneas temporales, pero relacionadas entre sí: una joven, una madre-hija, un caballo de tiro Alyosha, un caballo de circo Natasha, un reparador Pilhas de Kyiv, un mariscal de campo alemán, Stalin, un general soviético Gorenko y el ángel de Alyosha. En las versiones originales de la obra, los titiriteros ensamblaban los personajes directamente en el escenario, lo que constituye un gesto muy simbólico y alquímico de recreación del universo. La narración está construida de forma no lineal, algunas frases están formuladas de forma impersonal y no encajan bien entre sí gramaticalmente, creando una sensación de collage o técnica de recorte. En algunas escenas encontramos alusiones a la historia romana: por ejemplo, el mariscal de campo aparece como la encarnación de Salvius Julius, y el caballo – un misterioso personaje que viajó con Marco Aurelio más allá de los Pirineos (mientras que en las escenas iniciales, Alyosha era un guardia que fue reclutado por los alemanes y fue condenado al conocido artículo 58 – por agitación contra la autoridad soviética). Resulta que las marionetas son controladas por unas fuerzas de otro mundo y éstas no son titiriteras, se forma una metanarrativa, una especie de trama cósmica-histórica. Una guerra atraviesa los destinos de los personajes como una franja divisoria, cortando su lienzo de vida. La música coral crea la sensación de estar en un espacio sagrado.

La imagen de un caballo utilizada por el director no fue casual, se inspiró en un fragmento de las notas de un corresponsal de guerra inglés: “Después de la batalla, cuanto más me acercaba a Stalingrado, más increíble me resultaba el paisaje circundante. Por todas partes había restos de caballos, uno, aún vivo, caminaba a duras penas sobre tres patas, arrastrando la cuarta, disparada o lisiada. Era un espectáculo desgarrador. Durante la ofensiva de las fuerzas soviéticas murieron 10.000 caballos. Todo el paisaje estaba plagado de cadáveres de caballos muertos por los tanques, las balas y los intensos bombardeos”.


  • «Письма мертвого человека» – это философская притча-антиутопия Константина Лопушанского, снятая в 1986 году и иллюстрирующая теорию ядерной зимы. Любопытно то, насколько советская фантастика оказывается провидческой – выход картины случайно совпадает с чернобыльской катастрофой и потому производит сильный эффект на зрителей. В фильме ощущается влияние А. Тарковского: поэтически поставленные диалоги, архетипические персонажи и тот самый неуловимый дух русской интеллигенции, вечно устремленной к возвышенному созерцанию повседневности. Более того «Письма» выходят в том же году что и «Жертвоприношение», посвященное ядерной катастрофе и переосмыслению гуманистических идеалов. В отличие от Тарковского, эмиграция которого не могла не сказаться на режиссерском стиле, сделав его отстраненным и мечтательным, Лопушанский создает более мрачное и более апокалиптическое кино, не пренебрегая сепией и не боясь показать неприглядность русского быта.

Утопия как и антиутопия являются разнонаправленными попытками коллективного сознания прощупать границы возможного и невозможного, набросать сценарии развития человечества и, конечно же, предостеречь. В фильме представлены разные ролевые модели реагирования на произошедшую катастрофу: так, например, главный герой, ученый и лауреат нобелевской премии, пишет письма мертвому сыну, в которых пытается найти оправдание и объяснение произошедшему, параллельно проводя вычисления и строя гипотезы, в конечном счете приходя к выводу, что все, что происходит, является каким то экспериментом, такого не могло случиться на самом деле. Ему противопоставлена позиция умирающей жены, страдания которой заставляют ее с горестью относиться к эскапизму мужа, она считает, что он обманывает себя. Мы видим также фигуры врачей, которые холодные и безжалостные, строго следуют бюрократическим инструкциям и готовы приговорить к смерти больных детей, поскольку те все равно не выживут. Сюрреалистичность происходящего удивительно уживается с пессимистичным реализмом, как например в следующем диалоге.

Главный герой говорит своему другу-врачу:

– «У меня действительно что-то с головой. Возможно амнезия. Я… Надо…. Сосредоточится на задаче…Найти гипотезу. Я не знаю что…Что делать»

– «Горный воздух и полный покой», – иронично отвечает ему друг и они оба заливаются нервным, но освобождающим смехом. Ирония состоит в отсылке к популярному среди русской интеллигенции отдыху на водах или в горах, который является чем то максимально далеким и недостижимым в условиях происходящего апокалипсиса.

  • Сергей Максимишин – российский фотокорреспондент, родившийся в Одессе, многократный призер фотоконкурсов, автор книги «Последняя империя. Двадцать лет спустя» – сборника фотографий, посвященного истории постсоветской России. Много работал в горячих точках: в Афганистане, Ираке, Чечне, Северной Корее и других. В Чечню поехал зимой 2000 года, в период второй чеченской войны. Попасть на территорию республики в то время было очень сложно, нужно было знать нужных людей и быть удачливым. Сергей и его коллега были знакомы с одним генералом, который помог им в их миссии. Сначала их ждала дорога от Моздока до Владикавказа через Ингушетию, у них получилось миновать множество блокпостов, а во Владикавказе их ждал вертолет с генералом, так что в итоге им удалось пересечь границу. На фотографии заснят обед полевой кухни в селе Алхан-Кала, на который успели фотографы в тот день.

Сергей не определяет себя как военного фотографа, скорее как этнографа. Во многих своих работах и интервью он задается вопросом о том, где проходит граница между правдой и обманом в мире фотоискусства:

«Мне вспоминается история, когда израильтяне захватили судно, которое шло с грузом для Газы. Reuters опубликовал фотографию, на которой такие замечательные арабы, люди в белом, а между ними израильский солдат с перекошенным лицом. Люди в белом были похожи на ангелов, а солдат похож на ужас. Пафос фотографии был очевиден: кто хороший, а кто плохой. Но израильские блогеры уличили Reuters в том, что фотография была кадрированной. А полный вариант снимка включал в себя руку с большим ножом, которая тянулась к этому солдату. «Отрезав» эту руку, фотограф или редакторы Reuters изменили смысл этой фотографии на сто процентов. Снова вопрос — что есть правда в фотографии? Если руку «отрезали» в фотошопе или при печати — это вранье, а если бы фотограф просто подошел чуть ближе и не включил эту руку в кадр намеренно или случайно? Это было бы уже правдой?»

  • «– По донесению из Японии и Касабланки контратака советской армии начнётся в шесть часов.

– Нет, контратака начнется в восемь часов пятьдесят минут, так сказал Сталин.

– Генерал-полковник, вы верите Сталину?

– Как никому.

– На чем основывается ваша вера? Доложите!

– Сталин прекрасно понимает что ему не верят и выбирает один единственный вариант – правду, поскольку мы вместо него выдумываем все мыслимые и немыслимые варианты, все, кроме правды. Он говорит правду будучи уверенным что врать вместо него мы будем сами, такова его стратегема».

Спектакль-элегия «Сталинград» или «Песня о Волге» создан советским и грузинским гением Резо Габриадзе, сценаристом, режиссером, художником. В число его известных работ входят «Мимино», «Кин-дза-дза!» и другие. В ситуации происходящего хаоса и возрастания ненависти между некогда дружественными народами, хочется вспомнить плоды творчества человека, жившего в эпоху когда русские, грузинские и другие народы сосуществовали в едином поле, когда еще не шла речь о деколонизации произведений искусства, а народы были едины.

Впервые спектакль был поставлен в Тбилисском государственном театре марионеток. Он организован как калейдоскоп историй существ находящихся в разных городах и разных временных линиях, но связанных друг с другом: молодая женщина, мама муравьиха, ломовая лошадь Алеша, цирковая лошадь Наташа, киевский мастер по мелкому ремонту Пилхас, немецкий фельдмаршал, Сталин, советский генерал Горенко и ангел Алеши. В оригинале кукловоды собирали персонажей прямо на сцене. Нарратив выстроен нелинейно, некоторые фразы сформулированы безлично и не совсем грамматически состыкуются друг с другом, создавая ощущение коллажа или нарезки. Присутствуют аллюзии на римскую историю: так, фельдмаршал предстает воплощением Сальвия Юлия, а лошадь – загадочным персонажем, путешествовавшим с Марком Аврелием за Пиреней (в начальных же сценах Алеша был гвардейцем, которого завербовали немцы и которому светила известная 58-ая статья – за агитацию, содержащую призыв к свержению Советской власти). Получается, что куклами управляют некие потусторонние силы и это не кукловоды, образуется мета повествование, эдакий космически-исторический сюжет. Через судьбы персонажей разделительной полосой проходит война, взрезая жизненное полотно. Хоровая музыка создает ощущение нахождения в сакральном пространстве.

Образ лошади возник у режиссера не случайно, он был навеян отрывком из заметок одного английского военного корреспондента: «После битвы, чем ближе я подбирался к Сталинграду, тем окружающий пейзаж становился все более невероятным. Повсюду останки лошадей, одна, все еще живая, плетется на трех ногах, волоча за собой четвертую, отстреленную или искалеченную. Это было душераздирающее зрелище. Во время наступления советских сил погибло 10.000 лошадей. Весь ландшафт был усеян трупами лошадей, убитых танками, пулями и под шквальным обстрелом».


  • “Letters from a Dead Man” is a philosophical dystopian parable by Konstantin Lopushansky, filmed in 1986 and illustrating the theory of nuclear winter. It is curious how prescient Soviet fiction appears to be – the release of the picture accidentally coincides with the Chernobyl catastrophe and therefore attains a strong effect on the audience. The director style is visibly inspired by A. Tarkovsky: poetically staged dialogues, archetypal characters and this elusive spirit of the Russian intelligentsia, always oriented to a sublime contemplation of everyday life. Moreover, “Letters” were published in the same year as “The Sacrifice”, also dedicated to the nuclear catastrophe and to the rethinking of humanistic ideals. Unlike Tarkovsky, whose emigration could not but affect the director’s style, making him distant and dreamy, Lopushansky creates darker and more apocalyptic films, without neglecting sepia and not being afraid to show the ugliness of everyday life in an asylum.

Utopia, as well as dystopia, represent the contrary-directional attempts of the collective mind to probe the boundaries of the possible and impossible, to design the scenarios of evolution of mankind and, of course, to warn. In the tape are represented different role models of reaction to the nuclear collapse that has occurred: the main character, a scientist and Nobel Prize winner, writes letters to his dead son, in which he tries to find an excuse and explanation for what happened with the world, he tries to make calculations and to create hypotheses, ultimately coming to the conclusion that everything that happened is some kind of experiment, this could not be the reality. He is opposed to the position of his dying wife, whose suffering makes her angry and frustrated with the escapism of the husband, she believes that he is deceiving himself. We also see the figures of doctors who are cold and ruthless, strictly following bureaucratic instructions and ready to sentence sick children to death, because they will not survive anyway. The surrealism of what is happening surprisingly coexists with pessimistic realism, as, for example, in the following dialogue.

