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Cartoncillo

1939. 17 x 33 cm.
Colección Carlos Velasco

Armando López Salinas

Leo el cartoncillo fechado en 1939. «La entrada en Madrid. Un juego nacional». Y a mi memoria llegan los versos que escribiera Cernuda dos años antes cuando generales felones, terratenientes, obispos y banqueros se levantaron en armas, rezos y dinero para derrocar la República nacida el 14 de abril de 1931. «Un contingente de mercaderes y de histriones / al acecho de este loco país, está esperando / que vencido se hunda / solo ante su destino».

Sí. propaganda y publicidad de un producto llamado fascismo. Sí, eran tiempos de hambruna, sopas de Auxilio Social, de ir a la puerta de los cuarteles a la busca de los sobrantes del rancho. Tiempos de piojos, sarna, tuberculosis y tifus exantemático. Tiempos en que bandas apostólicas, protegidas por curas y gobernadores civiles, al grito de «viva Cristo Rey» golpeaban a las parejas de novios que se besaban en el Parque del Retiro. Tiempos en que a las mujeres republicanas, rojas, se les cortaba el pelo al cero o se les obligaba a beber aceite de ricino para que defecaran piernas abajo mientras los defensores de la fe, la moral y las buenas costumbres reían a carcajadas en los cuartelillos de Falange Española donde se practican tales «juegos nacionales».

Sí, en la memoria, la entrada en Madrid de las tropas franquistas, las cuerdas de presos políticos que iban a conventos convertidos en cárceles, a campos de fútbol, a penales cuyos nombres no recuerdo. Porlier, Santa Rita, Comendadoras, Ventas, Alcalá, Ocaña, Palencia, Santurrarán... nombres éstos y otros para una historia de la infamia. Días, meses, años, de torturas, de toda suerte de sevicias policiales, de fusilamientos al amanecer en cunetas, en fosas como las que ahora se están descubriendo en no importa qué lugar de nuestro país. Y así hasta 1975, año en que murió Franco.

Miro el cartoncillo otra vez y digo que la democracia en que hoy vivimos, manifiestamente mejorable, no ha mucho tiempo fue dictadura fascista, «miedo envuelto en ira», al decir de D. Antonio Machado. Y digo también que las libertades no vinieron llovidas del cielo, que no fueron traídas por un Borbón cualquiera, sino por la lucha de muchos españoles, hombre y mujeres, que en el empeño pusieron demasiadas veces la vida en juego, y siempre su libertad. Una libertad que, valga la paradoja, podía habitar tras las rejas carcelarias. «No, no hay cárcel para el hombre / no podrán atarme / este mundo de cadenas / me es pequeño y exterior», diría Miguel Hernández.

Armando López Salinas

(Madrid, 1925)
Miembro histórico del Partido Comunista de España y escritor adscrito por la crítica a la corriente del realismo social, fue subdirector durante muchos años de Mundo obrero y es autor de clásicos como La mina (1959) o Caminando por las Hurdes (1960), este último en colaboración con Antonio Ferres.