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Cambio climático vs. capitalismo

Naomi Klein
Fotografía cortesía ED. PAIDÓS

Naomi Klein es una activista en defensa del medio ambiente que pone el cambio climático como condición innegociable para rebatir al capitalismo salvaje. La autora canadiense presenta This changes everything para centrar la respuesta ecológica  ante las políticas y tratados internacionales que están acelerando el cambio climático  y que amenazan con acabar con nuestro planeta y con millones de vidas humanas.

Fotografía de Jonas Nilss. © Creative Commons
Warm Sleepy, Occupy Wall Street. © Creative Commons
Warm Sleepy, Occupy Wall Street

LA DOCTRINA DEL SHOCK

La última vez que vine a España fue hace ocho años con motivo de la presentación de The Shock Doctrine (La doctrina del shock). Muchos ya estáis familiarizados con este libro en el que se describe una táctica bastante desagradable en la que inciden nuestras élites en momentos de shock, crisis económica, guerra, ataques terroristas o desastres naturales ligados al cambio climático. Esto consiste en tomar medidas políticas extremadamente impopulares para, con el uso de la conmoción, minar la democracia, escudándose en una supuesta imposibilidad de mantener este sistema.

Cuando terminé el libro, el director de cine Alfonso Cuarón me envió su comentario al respecto e hizo algo mucho mejor: un corto de seis minutos sobre The Shock Doctrine. Y lo mejor de todo fue el eslogan que salió de la misma: «La información es la resistencia al shock».

Si la gente entendía cómo sistemáticamente, desde el golpe de estado en Chile de 1973 hasta el 11-S, se habían estado utilizando tácticas para poner en marcha unas políticas económicas salvajes, seríamos capaces de resistir, de entender y de orientarnos mejor en momentos de transformación intensa.

Poco después de la publicación de aquel libro, tuvimos la ocasión de comprobar esta teoría de que la información es una resistencia al shock, ya que, con el colapso en Wall Street , nos vimos inmersos en una profunda crisis económica.

Cuando nuestros gobiernos rescataron a la banca que había provocado la crisis, pagando miles de millones de dólares, mucha gente fue capaz entonces de verlo como una «doctrina del shock» y advirtieron que la crisis sería un pretexto para imponer una brutal austeridad y privatizar los bienes públicos. En 2009 hubo movilizaciones en toda Europa, España incluida, en contra precisamente de esta táctica. En Italia empezó a escucharse un lema que dio la vuelta al mundo: «no vamos a pagar vuestra crisis». Mucha gente ya sabía qué estaba ocurriendo y se echó a la calle. Yo lo hice con el movimiento Occupy Wall Street, inspirado en parte en el movimiento de los ‘indignados’, que tuvo lugar aquí en España. Luchamos, pero no funcionó. El castigo económico recayó sobre los más desfavorecidos, mientras que los causantes de la crisis gozaron de absoluta impunidad.
La dificultad venía a la hora de organizar una respuesta contra la desigualdad que asentara más la democracia, basada en la construcción de un mundo más igualitario y en un cambio de valores. Hubo una pregunta que se me quedó grabada cuando presentaba aquel libro. Fue en Nueva Orleáns –que aún se recuperaba del paso del Katrina–, donde un representante sindical me dijo: «Vale Naomi, ellos tienen el capitalismo del desastre –término introducido en La doctrina del shock– ; nosotros necesitamos un colectivismo del desastre. ¿Cómo lo construímos?» 

LA BÚSQUEDA DE UNA RESPUESTA

Las situaciones de shocks, las crisis, a lo largo de la historia se han convertido en oportunidades para los movimientos progresistas. Ocurrió tras la crisis de 1929, con el colapso de los mercados. Fue entonces cuando nació la seguridad social en Norteamérica. Hubo enormes inversiones sociales y todo tipo de subvenciones para las artes, la vivienda... En poco tiempo se produjo una transformación enorme . La sociedad se estaba moviendo tan rápido hacia la izquierda que el New DealNew Deal. Política económica promovida en los Estados Unidos en 1933 por el entonces presidente, F.D. Roosvelt, que, tras la Gran Depresión del 29, trataba de plantear medidas que paliaran la escasez de recursos y el desamparo de trabajadores sin trabajo que ya no disponían de ninguna ayuda. Destacó por un incremento del gasto público y la deuda. fue un pacto para defender el capitalismo de los cambios revolucionarios. Tras la Segunda Guerra Mundial, también hubo un momento en el que países como el mío, Canadá, o Reino Unido alcanzaron la sanidad universal e implementaron otras políticas que beneficiarían a un gran número de personas. Hay precedentes históricos de crisis que han servido para reforzar los valores democráticos y en las que los progresistas han alcanzado importantes logros. Pero tras la crisis de 2008 no sucedió lo mismo. He llegado a la conclusión de que, aunque hayamos dicho muy alto lo que no queremos, nunca hemos tenido un «sí» suficientemente convincente. Nunca hemos tenido una réplica convincente frente a la narrativa de la austeridad. La gente no se fía de las alternativas.