The main character says to his friend-doctor:

– “I really have something in my head. Possibly amnesia. I… Must…. Focus on the task… Find a hypothesis. I don’t know what… what to do”

– “Mountain air and complete peace,” – replies his friend ironically, and they both burst into nervous but liberating laughter. The irony consists in reference to the popular among the Russian intelligentsia tradition of recreation on the waters or in the mountains, that is ultimately impossible and unattainable in the conditions of the ongoing apocalypse.

  • Sergey Maximishin is a Russian photojournalist born in Odessa, multiple winner of photo contests, author of the book “The Last Empire. Twenty years later” – a collection of photographs dedicated to the history of post-Soviet Russia. He used to work a lot in hot spots: in Afghanistan, Iraq, Chechnya, North Korea and others. To Chechnya he went in the winter of 2000, during the second Chechen war. It was very difficult to get into the territory of the republic at that time, you needed to know the right people and to be lucky. Sergey and his colleague used to know one general who helped them with their mission. First, they took a road from Mozdok to Vladikavkaz through Ingushetia, fortunately passing a lot of block posts, in Vladikavkaz for them was waiting a helicopter with general, so in the end they managed to cross the border. The photo shows a field kitchen lunch in the village of Alkhan-Kala, to which the photographers arrived in time that day.

Sergey does not define himself as a war photographer, but rather as an ethnographer. In his works and interviews, he poses a question of whether it is possible to speak about truth in photography and where runs the line between truth and deceit:

“I am reminded of the story when the Israelis hijacked a ship that was carrying cargo for Gaza. Reuters published a photograph showing such wonderful Arabs, people in white, and between them an Israeli soldier with a twisted face. The people in white looked like angels, and the soldier looked like a horror. The pathos of the photo was obvious: who is good and who is bad. But Israeli bloggers have found out that the photo was cropped. And the full version of the picture included a hand with a large knife, which reached out to this soldier. By “cutting off” this hand, the photographer or Reuters editors changed the meaning of this photo on one hundred percent. Again, the question is – what is the truth in photography? If the hand was “cut off” in Photoshop or when printing, is this a lie, but what if the photographer just came a little closer and did not include this hand in the frame intentionally or by accident? Would that be true already?”

  • « – According to a report from Japan and Casablanca, the counterattack of the Soviet army will begin at six o’clock.

– No, the counterattack will begin at eight and fifty minutes, Stalin said so.

– Colonel General, do you believe Stalin?

– Like no one else.

– What is your faith based on? Report!

– Stalin is well aware that they do not believe him and chooses one single option – the truth, because instead of him we invent all conceivable and unthinkable options, everything but the truth. He tells the truth, being sure that we ourselves will lie instead of him – this is his stratagem».

The puppet-play elegy “Stalingrad” or “Song of the Volga” was created by the Soviet and Georgian genius Revaz Gabriadze, screenwriter, director, artist. His famous works include “Mimino”, “Kin-dza-dza!” and others. In a situation of ongoing chaos and growing hatred between once friendly nations, I would like to recall the fruits of creativity of a person who lived in an era when Russian, Georgian and other nations used to coexist together, when there was no talk about decolonization of works of art and the nations were united.

The puppet play was staged for the first time at the Tbilisi State Puppet Theatre. It is organized as a kaleidoscope of stories of creatures located in different cities and different timelines, but related to each other: a young woman, a mother-ant, a draft horse Alyosha, a circus horse Natasha, a repairman Pilhas from Kyiv, a German field marshal, Stalin, a Soviet general Gorenko and the angel of Alyosha. In the original versions of play, the puppeteers assembled the characters right on the stage that is a very symbolic and alchemic gesture of recreation of universe. The narrative is built in a non-linear manner, some phrases are formulated impersonally and do not fit well with each other grammatically, creating a feeling of collage or cut-up technique. In some scenes we find allusions to Roman history: for example, the field marshal appears as the incarnation of Salvius Julius, and the horse – a mysterious character who traveled with Marcus Aurelius beyond the Pyrenees (while in the initial scenes, Alyosha was a guardsman who was recruited by the Germans and was convicted to the well-known 58th article – for agitation contra Soviet authority). It turns out that the puppets are controlled by some otherworldly forces and these are not puppeteers, a meta narrative is formed, a kind of cosmic-historical plot. A war passes through the fates of the characters as a dividing strip, cutting through their canvas of life. Choral music creates the feeling of being in a sacred space.

The director’s image of a horse was not accidental, he was inspired by an excerpt from the notes of an English war correspondent: “After the battle, the closer I got to Stalingrad, the more incredible the surrounding landscape became. Everywhere are the remains of horses, one, still alive, trudges on three legs, dragging the fourth, shot or crippled. It was a heartbreaking sight. During the offensive of the Soviet forces, 10,000 horses died. The whole landscape was littered with the corpses of horses killed by tanks, bullets and under heavy shelling».

The war as “unproductive waste”

Е.Летов 80-ые / E.Letov 80s

Anastasiia Pestinova

El atardecer era un festín – el amanecer se consumía

Ardiendo en la cara de un enemigo ebrio

Desde la tierra natal hasta el séptimo cielo

Furiosa y ruidosamente llegó el sonido: “¡Victoria!”

La puesta de sol estaba de fiesta – el amanecer estaba muriendo

El dolor retrocedió, gotas escarlata

Cayeron de la cruz, y los labios muertos

Orgullosa y obstinadamente susurraron: “¡Victoria!”

Deseo levantarme de cuerpo entero – pero no hay piernas

Apretar mi palma en un puño – pero no hay nada que apretar

No hay más palabras, no hay más “nosotros”

Sólo queda una cosa en el mundo – la Victoria.

Nuestra victoria.

Nuestra victoria.

  • El músico, poeta y artista soviético y ruso Yegor Letov es uno de los representantes del underground siberiano y padre de la escena industrial rusa. A lo largo de su vida, creó numerosos proyectos artísticos, entre ellos “Grazhdanskaya Oborona” (Defensa Civil), “Instruktsiya po Vyzhivaniyu” (Instrucciones para la supervivencia), “Comunismo” y otros. Es un vivo ejemplo de la disidencia soviética, ya que fue sometido en repetidas ocasiones a la persecución política y a la represión, y también se vio obligado a pasar por un tratamiento obligatorio en un hospital psiquiátrico, durante el cual no dejó de hacer poesía para no derrumbarse y no perder el resto de la personalidad.

Los textos de Letov están llenos de angustia existencial, ironía cáustica, humor negro y metáforas que socavan el lenguaje -una de las más famosas es “la eternidad huele a aceite”-, una afirmación que penetra en la raíz de la agenda político-económica y que fue expresada casi tres décadas antes del pensamiento de R. Nagerestani.

En el texto de la canción “Victory”, del álbum “The Unbearable Lightness of Being”, los labios muertos susurran obstinadamente la palabra “victoria”, a pesar de que la personalidad, junto con la vida y las partes del cuerpo, desaparecen / se destruyen en sus rayos marchitos y aniquiladores. Vencer a pesar de la vida, a pesar de la pérdida de uno mismo, ser crucificado en la cruz de la victoria, ¿es éste el destino que queremos?

Letov erosiona los límites conceptuales habituales de lo que se entiende por guerra. En lugar de un pathos heroico, se nos ofrece una visión trágica de la relación entre el individuo y el sistema, el “heroísmo de la derrota”. En el espíritu de J. Bataille, niega el carácter utilitario de la guerra y afirma que la guerra es un “derroche improductivo”. Deconstruyendo el mito de la Segunda Guerra Mundial como base de la identidad soviética, intenta convertirlo en un mito metafísico, en un mito sobre la guerra como trauma colectivo, intentando así reactivar la memoria histórica. Quizá una identidad basada en la tragedia y el reconocimiento de la experiencia traumática tenga más futuro que una basada en el heroísmo.

Акция А. Бренера «Первая перчатка» на Красной площади / Action of A. Brener “First Glove” on the Red Square.
  • Nacido en Alma-Ata en 1957, Alexander Brener es un artista de origen judío y representante del Accionismo Moscovita, un movimiento de artistas caracterizado por la transgresión, el radicalismo y la provocación. Brener solía actuar como una especie de santón, organizando escándalos sobre diversos temas sociales y políticos. Sus acciones se caracterizan por lo que puede describirse como la poética del fracaso, ya que no se vieron coronadas por el éxito, sino que fracasaron una y otra vez, deliberadamente o no. Según el galerista y gestor de arte M. Gelman: “Todas sus actuaciones estaban asociadas a todo tipo de complicaciones y a menudo causaban muchos problemas”.

Entre sus acciones destaca el “Primer Guante”, realizado en febrero de 1995. Estaba dedicado a la Primera Guerra de Chechenia que lanzó Rusia en diciembre de 1994 y que duró dos años. Brener salió en calzoncillos y guantes de boxeo a la Plaza Roja al grito de “Yeltsin, sal” para pedir cuentas al presidente por la actuación de las tropas rusas. Nadie acudió a sus llamadas, salvo la policía, que lo detuvo rápidamente.

La positividad de la influencia del accionismo es controvertida y es criticada tanto por las autoridades como por los artistas por su efecto de choque y por destacar la figura del performer, que no cambia la situación política, no ofrece ninguna solución concreta, sino que sólo sabotea al público. Sin embargo, incluso la mera formulación de la cuestión en forma de cuerpo vivo opuesto al orden simbólico que establece los límites de lo que se puede hacer y decir, y de lo que no, representa una visión crítica de la sociedad sobre sí misma y por ello tiene un valor. Según J. Butler, filósofa estadounidense que propuso su teoría de la performatividad, los cuerpos como tales, en su silenciosa presencia espacial, están llenos de sentido y son portadores de significado político. Mientras tanto, el régimen de un Estado está determinado por dónde y bajo qué circunstancias se permite la presencia de los cuerpos, y dónde y bajo cuáles – no.

Кадр из анимации “Полигон”/ A shot from animation “Polygon”
  • La animación soviética es un verdadero almacén de arte, en el que se puede encontrar una gran variedad de tramas: fantástica, surrealista, sátira social, utopías y distopías. Por supuesto, el tema militar no podía escapar a la atención de los animadores. El dibujo animado de 1977 con el pesado título de “Polígono”, filmado por Anatoly Petrov y basado en una historia fantástica escrita por Sever Gansovsky, es una cinta de diez minutos creada con una tecnología fotográfica especial.

