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Barrio del Carmelo

Navia (1995)

Cuando la televisión parecía aún capaz de convertirse en un instrumento didáctico y ameno, decidí volcar mi creatividad en el medio televisivo.

Cuando la televisión parecía aún capaz de convertirse en un instrumento didáctico y ameno, decidí volcar mi creatividad en el medio televisivo. Al cabo de unos siete años, acabé rindiéndome a la evidencia: la calidad de los contenidos avanzaba como lo hacen los cangrejos. Hasta tal punto perdí el interés por la pequeña pantalla, que los televisores desaparecieron incluso de mi obra fotográfica, en la que los había utilizado como vehículo de reflexión y autoanálisis. Observando la imagen de Navia, me doy cuenta de que hoy ni siquiera reparo en esos electrodomésticos. Así como antes constituían para mí un centro natural de reunión —«chimeneas frías», los llamó Bob Shranks—, ahora me resulta difícil recordar el lugar que ocupan en las casas de mis amigos. Esta fotografía, en la que se adivina que la única forma de escapar de una realidad dificultosa es la que representa el rectángulo luminoso, me ha producido la misma sensación que se experimenta cuando encontramos en un desván el juguete preferido de nuestra infancia. Igual que se pierde el rastro de los amigos que acompañaron nuestros primeros juegos, se borra el contorno de los objetivos que fueron primordiales. La interpretación de lo que vemos viene dada por la propia biografía. Pero no es tristeza lo que me inspira esta escena de soledad a dos recogida por Navia, sino la convicción de que para cada uno de nosotros hay muchos caminos por explorar.

MIREIA SENTÍS FOTÓGRAFA