Por eso, This Changes Everything,This Changes Everything. Autora: Naomi Klein (Editorial Paidós, 2014). Cuenta con su propia web, donde además publican «beautiful solutions», ideas ecológicas y movimientos contra el cambio climático y en defensa del medio ambiente en todo el mundo: thischangeseverything.org (Esto lo cambia todo), es mi respuesta tardía a esas preguntas y creo que parte de esta respuesta consiste en redefinir el concepto de crisis. La declaración de una crisis es algo subjetivo. Si analizamos la historia de los cambios sociales, nos damos cuenta de que se trata de la historia de las crisis declaradas desde abajo. El fin del patriarcado, por ejemplo, vino tras una crisis moral. Los cambios se impusieron dejando al margen a las élites, gracias al poder de los movimientos de masas.

El cambio climático es una crisis real, contrastada por científicos, que hay que denunciar desde abajo y trasladarla a esas élites. No podemos aceptar la teoría que nos quieren imponer de que el cambio climático es un lujo del que solo podemos ocuparnos en tiempos de bonanza, pero que, en plena crisis económica, se trata de algo secundario.

Hubo una época en la que el consumo ecológico era caro porque había sido transferido al consumidor, pero aún así tuvo éxito hasta que llegó la crisis económica. El movimiento de Al Gore fue muy hollywoodiense, con ONGs muy llamativas… Duró un par de años. El mercado desapareció para estos productos verdes en 2009. Tradicionalmente el movimiento verde de Norteamérica era muy neoliberal pero con la llegada del cambio climático, esto se convirtió en: «debes vestir así», «debes comprar esto»… Todo se percibía como bienes de consumo. Por eso mucha gente pensó que era una cosa de ricos, algo de lo que preocuparse cuando no tienes otras cosas en que pensar.

LA EXCUSA de la CRISIS

El cambio climático es el argumento más poderoso que tenemos frente al capitalismo brutal. Nuestro modelo económico no solo está afectando a trabajadores, comunidades, servicios sociales, seguridad social… como ocurre en España, sino que además es una amenaza para los ecosistemas y las condiciones de vida en todo el mundo.

El ejemplo más claro de este conflicto es la manera en la que se utilizó la crisis de 2008 para sacrificar el planeta, de la misma manera que se sacrifican tantas vidas humanas. Es comprensible que en el sur de Europa los movimientos anti-austeridad se hayan centrado en la defensa de las pensiones, la sanidad, la educación, la vivienda o la alimentación, porque son preocupaciones del día a día, pero también es cierto que esta misma lógica de la austeridad, esta misma presión económica, se ha utilizado como argumento para atacar las energías renovables, cuya transición en España se ha detenido por completo. Al mismo tiempo se han recortado las ayudas para este tipo de energías en España, Italia, Grecia, Portugal… países que, sin embargo, están inmersos en procesos de fracking para extraer gas y petróleo en las zonas costeras. En España, por suerte, se ha paralizado lo de las Islas Canarias, pero hay más frentes abiertos. Lo mismo ocurre en Italia, donde se pretende doblar la explotación petrolera en la costa, o en Grecia y Portugal, donde se está ejerciendo una presión enorme. Lo importante es destacar que, hasta 2008, Europa era un ejemplo en la lucha contra el cambio climático y todo se está sacrificando con la excusa de la crisis.

Hemos esperado tanto hasta poner el cambio climático sobre la mesa, que ahora hemos creado un monstruo, porque las emisiones han aumentado alrededor de un 60% desde que se empezó a negociar su reducción. Nos encontramos en una situación en la que no tenemos ninguna opción «no-radical» encima de la mesa.

EL CAMBIO CLIMÁTICO SÍ LO CAMBIA TODO

No llamé a este libro This Changes Everything porque piense que mi libro lo cambia todo, pero el cambio climático sí que lo cambia todo. Hagamos lo que hagamos, lo cambiará. Si dejamos que nuestra economía permanezca tal y como está, el nivel de calentamiento se colocará entre cuatro y seis grados por encima de los niveles preindustriales. Ni siquiera hemos conseguido reducirlo en un grado y ya estamos viendo resultados catastróficos: el tifón Haiyan, los huracanes Sandy y Katrina, la actual sequía en California, que amenaza con agotar las reservas de agua de este Estado... Esto es el cambio climático.