En el centro de la trama, vemos un tanque que tiene la capacidad específica de leer los pensamientos de la gente. Para activar el modo de defensa, el tanque necesita captar el impulso de odio, el deseo de destruir el tanque que proviene de un humano. A la inversa, para activar el modo de ataque, el tanque necesita captar el impulso del miedo. “El enemigo controla las acciones del tanque en contra de su voluntad”, dice el científico, y es una afirmación vívida que demuestra la interconexión de los oponentes. En la naturaleza de cualquier conflicto se esconde una simbiosis de fuerzas opuestas, su alimentación mutua, la codependencia. Respectivamente, el conflicto sólo puede resolverse con la conciencia de esta profunda conexión. El Tanque -materia inorgánica y muerta, la encarnación de la muerte- está dotado de cualidades no sólo humanas, sino sobrehumanas, telepáticas, asemejándose así a algo parecido al Océano de Solaris.

Ni los soldados ni el científico-creador pueden llevarse bien con este tanque, ya que todos tienen algunos motivos ocultos y tensiones no resueltas en su interior. Sólo una tribu de salvajes y sus hijos -el dibujo animado termina con un plano que representa a niños aborígenes jugando sobre un tanque- encuentran la armonía con esta máquina, que es en su naturaleza una prueba de fuego, una imagen especular del entorno en el que aparece. No nos fijemos demasiado en las posibles referencias coloniales de un noble salvaje, a las que recurre el autor de la trama. Lo más importante es que si el entorno está impregnado de conflicto, la máquina lo intensifica y lo lleva a la descarga, a la aniquilación, y si el entorno está en calma, entonces la máquina no actúa. Al igual que en muchas otras obras de ciencia ficción (recordemos, por ejemplo, la película “Aniquilación” de Alex Garland), vemos un escenario en el que la humanidad genera una entidad que resulta ser una lección para esta humanidad, demostrando sus debilidades y límites.


Пиpовал закат — выгоpал pассвет 

Полыхал в лицо пьяному вpагу 

От pодной земли до седьмых небес 

Яpостно и звонко звучало: «Победа!» 

Пиpовал закат — умиpал pассвет 

Отступала боль, алая капель 

Падала с кpеста, а мёpтвые уста 

Гоpдо и упpямо шептали: «Победа!» 

Стать бы во весь pост — да нету больше ног 

Сжать ладонь в кулак — да нечего сжимать 

Hету больше слов, нету больше нас 

Лишь одно осталось на свете — Победа. 

Hаша Победа. 

Наша Победа. 

  • Советский/российский музыкант, поэт и художник Егор Летов является одним из представителей сибирского андерграунда и отцом русской индустриальной сцены. На протяжении своей жизни он создает множество арт-проектов среди которых «Гражданская оборона», «Инструкция по выживанию», «Коммунизм» и другие. Выступает ярким примером советского диссидентства, поскольку не раз повергался политическим гонениям и репрессиям, а также был вынужден проходить принудительное лечение в психиатрической больнице, в течение которого не переставал писать стихи, чтобы не сломаться и не утратить остатки личности.   

Тексты Летова полны экзистенциального надрыва, едкой иронии, черного юмора и метафор, подрывающих язык – чего только стоит знаменитое «вечность пахнет нефтью» – фраза зрящая в корень политико-экономической повестки и высказанная за почти три десятилетия до размышлений Р. Нагерестани.  

В приведенном тексте песни «Победа» из альбома «Невыносимая легкость бытия» мертвые уста упрямо шепчут слово «победа», несмотря на то что личность вместе с жизнью и частями тела исчезают/уничтожаются в ее испепеляющих ничтожащих лучах. Победить вопреки жизни, вопреки утрате самого себя, быть распятым на кресте победы – этой ли участи мы желаем?  

Летов размывает привычные границы того, что понимается под войной. Вместо героического пафоса, нам предлагается трагический взгляд на отношения между индивидом и системой или «героизм поражения». В духе Ж.Батая он отрицает утилитарный характер войны и утверждает войну как «непроизводительную трату». Деконструируя миф о Второй мировой как базовый для советской идентичности, он превращает его в миф метафизический, миф о войне как коллективной травме, таким образом осуществляя попытку перепрошить историческую память. Возможно, что идентичность в основу которой будет положен трагизм и признание травматического опыта имеет больше будущего, чем та, в основании которой лежит героика.  

  • Александр Бренер родился в Алма-Ате в 1957 году, является художником еврейского происхождения и представителем московского акционизма – движения перформеров, отличающегося трансгрессивностью, радикальностью и провокационностью. Бренер выступает в роли своеобразного юродивого, устраивая скандалы на самые различные социальные и политические темы. Его акции характеризуются тем, что можно обозначить как поэтика неудачи, поскольку не увенчивались успехом, но каждый раз проваливались умышленно или нет. По словам галериста М.Гельмана: «Все его перформансы были свя­заны со всяческими осложнениями и часто вызывали кучу проблем». 

Среди его акций выделяется «Первая перчатка», совершенная в феврале 1995 года и посвященная Первой чеченской войне, начатой Россией в декабре 1994 и продолжавшейся в течение двух лет. Бренер вышел в боксерских трусах и перчатках на Красную площадь с криками «Ельцин, выходи», чтобы призвать президента к ответу за действия российских войск. На его призывы не вышел никто кроме полиции, которая его быстро арестовала.  

Позитивность влияния акционизма является спорной и критикуется как властью, так и художниками за эпатирование и выпячивание фигуры перформера, которые не меняют политическую ситуацию, не предлагают никаких конкретных решений, но только саботируют публику. Тем не менее сама постановка вопроса в виде живого тела противопоставляемого символическому порядку, устанавливающего границы того, что можно делать и говорить, а что нельзя, является как бы критическим взглядом общества на самое себя и представляет ценность. Так согласно Д.Батлер, которая предложила свою теорию перформативности, тела как таковые, в их молчаливом пространственном присутствии имеют значение и несут политический смысл, а режим того или иного государства определяется тем, где и при каких обстоятельствах тела присутствовать могут, а где и при каких – нет.  

  • Советская анимация – это настоящая кладезь искусства, в которой можно найти самые разнообразные сюжеты: фантастические, сюрреалистические, социальную сатиру, утопии и антиутопии. Конечно же и военная тема не могла ускользнуть от зорких глаз аниматоров. Мультфильм 1977 года с тяжеловесным названием «Полигон», снятый Анатолием Петровым по фантастическому рассказу Севера Гансовского представляет собой десяти минутную ленту, созданную по особой технологии фотографики.  

В центре сюжета находится танк, обладающий способностью читать мысли людей. Чтобы активировать режим защиты, танку необходимо уловить импульс ненависти, желание уничтожить танк, идущее от человека. И наоборот, чтобы активировать режим атаки, танку необходимо уловить импульс страха. «Противник против своей воли руководит действиями танка» – яркое утверждение демонстрирующее взаимосвязанность противников. В природе любого конфликта заложен скрытый симбиоз противостоящих сил, их как бы подкармливание друг друга, созависимость, соответственно и конфликт может быть разрешен только с осознанием этой глубинной связки. Танк – неорганическая, мертвая материя, воплощение смерти, оказывается наделен не просто человеческими, но сверхчеловеческими, телепатическими качествами, напоминая тем самым что то вроде Океана из Соляриса.  

Ни у военных, ни у ученого-создателя не получается ужиться с танком, поскольку все они имеют задние мысли. Только племя дикарей и дети – мультфильм завершается кадром детей аборигенов, играющих на танке – находят гармонию с этой машиной, которая является лакмусовой бумажкой, зеркальным отражением той среды, в которой пребывает. Не будем сильно концентрироваться на около-колониальном образе благородного дикаря, к которому прибегает автор сюжета. Главным является то, что если среда пронизана конфликтом, машина этот конфликт эскалирует и доводит до разрядки, до аннигиляции, а если среда спокойна, то машина не действует. Так же как во многих других научно-фантастических произведениях (вспомним, фильм «Аннигиляция» Алекса Гарленда) мы видим сценарий того, как человечество порождает сущность, которая оказывается этому человечеству уроком, демонстрирует его слабые места и границы.  


The sunset was feasting – the dawn was burning out 

Blazing in the face of a drunken enemy 

From native land to the seventh heaven 

Furiously and loudly came the sound: “Victory!” 

The sunset was feasting – the dawn was dying 

The pain receded, scarlet drops 

Fell from the cross, and dead lips 

Proudly and stubbornly whispered: “Victory!” 

I wish to stand up full-length – but there are no legs 

Squeeze my palm into a fist – but there is nothing to squeeze 

There are no more words, there are no more «us» 

There is only one thing left in the world – Victory. 

Our Victory. 

Our Victory. 

  • Soviet and Russian musician, poet and artist Yegor Letov is one of representatives of the Siberian underground and father of the russian industrial scene. Throughout his life, he created lots of art projects, among which “Grazhdanskaya Oborona» (Civil Defence), “Instruktsiya po Vyzhivaniyu” (Instructions for Survival), “Communism” and others. He is a vivid example of Soviet dissidence, since he was repeatedly undergone to political persecution and repression, and was also forced to go through compulsory treatment in a psychiatric hospital, during which he did not stop making poetry in order not to break down and not to lose the remnants of personality. 

Letov’s texts are full of existential anguish, caustic irony, black humor and metaphors that undermine the language – one of the most famous is “eternity smells like oil” – an affirmation that permeates into the root of the political-economic agenda and was expressed almost three decades before R. Nagerestani’s thoughts. 

In the text of the song “Victory” from the album “The Unbearable Lightness of Being” dead lips stubbornly whisper the word “victory”, despite the fact that the personality, along with life and body parts, disappear / are destroyed in its withering, annihilating rays. To win in spite of life, in spite of the loss of oneself, to be crucified on the cross of victory – is this the fate we want? 

Letov erodes the usual conceptual boundaries of what is meant by war. Instead of heroic pathos, we are offered a tragic view on the relationship between the individual and the system, the “heroism of defeat”. In the spirit of J. Bataille, he denies the utilitarian nature of the war and affirms the war as “unproductive waste.” Deconstructing the myth of the Second World War as a basic for the Soviet identity, he makes an attempt to turn it into a metaphysical myth, into a myth about the war as a collective trauma, thus making an attempt to reflash historical memory. Maybe an identity based on tragedy and recognition of traumatic experience has more future than one based on heroism. 

