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EL FUTURO DEL RASCACIELOS

Marina City

Fuensanta Nieto y Enrique Sobejano

En ocasiones los edificios que nos atraen, los que más nos sorprenden y hacen reflexionar, no son aquellos que reflejan nuestro modo de proyectar o reafirman nuestra posición ante la arquitectura o la ciudad.

Paradójicamente, algunas obras que consideramos diferentes y alejadas de los planteamientos a los que creemos sentirnos más vinculados, llegan a trascender la impresión inicial y se convierten en motivo de admiración e influencia. Es una contradicción que hemos experimentado con extrañeza en determinados edificios, como –inesperadamente para nosotros– las torres de Marina City. Estos inusuales rascacielos cilíndricos frente al río de Chicago, construidos por un arquitecto menor en la historiografía moderna como es Bertrand Goldberg, no nos parecían en principio un modelo al que prestar atención cuando, como estudiantes en Estados Unidos, los vimos por primera vez, o cuando, muy recientemente, volvimos a visitarlos con otra perspectiva temporal. Pero, puesto que no creemos que las afinidades se den por coincidencia, el análisis y conocimiento más profundo del edificio nos ha ido haciendo comprender que el proyecto de las Marina Towers es capaz de sorprendernos aún –medio siglo después de su concepción–, por la condición enormemente contemporánea de las cuestiones que plantea. Como ocurre con las más originales obras arquitectónicas, es concreta a un tiempo que utópica, se adelanta a su época pese a que tal vez sólo pretendió ser pragmática y actual. Nos habla de claridad estructural, de combinatoria y repetición, de hibridación de usos, de densidad y escala, de movilidad e infraestructuras: características todas ellas de la más radical contemporaneidad, en definitiva.

En Chicago, donde Louis Sullivan y sus coetáneos crearon los primeros rascacielos, y donde Mies van der Rohe construyó sus claros manifiestos en bellos esqueletos de acero y vidrio, las torres de Goldberg suponen una indudable y rotunda expresión de las posibilidades estructurales del hormigón. Consideradas durante años por la crítica como muestra de una arquitectura kitsch, no poseen, sin embargo, ornamento aplicado, como los edificios de la Chicago School; en realidad, se trata de estructuras racionales y directas en las que las decisiones formales implican múltiples ventajas funcionales y económicas. Para la ortodoxia dominante en los años sesenta, el formalismo de su planta en forma de pétalos de flor resultaba una provocación por su esquematismo, por su elemental claridad. Pero con el tiempo, las «mazorcas de maíz», como fueran denominadas desde el principio por sus habitantes, han configurado una imagen icónica de la ciudad en su encuentro con el río: dos torres densas y a un tiempo porosas que cuestionaron los modelos existentes e inventaron soluciones radicales. El programa de viviendas y oficinas convive con usos públicos –teatro, restaurantes– mientras que un amplio zócalo-embarcadero sirve de vínculo entre las infraestructuras de la ciudad y el verdadero protagonista del proyecto: el coche. Como había imaginado anteriormente Louis Kahn en su proyecto de grandes edificios cilíndricos para Philadelphia, la coexistencia de usos en un mismo volumen –garajes, apartamentos, comercios y espacios de trabajo– identifica los problemas de infraestructuras, densificación y movilidad como aquellos que habrían de determinar el debate arquitectónico en las décadas siguientes.

Acaso las obras que trascienden su tiempo lo hacen por que son capaces de evocar, sin pretenderlo, un futuro aún desconocido, aún por llegar. Marina City surgió como un proyecto comercial en una América pujante y optimista, donde el coche había adquirido el estatus insospechado de habitante tan presente y cualificado como el propio ser humano. Orgullosos, los vehículos aparcan en rampas helicoidales que se elevan diecisiete pisos y disfrutan de vistas impagables hacia el río y los rascacielos del Loop. Una paradoja derivada de la imposibilidad de construir bajo el nivel del río, que supone un inesperado hallazgo visual del que quizá el arquitecto no fuera totalmente consciente, una inquietante imagen poética más potente y profética que muchas otras utopías nunca realizadas.

MARINA CITY
PROYECTO ARQUITECTÓNICO BERTRAND GOLDBERG
EMPRESA CONSTRUCTORA BRIGHTON CONSTRUCTION COMPANY
LOCALIZACIÓN 300 NORTH STATE STREET, CHICAGO
DIMENSIONES PLANTAS 61 • ALTURA 179 M
CRONOLOGÍA PROYECTO 1959 - FINALIZACIÓN DE LA CONSTRUCCIÓN 1964