  • Born in Alma-Ata in 1957, Alexander Brener is an artist of Jewish origin and a representative of Moscow Actionism, a movement of performers characterized by transgressiveness, radicalism and provocation. Brener used to act as a kind of holy fool, arranging scandals on a variety of social and political topics. His actions are characterized by what can be described as the poetics of failure, since they were not crowned with success, but each time failed deliberately or not. According to gallery owner and art-manager M. Gelman: “All his performances were associated with all sorts of complications and often caused a lot of problems.” 

Among his actions stands out the “First Glove”, conducted in February of 1995. It was dedicated to the First Chechen War that was launched by Russia in December 1994 and lasted for two years. Brener went out in boxing shorts and gloves to Red square shouting “Yeltsin, come out” to call the president to account for the actions of the Russian troops. No one came out to his calls except the police, who quickly arrested him. 

The positivity of the influence of actionism is controversial and is criticized by both the authorities and artists for shocking effect and for sticking out the figure of the performer, who does not change the political situation, does not offer any specific solutions, but only sabotage the public. Nevertheless, even the mere formulation of the question in the form of a living body opposed to the symbolic order that sets the boundaries of what can be done and said, and what – cannot – represents a critical view of society on itself and for this reason has a value. According to J. Butler, American philosopher that proposed her theory of performativity, bodies as such, in their silent spatial presence, are full of sense and do carry political meaning. Meanwhile the regime of a state is determined by where and under what circumstances bodies are permitted to be present, and where and under which – are not. 

  • Soviet animation is a real storehouse of art, in which you can find a wide variety of plots: fantastic, surreal, social satire, utopias and dystopias. Of course, the military theme could not escape the animators’ attention. The cartoon of 1977 with heavy title «Polygon» (Proving ground), filmed by Anatoly Petrov and based on a fantastic story written by Sever Gansovsky, is a ten-minute tape created using a special photographic technology. 

In the center of the plot, we see a tank that has specific ability to read people’s thoughts. In order to activate defence mode, the tank needs to catch the impulse of hate, the desire to destroy the tank coming from a human. Conversely, in order to activate the attack mode, the tank needs to catch the impulse of fear. “The enemy controls the actions of the tank against his will” says scientist and it is a vivid statement demonstrating the interconnectedness of opponents. In the nature of any conflict lies a hidden symbiosis of opposing forces, their feeding of each other, co-dependence. Respectively, the conflict can be resolved only with the awareness of this deep connection. Tank – inorganic, dead matter, the embodiment of death, is endowed with not just human, but superhuman, telepathic qualities, thus resembling something like the Ocean from Solaris. 

Neither the soldiers nor the scientist-creator can get along with this tank, since they all have some hidden motives and unresolved tensions within themselves. Only a tribe of savages and their children – the cartoon ends with a shot representing aboriginal children playing on a tank – find harmony with this machine, which is in its nature a litmus test, a mirror-image of the environment in which it appears. Let’s not focus too much on the possible colonial references of a noble savage, to which the author of the plot resorts. More important is that if the environment is permeated with conflict, the machine escalates this conflict and brings it to a discharge, to annihilation, and if the environment is calm, then the machine does not act. Just like in lots of other science fiction works (remember for example Alex Garland’s film «Annihilation»), we see a scenario of how humanity generates an entity that turns out to be a lesson for this humanity, demonstrating its weaknesses and boundaries. 

Crueldad

Chema Madoz

Un cuchillo vendado es un objeto que no atiende al utilitarismo; sintetiza además dos acciones –un hecho dañino y su reparación– y dos espacios temporales asociados a esas acciones. Este cuchillo ilustra la portada del catálogo de Crueldad, la última exposición de Chema Madoz, que organiza el Círculo de Bellas Artes. Se trata de una imagen que viene a representar el espíritu de la muestra, en la que una selección de más de setenta fotografías (algunas de ellas inéditas), alcanzan, desde la pulcritud formal y aparente sencillez, profundidades simbólicas y semánticas abisales.

Derivada del adjetivo latino crudelis, la palabra crueldad posee un sentido originario que hace referencia a “recrearse en la sangre”. Y es que las fotografías que cubren las paredes de la sala Picasso del Círculo atraviesan el plano poético y, a veces, humorístico, característicos de la obra del fotógrafo madrileño, Premio Nacional de Fotografía, para desbordar la dimensión inquietante que puede albergar lo cotidiano, lo doméstico.

Coincidiendo con el montaje de Crueldad, que se inauguró el pasado 16 de septiembre y que podrá visitarse hasta el 21 de noviembre, aprovechamos para charlar un rato con Chema Madoz. En el siguiente vídeo podéis ver un extracto de la conversación, en la que abordamos cuestiones como la concepción de la poesía visual como ejercicio de comunicación (tal y como sostenía Joan Brossa), la dimensión innegablemente cruel de la humanidad, los diferentes procesos de trabajo sostenidos tras cada una de sus fotografías (desde la intervención en un paisaje hasta la manipulación de un esqueleto animal) o la relación de Crueldad con la literatura y, en concreto, con el corpus textual* que la acompaña. 

* En Crueldad, cada imagen se acompaña de un texto elaborado o rescatado, que se puede leer en los códigos QR que acompañan a cada fotografía y en el catálogo editado para la ocasión, con textos de Juan Barja, Patxi Lanceros y Oliva María Rubio.

Ironía y capital en el mundo cultural

Fotograma del anuncio "Pepsi, The Choice of a New Generation" en el post "Ironía y capital en el mundo cultural" de Lola Rodríguez Bernal
Texto de Lola Rodríguez Bernal

En Apariencia desnuda: la obra de Marcel Duchamp, Octavio Paz describe la actitud artística del autor como ‘’una ironía que destruye su propia negación y, así, se vuelve afirmativa”[1]. Para el mexicano este talante irónico venía a diluir los binomios que hasta ahora habían dividido la historia del arte en alta y baja cultura; en arte culto y vulgar. Así además la confluencia de géneros, la búsqueda por lo híbrido, el collage; la autoconsciencia y el abandono de la autoría: todas estas características propias del arte de principios del siglo XX se concentraban en este concepto de metaironía. Obras como La novia desnudada por sus solteros son un claro ejemplo de esta nueva forma de hacer arte. Casi cien años después de su aparición, ¿en qué situación se encuentra esta actitud irónica en el mundo del arte y la cultura?

La novia desnudada por sus solteros, o El gran vidrio (1915-1923). Marcel Duchamp

En Algo supuestamente divertido que nunca volveré hacer, David Foster Wallace responde a esta pregunta en un pequeño ensayo llamado E Unibus Pluram, donde explica cómo la televisión había absorbido esta ironía en sus producciones. La actitud que inicialmente buscaba la ruptura del yugo de la historia del arte anterior a Duchamp ahora se habría integrado en las grandes narrativas posmodernas. Estas ahora se rebatían contra la hipocresía de la televisión de los años cincuenta, sesenta y setenta, donde las cualidades que se celebraban eran precisamente lo sentimental, lo ingenuo y simplista. La ironía se había extendido; sin embargo, el talante dinámico y operante de la propuesta duchampiana se había perdido en su integración: el uso de la ironía pasaba a ser un ejercicio discursivo totalmente parapléjico y desprovisto de cualquier indicio de transformación del mundo. Todo aquello que salía de la caja negra ahora se cubría de un discurso paródico que distanciaba al espectador de sus propios actos. Y es que Joe Briefcase -como Foster Wallace llama en el ensayo al americano normal, trabajador y silenciosamente desesperado– no era -o es- tan estúpido como parece. La carga autorreferencial en la cultura contemporánea provee a Joe Briefcase de lo justo y necesario como para encontrar aquello oculto que al resto se le niega y así, dormir un poco más tranquilo. ¡El telespectador cree ser diferente a la masa! ¡Qué burlones los juegos de la perspicacia y la sutileza irónica!

Algo supuestamente divertido que nunca volveré a hacer em(1997), de David Foster Wallace

Los anuncios, los programas de televisión, las series. Todos los productos culturales que giraban en torno al aparato electrónico establecían narrativas conscientes de su propia posición en el mundo, una suerte de para sí de la industria cultural -una vez más: gracias, Hegel-. Foster Wallace ejemplifica el uso de esta ironía con uno de los anuncios más premiados de finales de los ochenta. En él, una furgoneta blanca llega a una playa repleta de chicos y chicas con frescales atuendos estivales. Todos se muestran indiferentes a su entrada; el jolgorio y el bullicio de la juventud la deja pasar totalmente desapercibida. Sin embargo, de repente, de la furgoneta comienzan a aparecer un ejército de altavoces, amplificadores, micrófonos y todo tipo de elementos de equipamiento sonoro. Ahora, el sonido efervescente de una bebida gaseosa llega a toda la playa y capta la atención de todos los presentes. Como criaturas presas de una incontrolable pulsión, todos acudan a la furgoneta a servirse un poco de esa bebida.  Y es aquí donde entra en juego la ironía. Al final del spot publicitario, el eslogan de la marca reza: Pepsi. La elección de una generación. Mercadotecnia: etiquetas generacionales e ironía sofisticada. ¿Se le puede pedir algo más al ejercicio de diversificación del capital?

Fotograma del anuncio (1986)

Pues bien. Cambiemos por un momento el concepto de cultura televisiva por el de redes sociales. La aportación de Foster Wallace sería algo así como: en el juego de dinámicas de las redes sociales, los usuarios canalizan su visión del mundo a través de la ironía, incapaces de comunicar lo que verdaderamente sienten sin burla. Los jóvenes nacidos en los noventa -es decir, aquellos que en su infancia y adolescencia temprana vivieron el auge de los smartphone– son conscientes de las metanarrativas de la red en las que participan pero difícilmente hacen algo más al respecto. ¿Cómo de vigente se mostraría esta tesis en los llamados millennials, zinnellial o generación X?

En cualquier caso, esta sí que fue la base argumental de la ponencia Fugas del sujeto millennial: hacia la estética y la ironía, una de las muchas mesas que conformaron el congreso Fugas, Éxodos y Rupturas, que se celebró el pasado septiembre en el Círculo de Bellas Artes. La charla, que se desarrolló en formato debate, interrogó a los ponentes -Ernesto Castro y Elizabeth Duval- sobre cómo los jóvenes solo parecen ser capaces de asimilar ciertos fenómenos culturales a través de su ironización y estetización[2]. La tendencia a canalizar la realidad a través de estos dos gestos sería una consecuencia de la coyuntura contemporánea, que se traduciría en cierta imposibilidad conceptual de comprender la totalidad de la realidad, una totalidad desfasada y fragmentada. La abrumación ante tal coyuntura nos habría dejado a todos atónitos e incapaces de actuar en consonancia con el mundo. La ironía, en definitiva, se usa como una herramienta ilusionaria con la que trascender esta coyuntura donde todo nos es familiar y nada extraño a la vez.

Así, en la mesa se habló de nacionalismos y regionalismos, del viejo debate de la autenticidad y la comercialización entre el mundo mainstream e independiente, de la superación de las nociones de autoría ilustrada, la situación editorial en España y en general del mercado literario. También se habló, como no podía ser de otra forma, de los memes. Se destacó el poder que tiene el humor para llamar la atención sobre cosas o sentimientos que nos suceden en nuestro día a día e ignoramos. También de su capacidad de inclusión/exclusión dentro de un grupo -sobre el poder de la risa y su relación con la filosofía también se habló en el congreso, de la mano ahora de Iván de los Ríos y Jose Emilio Enguita, en la ponencia Senderos de fuga: de la risa, los filósofos y la filosofía-. Pero sobre todo se hizo hincapié en el trabajo que la comunidad en internet había hecho para sensibilizar y construir una consciencia sobre la salud mental de la población.

Los memes, que podríamos definir como los chistes de internet, se someten a las mismas preguntas que estos: ¿quiénes son sus autores? ¿cuántas versiones hay de cada chiste, de cada meme? ¿cuál ha sido su red de circulación? ¿cuántas modificaciones habrán sufrido con el paso del tiempo? Sin importar el creador o creadores, un meme puede literalmente recorrer todo el mundo en cuestión de días si es lo suficientemente verosímil -no olvidemos que al fin y al cabo el concepto de meme se deriva del de mímesis-. Y es que los memes se han convertido en una expresión colectiva, una fuga que ayuda a canalizar la alienación del mundo contemporáneo de forma totalmente anónima.

Los memes no tienen contenido y formato que se les escape. Su variedad, como el propio internet, es simplemente inabarcable. Y es en su diversidad donde encontramos precisamente todos aquellos flujos experimentales característicos del arte en el siglo XX.  ¿Acaso no son de partida un desafío a los conceptos de originalidad y autor? ¿no incorporan el pastiche histórico, el collage, el mash-up nostálgico? ¿no se acaban volviendo autoconscientes, autoparódicos y autorregenerativos?

Y de nuevo nos toca preguntarnos: el meme, como máxima expresión de lo irónico en la cultura de la red, ¿qué tiene de este talante metairónico en el sentido en el que nos lo ofrecía Octavio Paz? ¿Ha acabado sometiéndose a este concepto de ironía del que nos habla Foster Wallace? No parece que al menos sea la clave definitiva para la transformación de la sociedad; o siquiera que contribuya para pensar en otras alternativas posibles al capitalismo tardío -como explica Mark Fisher en Realismo Capitalista-. También en este sentido, Foster Wallace llegó a decir que ‘’la ironía posmoderna y el cinismo se han convertido en un fin en sí mismas, en una medida de la sofisticación en boga y el desparpajo literario.’’[3]. Paradójicamente, la actitud irónica habría acabado teniendo las mismas dinámicas que el propio capital, es decir, la tautología y la autorreproducción. ¿Supone esto el final definitivo, el final de cualquier tipo de esperanza ante la destrucción masiva del capitalismo?

Quizás es todavía demasiado pronto para afirmar algo así. En cualquier caso, esta coyuntura le suma otro reto a estos jóvenes nacidos en los noventa, que no solo tienen que superar esta ironía nihilista-paralizante, sino también afrontar la situación precaria en la que se encuentran. Sin ir más lejos, la Comisión Europea anunciaba recientemente que durante el mes de agosto de 2020 el paro juvenil en España alcanzaba el 43.9% de su población, mientras que la media europea se encuentra casi en un 19%. La juventud se enfrenta ya a la particular ironía de sus propias experiencias vitales, y en concreto, a su experiencia laboral y de toda dimensión relacionada con la estabilidad y seguridad material.

¿Cómo se supone que voy a encontrar trabajo, si todas las empresas piden experiencia laboral? ¿Cómo voy a dejar de prescindir de mis padres, cuya calidad de vida, por cierto, está muy lejos y muy por encima de mi horizonte material? Estas situaciones son para muchos la ironía más cruel, torpe y alienante de sus realidades, más que ninguna otra. Y es que a veces la realidad ya es lo suficientemente angustiosa, desconcertante y sobre todo irónica por sí misma.


[1] Paz, Octavio. Apariencia desnuda. La obra de Marcel Duchamp. Era, México, 1985

[2] Aunque Foster Wallace no le da el mismo nombre, a parte de esta actitud irónica también  presupone cierta estetización del mundo contemporáneo en la cultura televisiva americana. En el ensayo se refiere a ella como la narrativa de la imagen.

[3] Burn, Stephen J., Conversaciones con David Foster Wallace, Pálido Fuego, Málaga, 2012

Alfonso Berridi: el susurro de la acción.

La búsqueda de identidad en la vida cotidiana.

Texto de Julia Blanco Martínez (contratada predoctoral del Dpto. Filosofía UAM) y Daniel Rodríguez Castillo (graduado en Hª del Arte y Filosofía. Máster “Mercado del Arte”).

El arte de Alfonso Berridi celebra el presente, lo cercano, lo cotidiano, lo familiar y, a su vez, abraza el ámbito de lo social, lo colectivo y lo cultural. Fundamentalmente lo hace a través de la figura humana, tanto en su obra gráfica, como su escultura o su ilustración.

Desde la primera década de 2010, Berridi encontrará acomodo en la figuración. Una figuración nacida fundamentalmente del dibujo y la ilustración, ámbitos que dominaba, y algunos de cuyos frutos podemos encontrar hoy en la muestra que el Círculo de Bellas Artes de Madrid acoge en su seno, cuyo título Alfonso Berridi. ¿Qué hacen y quiénes hacen? nos predispone a reflexionar sobre objeto(s), agente(s), acción(es).

Todo arte y toda investigación e, igualmente, toda acción y libre elección parecen tender a algún bien[1].

Resulta inevitable pensar en Aristóteles al abordar una reflexión sobre la acción humana. En estas primeras líneas de su Ética Eudemia encontramos dos claves que recorrerán el pensamiento filosófico sobre las acciones humanas: la intención y el sentido. En primer lugar, descubrimos que para Aristóteles no tiene sentido hablar de acción sin apelar como fundamento de este concepto a la intencionalidad.

Toda acción está orientada en una dirección, supeditada a un fin. En el caso del ser humano, este fin puede y es a menudo elegido libremente. Esto nos permite, en un contexto social, ser reconocidos por los miembros de nuestra comunidad y convertirnos en sujetos de responsabilidad. Algo tan sencillo como desenvolvernos en el desempeño diario de nuestras acciones más cotidianas constituye el germen mismo de la construcción de nuestra identidad. En cada acción nos posicionamos, nos singularizamos. En este reconocimiento da comienzo la construcción de nuestra propia identidad. Toda la tradición filosófica comprendida bajo el título general de filosofía de la acción, desde Aristóteles, David Hume hasta Elizabeth Anscombe y Donald Davidson se ha enfrentado a serias dificultades para definir “acción” sin incluir la intención como concepto primario.

Hemos comenzado a comprender qué es hacer, pensando primero en qué consiste intentar, que requiere ya siempre contemplar un punto de llegada. Esta dimensión vectorial de la acción humana constituye una primera pista fascinante para abordar la importancia de las acciones cotidianas en el horizonte de sentido del ser humano contemporáneo, sobre la que quizá nos cuestiona Alfonso Berridi en la pregunta que titula esta exposición.

Artista versátil, Berridi trabaja con y sobre materiales efímeros, poco perdurables, tradicionalmente no considerados nobles, como el cartón, el cartón corrugado o las planchas de plomo. Al elegir estos soportes, se enmarca en la línea que la tradición que las vanguardias del siglo XX trazaron en el arte: un gesto político, una declaración de intenciones que, en España, adquirió una mayor fuerza expresiva con la consolidación del Informalismo.

[Signe i matèria (Signo y materia) Antoni Tapies, 1961]

Sus personajes, dignificados en tanto que han sido elevados sobre sus efímeras peanas, realizan acciones cotidianas, enigmáticas e inciertas, mientras permanecen absortos en el propio proceso de la acción; han quedado atrapados en una suerte de tiempo aristotélico, el cual definía como “el número del movimiento según el antes y el después”[2]. Un “antes” y un “después” que enmarcan un ahora que, paradójicamente, se presenta eterno y no deja de aparecerse. Cada pieza refleja la cotidianidad, el hábito, la acción de un hombre o una mujer que puede ser cualquier hombre o cualquier mujer, como el hombre del poema de Borges para quien la felicidad se presenta como una ráfaga inesperada en medio del devenir de su vida corriente.

“Un hombre trabajado por el tiempo, un hombre que ni siquiera espera la muerte […] un hombre que ha aprendido a agradecer las modestas limosnas de los días. El sueño, la rutina, el sabor del agua […] puede sentir de pronto, al cruzar la calle, una misteriosa felicidad que no viene del lado de la esperanza sino de una antigua inocencia, de su propia raíz o de un dios disperso.”[3]

Qué piensan estos personajes acerca de lo que hacen en su ensimismamiento es algo que se nos escapa. Podríamos acercarnos a las figuras aisladas en los bares de carreteras de Edward Hopper o a los silenciosos personajes románticos de Caspar D. Friedrich y plantearnos si son personajes melancólicos, tristes, ociosos, si están contemplando algo o contemplándose a sí mismos.

[Dos hombres contemplando la luna (Zwei Männer in Betrachtung des Mondes), Caspar D. Friedrich. 1819]

John Locke definía persona como “un ser pensante […] que puede considerarse a sí mismo como el mismo […] en diferentes tiempos y lugares”[4]. Durante demasiado tiempo se ha interpretado esta idea como si debiéramos acudir al acceso fenomenológico a nuestros propios pensamientos para determinar nuestra identidad como personas. Durante todo ese tiempo el intento ha fracasado y ha enmarañado la reflexión sobre la identidad humana con disputas metafísicas improductivas. Pensemos solo en cómo es posible que un concepto con tan clara dimensión pública e intersubjetiva como el concepto de persona se decida con el uso exclusivo de nuestro acceso privado e individual a nuestro pensamiento, desde la perspectiva de primera persona. ¿A dónde acudir ante este fracaso? Quizá el camino pueda comenzar recordando una idea central de la Modernidad: pensar es un caso de actuar, el pensamiento es una actividad productiva. Acudamos entonces a la acción, al origen mismo de nuestra construcción como sujetos: el reconocimiento de los demás y de nosotros mismos como agentes capaces de acción intencional, que influye y atraviesa la comunidad humana.

[Morning Sun (Sol de la mañana), Edward Hopper. 1934]

El ser humano solo puede empezar a construir su identidad en la inter-acción con el ser humano. Así ocurre con el hombre de hojalata que tanto interesó a este autor, que comienza su reflexión y su “conversión humana” cuando se mira en los ojos de Dorothy. Se mantiene inane hasta que el contacto humano de la niña activa sus mecanismos y comienza a moverse y a echar en falta aquello que le haría propiamente un humano: un corazón.

“I hear a beat….How sweet. Just to register emotion, jealousy – devotion, And really feel the part. I could stay young and chipper and I’d lock it with a zipper, If I only had a heart”[5].

Berridi nos presenta en sus obras individuos anónimos involucrados en actividades cotidianas, grupales, solitarias, mecánicas, reflexivas… Ahora podríamos decir, sencillamente: en esta exposición encontramos personas. Con eso basta.

Estos personajes están sometidos a las reglas de su propia acción, por un lado, y a las reglas que el propio marco artístico les impone, por otro. Unas reglas de la acción basadas en los movimientos internos que presumiblemente han sido ejecutados y están por ejecutar; unas reglas del arte sustentadas en el formato, el soporte, el material, el concepto, las asunciones pictóricas del autor que permiten que las obras sean lo que son. Los personajes, por tanto, son doblemente esclavos, doblemente sometidos a reglas que les vienen impuestas y les subyugan.

Sin embargo, en esta esclavitud late hegelianamente un impulso de vida que se actualiza en el ejercicio de libertad que implica la realización de una acción a cuyos frutos no tienen acceso. Las cuatro paredes que impiden su movimiento permiten el despliegue de su libertad: el sometimiento y el conocimiento de las reglas permiten que los actores desarrollen su libertad en un marco que, al mismo tiempo, les constriñe. La localización de los personajes es indeterminada. Aparecen situados en un no-lugar[6], representado por la escultura en forma de espiral. Esto centra toda la atención en la acción misma.

[Alfonso Berridi. Qué hacen quiénes hacen 0998 (2010)]

Es una acción, por ello, que excede el marco de la representación y sale de sí misma: apela a un espectador omnisciente que les otorga una libertad que, en principio, parece velada. Es una acción que rompe los límites de la institución y se extiende a la ciudad, el locus privilegiado aglutinador de experiencias. Un espacio que define continuamente sus límites en virtud de los ciudadanos que actúan en él.

Al comienzo de esta reflexión hablábamos de dos cuestiones clave en el pensamiento filosófico sobre la acción humana. Hemos tratado la intención, hablemos ahora del sentido. Charles Taylor señalaba en su deslumbrante estudio[7] sobre la construcción de la identidad humana su asombro ante la poca importancia que las ciencias naturales otorgan a un aspecto central de la vida humana: somos seres para quienes las cosas importan. Esto, unido a nuestra capacidad de reconocer a los demás como agentes, conforma los cimientos de nuestro pensamiento moral. Es parte esencial del ser humano tener reacciones morales, algunas especialmente profundas y tal vez universales, como el respeto a la vida de los otros (sean estos otros quienes sean). Taylor defiende que estas reacciones morales implican una pretensión sobre la naturaleza y la condición de los seres humanos: una reacción moral afirma una “ontología de lo humano”. Esta ontología varía notablemente en función de la cultura y el contexto histórico, articula nuestro pensamiento moral y guarda una íntima relación con nuestro ideal de vida plena. Hoy, toda articulación de una ontología de lo humano definitiva resulta problemática.

Más aún, tenemos la sospecha o incluso la certeza de que esta búsqueda de sentido nace condenada al fracaso, porque no existe un marco de referencia definitivo ni creíble. Así, temores como el miedo a la condenación eterna son sustituidos por una situación existencial en que el temor por encima de todos es el sinsentido. Pero existe un factor que no ha cambiado: sea cual sea el marco de referencia, encontramos sentido en nuestra vida al articularla. En esta búsqueda, existe un límite difuso entre el descubrimiento y la invención. Los miedos son otros en un mundo en que el horizonte desaparece, pero la cuestión del sentido está condenada a permanecer. Aunque no elaboremos un relato sistemático sobre los referentes morales que nos guían, nuestra agencia se despliega en el mundo de tal manera que nuestras acciones expresan y construyen ese sentido.

Alfonso Berridi hablaba de “incertidumbre y murmullo”: nos rodea la inquietud, el sinsentido, la duda, el absurdo, pero la incesante acción cotidiana sigue susurrando, sigue construyendo.

El artista siempre evitó articular un relato que explicitara el pensamiento detrás de su obra, lo cual otorga, paradójicamente, aún más fuerza expresiva a sus piezas, que con esta decisión quedan legitimadas para contener y expresar por sí mismas toda su potencia conceptual. Quizá en esta entrada, en la que presentamos algunas hipótesis de lectura para su obra, le estamos traicionando. Pero defendemos que Berridi nos incita a esta traición lanzándonos la pregunta: ¿qué hacen y quiénes hacen?

El arte es un buen refugio para el ensimismado más recalcitrante: un refugio en tiempo de crisis, una vía de escape en un mundo que arde. Pero también es un lugar privilegiado desde el cual actuar, un modo de transformar críticamente el mundo. Es posible hacerlo con nuestra acción cotidiana, sin grandes aspavientos o pirotecnias. Un ensimismamiento común, contemplativo pero activo, que acontece en la sociedad del momento, en el momento en que lo social, lo cultural, lo político, se está decidiendo: ahora.


[1] Aristóteles. Ética Eudemia

[2] Aristóteles, Física, IV

[3] Jorge Luis Borges. “Alguien”. El otro, el mismo. (1964)

[4] John Locke, An Essay Concerning Human Understanding. (1690)

[5] The Wizard of Oz (1939).

[6] Marc Augé acuñó este término para referirse aquellos espacios que no alcanzan el estatus de «lugar».

[7] Charles Taylor. Fuentes del yo. La construcción de la identidad moderna. (1996)

Benjamin y Sander: rostros de la multitud

FRANCISCO VEGA

Preliminarmente, podría decirse que no han constituido excepciones los momentos históricos en los que el arte ha estado trenzado íntimamente, ofreciendo sus aparentes encantos y fulgores, con las estructuras de control y dominación. Más ajustado, con todo, sería indicar que el poder ha comprendido tradicionalmente al arte como la nervadura fundamental de su incidencia sociohistórica: no los encantos de la apariencia, sino a la apariencia como encanto. No muy lejos de esta idea, en su celebérrimo Ways of seeing John Berger determinó que ha devenido ciertamente en un locus communis el afirmar que “un cuadro al óleo en su marco es como una ventana abierta al mundo”, cuando sería indudablemente más preciso señalar que “si se dejan a un lado sus pretensiones, la imagen más adecuada no es la de una enmarcada ventana que se abre al mundo, sino la de una caja fuerte empotrada en el muro, una caja fuerte en la que se ha depositado lo visible”[1].

Gobernada acríticamente por el modelo analógico de la ventana transparente, el arte debería, si seguimos a Berger, reconocerse como una caja fuerte, como una bóveda opaca y cerrada en la que han ido depositándose las continuas adquisiciones que han dado forma al patrimonio de las fuerzas hegemónicas. Con Lévi-Strauss, Berger argumentará desde esta misma perspectiva que no se habría tratado, en el despliegue de la moderna institución Arte, de representar lo situado fuera de esa idealizada y diáfana ventana abierta, sino de “tomar posesión”.

Son múltiples, como resulta palmario, las muestras que aquí podrían aducirse al respecto. En su América imaginaria, por ejemplo, y desde una clave interpretativa cercana a la recién enunciada, Miguel Rojas Mix refiere los casos —fundamentales en el contexto de los debates sobre el imaginario de la conquista y colonización del “Nuevo Mundo”—, de Frans Post y Albert Eckhout, pintores al servicio del gobernador Johann Moritz von Nassau y la Compañía Holandesa de las Indias Occidentales[2].

Denominado como “el Canaletto del Brasil”, Post desarrolló un proyecto pictórico compuesto por más de 130 cuadros que, esencialmente, buscaba transmitir las particularidades del paisaje americano a aquellos que participaban financieramente de las empresas de la Compañía Holandesa. En este sentido, y habiendo pintado solo seis de sus cuadros pisando efectivamente el territorio brasileño, el trabajo de Post fue desarrollado casi exclusivamente luego de su regreso a Europa con el objetivo cardinal de vehicular imágenes que permitieran la “toma de posesión”; imágenes que permitieran, en efecto, a los propietarios colonizadores reconocer y programar nuevos planes de trabajo en lo que entendían como sus dominios. Proyectando un Brasil “disponible”, tierra virgen y fértil, Post habría pintado, guiado siempre por esa premisa, paisajes en los que la naturaleza cubre prácticamente toda la superficie pictórica, como se puede apreciar elocuentemente en La vida en Brasil, invitando así al espectador-accionista a profundizar y extender su capital y patrimonio.

[Imagen de la vida en Brasil]

Compañero de travesía de Post, Albert Eckhout, por su parte, desplegó un trabajo pictórico que, como indica el mismo Rojas Mix, “fue el primero en establecer una diferencia de representación entre los diversos tipos étnicos y sociales que poblaban Brasil”. Como una suerte de “cronista gráfico”, Eckhout “reprodujo al indio, no como ser genérico, sino en cuanto individuo histórico”[3]. Y, por cierto, no fue distante en su motivación basal a los objetivos que guiaron, en el contexto específico del paisajismo, el trabajo de Post, pues, en efecto, en la tipología efectuada por Eckhout, satisfaciendo siempre la imperiosa necesidad de exotismo, los individuos son representados con la finalidad de ofrecer al espectador-comprador de la obra una guía que permitiera identificar y controlar a los distintos tipos sociales hallables en el “nuevo continente”, explicitando para ello sus ademanes y su temple anímico fundamentales (el negro, por ejemplo, aparece como un ser altivo y de mirada desafiante, a diferencia del Mulato).

[imagen de negro Eckhout]

Funcionarios directos de una compañía comercial, los trabajos de Post y Eckhout, en último término, registran el paisaje y la gente para facilitar y, más importante aún, intensificar, el poder hegemónico que controlaba el nuevo territorio. Imágenes-propiedad, entonces, que anulando aquello que representaban —los pueblos amerindios, la selva—, suscitaban un (auto)reconocimiento intensificado del poder y, al mismo tiempo, incrementaban su deseo de más posesión.

Ahora bien, ¿qué vínculos posibles pueden contener estas prácticas con el trabajo del fotógrafo germano August Sander? La respuesta es clara: si la práctica de Sander es compresible como un trabajo de tipología social, esta está articulada en última instancia de forma refractaria a la lógica y los marcos de legibilidad de esas imágenes-propiedad recién referidas. Las de Sander, en efecto, son imágenes que, en primer término, buscan justamente representar al otro, o, mejor dicho, a los otros, siempre en plural, abriendo una mirada etnográfica vacilante, una mirada que no estará guiada ni por la anulación (de su carácter múltiple) ni, correlativamente, por la intensificación del poder, sino más bien, y de forma inversa, por la afirmación de esos múltiples y, correlativamente, por la anulación del poder. Si la imagen-propiedad, dicho en otros términos, anula al Otro e intensifica el Poder, en Sander es posible hablar de imágenes que afirman a los Otros, la multitud, y, a su vez, que buscan subvertir las estrategias de dominación.

Fotografía del pastelero de August Sander “Gente del siglo XX”

Es a W. Benjamin, sin lugar a dudas, a quien debemos la que probablemente sea la lectura más fecunda del proyecto de Sander, un proyecto que no sin reparos podríamos entender como “estético”. Para Benjamin, en efecto, tal como se lee en su Kleine Geschichte der Photographie, en el contexto del s. XIX habría despuntado una tendencia fotográfica “científica” que, emancipándose del aura, y en conexión con los primeros fotógrafos-ingenieros, desplazaría la interrogación estética por la interrogación sobre las funciones sociales del arte [soziale Funktionen der Kunst]. Desde esta perspectiva, estos “artistas-ingenieros”, como podrían ser denominados, entre ellos el propio Sander, no harían sino retomar un impulso ínsito en los primeros fotógrafos, consistente en la preeminencia de la técnica y la función social por sobre lo artístico. Es justamente esta base conceptual, cabe destacarlo, la que permitirá a Benjamin bosquejar una de las hipótesis más decisivas de su filosofía de la fotografía, a saber: que no se trata de interrogar si la fotografía es arte o no, sino más bien si la fotografía conmociona los fundamentos desde los cuales se piensa el arte tout court. Dicho de otro modo, in nuce, no importaría la “fotografía como arte”, sino el “arte como fotografía”.

El desplazamiento de la estética operado por Sander sería al mismo tiempo solidario de un acercamiento hacia las masas y una superación del carácter irrepetible de la obra de arte mediante la copia; rasgos que articularían, en última instancia, una nueva percepción, una percepción homogénea que, esto es lo decisivo, resultaría crucial, de acuerdo a Benjamin, para establecer fisionomías, es decir, “atlas de ejercicio” [Übungsatlas], que posibilitan un entrenamiento político de la mirada. Sander, siguiendo siempre a Benjamin, desarrolla una cartografía fotográfica que es política en cuanto en tanto, alejándose de la perspectiva “estética”, entrena una nueva mirada, ejercita la apertura de nuevos ojos que resultan decisivos atendiendo a los modernos desplazamientos del poder.

El trabajo tipológico de Sander no buscaría sino mostrar a ese Otro plural, que no pertenece a nadie, que es inapropiable a las lógicas del poder, y cuya percepción sería preciso ejercitar justamente para interactuar con ella, para moverse y desplazarse en su interior. Sander, en otros términos, no hace sino visibilizar al “hombre de la multitud”, compuesto de rostros móviles que no detentan una unidad y cohesión interna y que se exponen o manifiestan fugazmente.

En el grabado que hizo Abraham Bosse en 1651 como frontispicio al Leviatán de Hobbes, el soberano encierra en su unidad y cohesión identitaria una multiplicidad de rostros. Sander, quizás, teniendo en cuenta lo recién indicado, no habría hecho otra cosa, finalmente, que mostrar que esa supuesta unidad está de suyo fragmentada y que, por el contrario, es en esa multiplicidad de rostros fugaces y ateridos donde anida la verdadera soberanía.

[1] John Berger, Modos de ver, p. 122

[2] Miguel Rojas Mix, América imaginaria

[3] Ibíd., 155

Entre falsos anda el juego: Orson Welles, Elmyr de Hory y Clifford Irving

Este mes de julio dentro del ciclo Cuentos de cine de Cine Estudio del CBA programamos Fraude (F for Fake!), de Orson Welles que se marca un fake cinematográfico en toda regla en forma de falso documental centrado en el falsificador y pintor Elmyr de Hory y en su biógrafo Clifford Irving, quien se hizo conocido también por ser condenado a dos años de cárcel por escribir una biografía falsa de Howard Hugues.

Entre falsos anda el juego, podríamos decir. Orson Welles, ya sabía lo que era quedarse con la gente tras provocar en 1938 la alarma y el pánico en EEUU adaptando La Guerra de los Mundos de HG Wells a un informativo radiofónico que contaba con pelos y señales cómo los alienígenas conquistaban la Tierra. Y ahora se lanzaba en 1973 a problematizar en torno a la autoría en el arte, a la identidad y la copia, contando la historia de Clifford Irving y Elmyr de Hory con una película que ya tuvimos la oportunidad de ver en 2013 con motivo de la exposición Elmyr de Hory. Proyecto Fake.

No tengo claro que Elmyr de Hory fuera consciente de la cantidad de debates que surgirían en torno a sus falsificaciones. Realmente De Hory tenía un don, si no, jamás se habrían vendido alrededor de 1.000 obras entre particulares, coleccionistas, marchantes y museos. Decía que pintaba «a la manera de» y con esa premisa lo hacía imitando a Picasso, Modigliani, Renoir, Degas… «Nunca he copiado ninguna obra. ¿Quién osaría decir que la interpretación no forma parte del mundo del arte?», decía en una entrevista en Le Figaro Litteraire con André Brincourt 1. Y continuaba: «Y si la pintura de los otros que hago contiene un cierto acento que solo me pertenece a mí, es precisamente porque por coquetería conservo respecto a ella una cierta distancia». Un jetilla. Pero aquí te propongo un juego. A continuación tienes a Jean Hébuterne, modelo de Modigliani, a la que el artista retrató en numerosas ocasiones. Uno de ellos está falsificado. ¿Sabrías decir cuál? Al final del texto doy la solución.

 

Pero ¿te imaginas que alguien como Elmyr de Hory hubiera sabido imitar a un desconocido y que finalmente la fama y las ventas millonarias fueran para él? En ese caso, ¿podría ponerse en duda también su valía presuponiendo que el original nunca fue capaz de vender un cuadro o al menos ser valorado positivamente por un experto? ¿Qué hace buena a una obra en cualquier caso? ¿Es la firma la que prevalece sobre cualquier obra de arte? ¿Necesitamos de la certificación de que algo es bueno porque ya ha sido reconocido previamente a través de su firma por nuestra ignorancia, falta de criterio o por miedo a la hora de emitir un juicio?

Sin embargo, Elmyr no vendía con su estilo, pero sí con el de otros y lo hacía con y sin firma, algo que en sí es contradictorio porque al no ponerla, ¿no se está pidiendo que se firme? Algunos marchantes le pedían cuadros a la manera de otros pintores, le pagaban poco y después se forraban ellos. «¿Pero yo qué puedo hacer?» se defendía. Al final le pillaron y pasó un tiempo en la cárcel en Ibiza, donde residió al final de su vida. «¿Debo ser castigado porque tengo la posibilidad de montar en distintos caballos mientras los demás solo montan en uno?». No parece que negara el carácter lucrativo de sus acciones. Por amor al arte habría seguido trabajando su estilo en lugar de plagiar.

Lo que sí consiguió es poner en duda las bases de una maquinaria del mercado que movía mucha pasta por todo el mundo. En ese momento en el que había verdadera locura por el arte, estas falsificaciones aceptadas como verdaderas, fueron una lección de humildad para esos supuestos expertos que establecían qué valía y qué no (2). La realidad es que no fue ni de lejos un caso aislado. Christopher Reed, editor de Harvard Magazine hasta 2007, contaba que Thomas Hoving, que estuvo 10 años como director en el MOMA, decía: «Habré examinado unas 50.000 obras de arte de todos los campos. Un amplio 40% de ellas eran o bien falsificaciones o bien obras restauradas tan hipócritamente o mal atribuidas que, para el caso, es como si fueran falsas».

«El artista actual —dice Fernando Castro (3)— está condenado a copiarse a sí mismo o bien a reprogramar obras existentes. Se utiliza lo dado en una estrategia semejante a la del sampler: el artista es un remixadorHay que darle un valor positivo al remake sin, por ello, caer en el alejandrinismo cool»

En torno a la exposición que en su momento el Círculo dedicó a De Hory se encontró con un problema curioso, y es que, al falsificador le habían salido otros que le imitaban a él. Ironías de la vida. El CBA realizó por entonces un montaje audiovisual que bajo el nombre de Historias como cuerpos, cristales como cielos, profundizaba acerca de la identidad humana, de cómo somos copia y original, de cómo todos fingimos en la vida y cómo nos ofrecemos a los demás con una máscara. ¿Somos realmente lo que somos? La labor de Elmyr de Hory fue, premeditadamente o no, fundamental para provocar un terremoto en los cánones de la crítica artística y quizás para que los artistas pudieran autocuestionar su trabajo frente al mercado del arte. Terremotos necesarios para pararse a pensar. Es irónico que esa falsa realidad del proceso artístico fuera falsificada al mismo tiempo.

En el mundo del cine, por ejemplo, se han copiado estilos de rodaje, formatos, personajes, guiones… y la autoría no se ha cuestionado tanto aún moviendo mucho dinero. Y se hacen remakes a diestro y siniestro, sin pudor.

También es fascinante pensar en quién era realmente Elmyr de Hory, quien utilizó hasta 60 pseudónimos en su vida. ¿Pudo alguien conocerlo realmente, pudo conocerse a sí mismo si es que conocerse está a nuestro alcance? En este sentido, me encanta el término de identidad confusa (4).  Con Irving tuvo una polémica curiosa porque este le escribió una biografía a partir de su amistad —parece que real— en Ibiza. Aunque es probable que muchos de los datos incluidos fueran verdaderos, realmente es difícil poner la mano en el fuego por ambos. ¿Era verdadero o falso, parcial o totalmente, lo que contó De Hory, así como lo que escribió después Irving que ya había sido denunciado y enjuiciado por falsear la biografía de Howard Hugues? De Hory denunció que la biografía no era autorizada, pero no queda claro si fue por despecho, ya que al parecer no vio un centavo de las ventas, o si es que realmente se arrepintió de la misma. El falsificador estafado.

Todo esto sirve para poner en contexto la estupenda F for Fake! (Fraude) de Orson Welles. ¡No te la pierdas! ¡Ah! El cuadro falsificado por Elmyr de Hory a la manera de Modigliani es el de la derecha, el otro, es auténtico. Pero, supongo que ya lo sabías ¿no? 😉

 

  1. Entrevista incluída en el catálogo descargable de la exposición Elmyr de Hory. Proyecto Fake!. Procede de una publicación de Le Figaro Litteraire en la que el periodista André Brincourt entrevista a De Hory. La traducción la hizo la Galería Orfila, que fue la primera en exponer a Elmyr de Hory en 1973.
  2. Christopher Reed decía que «las falsificaciones también nos enseñan sobre la falibilidad de los expertos; son, quizás, una necesaria lección de humildad» ¡Error! Texto de Christopher Reed, editor jefe de Harvard Magazine, publicado en Minerva 23 y traducido por Ana Useros.
  3. Compulsiones paródicas. Fernando Castro en Minerva 23.
  4. Juego de verdades. Dolores Durán Úcar, comisaria de la exposición Elmyr de Hory. Proyecto Fake!

 

Bonifacio. La cicatriz interior sigue sin curar.

El 19 de junio de 2018 haría 85 años el pintor y grabador Bonifacio Alfonso, Boni, que murió el 11 de diciembre de 2011. Fernando Castro Flórez nos recordaba recientemente la joya que tenemos guardada en la mediateca del CBA y en el canal de Youtube, Bonifacio. La cicatriz interior, un maravilloso documental elaborado por el equipo del Círculo en su propio taller de Lavapiés en 2007, que ahonda en la personalidad de este genial artista, uno de los más influyentes en España del siglo XX. Quizás con este visionado nos podamos quitar ese prejuicio a la hora de hablar de “alta cultura”. Porque el trabajo de Bonifacio mereció el Premio Nacional de Grabado 1993 o el de las Artes de la Comunidad de Madrid en 2005, se expuso a lo largo y ancho de toda Europa y en México y sus obras forman hoy parte de colecciones en el Museo Reina Sofía, Museo de Bellas Artes de Bilbao, Museo Patio Herreriano de Valladolid, Colección Testimonio de La Caixa, Fundación Juan March, Patrimonio Artístico de Kutxa Fundazioa, Museo Británico de Londres, Fundación Antonio Pérez… Sin embargo, nunca se le ha tomado en serio como pintor dentro de la profesión, ni ha sido un personaje especialmente conocido a nivel popular. Solía decir que «al pintor que se le ve demasiado, es que pasa poco tiempo en el estudio». A lo mejor esa sinceridad, le costó vivir, a él, no a su obra, de manera underground, sobre todo en Madrid, pero se le veía disfrutar con ello: «Yo nunca he sido un profesional de la pintura, sino un aficionado. Y continuaré siéndolo mientras viva».

 

Antes que pintor y grabador, Bonifacio fue novillero (le chiflaban los toros), músico de jazz y pintor de brocha gorda, trabajo que perdió porque dibujaba en exceso y un buen día le pillaron saliéndose del guion. Pero como no hay mal que por bien no venga, su jefe, que le vio dotes artísticas, le recolocó en un estudio haciendo carteles en comercios. Si bien no era la panacea, al menos tenía la posibilidad de explorar otros espacios cromáticos y más tiempo para desarrollar su don para el dibujo y la pintura.

En 1955 se presentó al Premio de Pintura de San Sebastián. «Un Cristo cubista estaba haciendo; ni yo me lo creía». Y lo ganó. «Así tiene que andar la pintura –le decía su abuelo con sorna– si a ti te han dado el 1er premio por eso». Se matriculó entonces en la Escuela de Artes y Oficios, donde por fin tuvo esa formación que siempre había venido de forma autodidacta.

Posteriormente, se hizo un nombre vendiendo cuadros a Chillida, conoce en París a Antonio Saura con el que Bonifacio mantendrá una excelente relación; los dos eran muy divertidos en la distancia corta y se llevaban estupendamente, como hermanos. Expuso aquí y allí y acabó por trasladarse a Cuenca con toda la pléyade de artistas no figurativos. Juana Mordó se convirtió en su mecenas para ayudarle a dar el salto a Europa. En los 90 se trasladó a Lavapiés, en Madrid, ya con un nombre en el mundo del arte, pero desconocido para el gran público. Le llamaron también para encargarle 26 vidrieras en la Catedral de Cuenca. «En invierno hacía un frío de la leche ahí colgado con una cuerda».

Una de las cosas que más llamó la atención de todo el mundo fue el uso que hacía del color. Miguel Galanda destacó «sus colores chirriantes y ácidos, esos verdes rarísimos». El mismo Bonifacio era más explicativo: «El verde lechuga ese asqueroso, a mí me gusta muchísimo». Lo cierto es que un hombre que vivió de niño la Guerra Civil, que perdió a su padre fusilado, que vivió en San Sebastián, una de las ciudades donde más llueve de España, lejos de adaptar en su pintura colores habitualmente vinculados a la tristeza o al horror, destacó por una policromía abundante, en algunos casos hasta excesiva. «A mi –decía Boni– me gustan los cuadros con colorines, no uniformes». Y apostillaba de forma muy concisa –siguiendo con un lenguaje no tan policromático–, blanco y en botella: «A mí la pintura tenebrosa, la negra, la goyesca, pues no sé, no me llama la atención. Pintar en negro es jodido».

Sus explicaciones sobre arte estaban lejos de esa corriente canónica moderna y, por contra, eran mucho más cercanas al lenguaje de la calle. Sobre Matisse y esa cromática tan potente que utilizaba y que tanto le gustaba decía: «Ves sus libros y dices, ¡joder este hijo de puta… hasta que he descubierto yo eso! Estos colores tipo azul ultramar y tal, los hace sobre blanco. Y es que, con blanco y amarillo, se saca brillo».

Siempre modesto con su trabajo, aseguraba que «los cuadros ni se terminan ni hostias: se abandonan. Si nunca sale lo que uno quiere… Yo me voy a la cama pensando siempre que no sale. Y si pienso que he acertado, lo borro, y a veces borrando por accidente, sale algo que más o menos me gusta; el accidente me interesa un huevo». Y añadía: «Algunos cuadros con los que no puedo más, los castigo y los pongo contra la pared; al cabo del tiempo los miro y digo, pues no están tan mal, parece que se terminan solos. ¡Esto de la pintura es más raro que la hostia!». Era un inconformista nato y eso le llevó a seguir interesándose por mejorar: «Tengo que estar aprendiendo hasta que la espiche», decía.

Boni, como lo llamaban los que le conocían mejor, era inclasificable, pero quizás sí tendría un hueco como maestro artístico de la sabia y universal Escuela de la calle, no en vano frecuentaba más el bar de menú de debajo de su casa en Lavapiés, que las reuniones artísticas. Terminamos con un grandioso colofón, válido para cualquier artista en ciernes. «Cuando me pongo a pintar lo hago por intuición, no sé por qué lo hago; por instinto, como la música de jazz, improvisas… Haciendo es como salen las cosas. La inspiración, como decía aquel, son 10 o 14 horas de trabajo […]. Pero tampoco soy de esos de ¡ains!, es que yo si no pinto me muero, ¡pero qué cojones te vas a morir! Si hay más cosas que hacer que la puñeta, hombre».

Si fuera todo tan fácil, ¿verdad?

AQUÍ puedes ver el maravilloso documental La cicatriz interior, que grabamos con Bonifacio en su estudio de Lavapiés en 2007. 
En el CBA tuvimos el honor de acoger una exposición de Bonifacio, En los campos de batalla, cuya información tienes aquí.
Además, publicamos un dossier especial en la revista #Minerva5 con varios artículos que hemos referido y enlazado a través de citas en este artículo.

 

Antoine D’Agata

Antoine d’Agata (Marsella, 1961) es fotógrafo y director de cine. Miembro de la agencia Magnum Photos, en su obra puede intuirse una huella ?ya lejana? de su aprendizaje junto a Larry Clark y Nan Goldin en Nueva York. Sus fotografías exudan una sensibilidad extrema y una manera de estar en el mundo inmersa en la intensidad y alejada de la sencillez. Y es que para d’Agata, que se ha perdido con su cámara en mil ciudades y mil noches para volverse a encontrar, la fotografía, más que un arte, es puro activismo político.

Dentro de la última edición de PHotoESPAÑA, el fotógrafo galo expuso en el Círculo de Bellas Artes Corpus, un conjunto de textos, imágenes y varios audiovisuales que reconsideraba la trayectoria de un hombre de vida excesiva, protagonista de sus propias imágenes. Corpus fue una de las muestras seleccionadas por Alberto García-Alix (Premio Nacional de Fotografía) en la carta blanca que le otorgó el festival, a la que tituló Exaltación del ser.

En la siguiente entrevista, que será publicada íntegramente en el próximo número de la revista Minerva, d’Agata expone su particular filosofía de la imagen: nos habla, entre otros temas, de la importancia de la acción, de la responsabilidad y de la entrega, en detrimento de la estética; de su excepcional y polémico papel dentro de la agencia Magnum; de la fascinante omnipresencia de lo visual en la sociedad; y de su profunda necesidad de acompañar sus fotografías de palabras y explicaciones.

El salto de Léucade

Se trata de una de las piezas más representativas del Círculo de Bellas Artes y, aunque son numerosos los visitantes que acuden expresamente en su búsqueda, para muchos otros constituye un inesperado (y agradable) descubrimiento. Hablamos de la escultura El salto de Léucade, del vallisoletano Moisés de Huerta. Una de las mejores muestras de la calidad artística que atesora el Círculo.

La amplitud del espacio que conforma La Pecera, donde se encuentra ubicada la obra, conduce nuestra mirada hacia los elevados techos cubiertos por los lienzos de José Ramón Zaragoza, las enormes lámparas que inundan de luz el salón, las imponentes columnas o los grandes ventanales desde los que se fisgonea la vida de Madrid. Una vez en este espacio, no es difícil tropezar con el mármol esculpido y hacerse algunas preguntas: ¿quién es?, ¿cuál es su historia?

Aún recuerdo mi descubrimiento de El Salto de Léucade. Al verla me sentí sorprendido a la vez que un poco avergonzado: mi primer acto reflejo fue desviar la mirada de ese cuerpo desnudo. Es en una segunda fase cuando comprendes que esa bella joven yace ahí por ti, que alguien ha elegido ese lugar para que tú la encuentres, para que te sientas como un explorador que encuentra un tesoro escondido. Y aunque habrán sido miles las personas que la han admirado a lo largo de décadas, en ese momento solo tú la conoces, solo tú la has visto, solo tú sabes dónde está y, por ello, tienes el deber de guardar el secreto, si no quieres que alguien te arrebate esa vivencia.

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