Cuando nuestros gobiernos se reunieron en Copenhague en 2009Copenhague 2009: lugar y año en los que se celebró la XV Conferencia Internacional sobre Cambio Climático., llegaron a la conclusión de que superar los dos grados de calentamiento era demasiado peligroso. Al establecer este límite, los delegados africanos realizaron protestas en la sede central de la convención, diciendo que esto sería un genocidio, porque conduciría a una masacre en el Sahara. Los Países No AlineadosPaíses No Alineados: Países dentro del Movimiento de Países No Alineados que, durante la Guerra Fría, mantuvieron su neutralidad respecto de Estados Unidos y la Unión Soviética. Pese a la Caída del Telón de Acero y del desmembramiento de la U.R.S.S., aún sigue vigente con 120 países integrantes y 21 observadores. también rechazaron este límite de dos grados, diciendo que ellos necesitarían, al menos, 1,5 para poder sobrevivir. De hecho, su consigna era «1,5 para sobrevivir». Ahora el Banco Mundial, la Agencia Internacional de la Energía y Price Waterhouse Cooper –no estamos hablando precisamente de izquierdistas radicales– están diciendo que vamos camino de alcanzar entre cuatro y seis grados de calentamiento. Esto reventaría el modelo climático y nuestro mundo físico, ni siquiera los climatólogos saben si el panorama, con un calentamiento superior a dos grados, se parecería a nuestro modelo de civilización y a nuestra sociedad organizada. Estamos hablando de poner en peligro todas nuestras ciudades costeras además de un riesgo muy alto de mortalidad.

No es que ofrezca visiones apocalípticas, ya estamos suficientemente asustados, pero el problema es que no vemos una salida a este miedo. Hay que entender que si seguimos haciendo lo que estamos haciendo, nuestro mundo físico cambiará. 

RESPUESTA RADICAL

A muchas personas no les gustan los radicalismos, pero hemos esperado tanto que ahora este cambio físico del planeta sí es radical, y estamos obligados a responder con cambios no menos radicales en nuestro sistema político y económico. La realidad es que necesitamos reducir las emisiones entre un 8% y un 10% al año desde ya. Esto pone en tela de juicio la idea del crecimiento, que es la base de nuestro sistema económico.

La razón por la cual hemos fracasado a la hora de enfrentarnos al cambio climático no es la que estamos acostumbrados a escuchar. Dicen que es la naturaleza humana, que los seres humanos somos demasiado egoístas para luchar contra algo tan abstracto, que es imposible que los gobiernos se pongan de acuerdo... Ninguna de esas explicaciones está verdaderamente fundamentada, porque si algo nos ha enseñado esta crisis económica en Europa es que la gente está dispuesta a sacrificar mucho por cosas que en apariencia son abstractas.

Mientras que nuestros gobiernos no han conseguido ponerse de acuerdo en un plan para luchar contra el cambio climático que penalice a aquellos que no lo cumplan, sí que han sido capaces de crear la Organización Mundial del Comercio (World Trade Organization)Organización Mundial del Comercio (OMC) o World Trade Organization en inglés: como reza su propia web es «un lugar al que los gobiernos miembros acuden para tratar de resolver los problemas comerciales que tienen unos con otros». con un sistema de reglas increíblemente complejo para establecer una regulación con unos objetivos claros y que hay que cumplir. Por lo tanto, sí es posible ponerse de acuerdo.

La explicación real a este rotundo fracaso es el mal momento en el que se produce, porque esta crisis ha llegado a nuestras vidas en el peor momento posible: el año 1988. En aquel año nuestros gobiernos se reunieron por primera vez para negociar una reducción de las emisiones, tan solo un año antes de la caída del Bloque del Este, que fue el momento triunfal del proyecto neoliberal. Este proyecto se basa en la privatización, en la liberalización... Es una guerra contra toda la esfera pública, que ahora llega bajo el lema de la austeridad, al mismo tiempo que se firman los tratados de libre comercio. 
Si nos vamos a tomar en serio el cambio climático, evidentemente necesitamos una importante inversión en el sector público y una transformación del sistema energético. También debemos cambiar los medios de transporte y abandonar la cultura del coche en favor de la del transporte público. Por ello, este debe ser barato, incluso gratuito, pero nada de privatizarlo.

Nuestros gobiernos están privatizando el sistema energético, nuestro sistema ferroviario... ¡Está pasando! En España el sistema energético está controlado por grandes compañías que quieren maximizar el beneficio, por lo que siempre verán las energías renovables como una amenaza a su modelo de negocio. Esto ocurre ahora con las tasas a los propietarios de viviendas que instalan paneles solares en sus tejado. Se están convirtiendo en productores de energía y para las compañías eléctricas privadas estas personas son competencia. 

EL IRÓNICO MODELO ALEMÁN

Esto no está ocurriendo solo en España; todos hemos oído hablar de la transición energética alemana. Resulta irónico que Alemania esté prescribiendo la austeridad al resto de Europa, al mismo tiempo que hace algo muy diferente. En cientos de ciudades y localidades, además son los habitantes los que han decidido –en muchos casos mediante el voto en un referéndum– tomar el control del sistema energético. Justo lo contrario de lo que Alemania le está pidiendo a Grecia en este momento, que es la liquidación de su sistema energético. Sería conveniente que los países del sur de Europa empezaran a decir a Alemania: «Vamos a dejar de hacer lo que decís y comenzaremos a hacer lo que hacéis». Por otra parte, el sistema alemán nos muestra que esta es una manera fantástica de estimular la economía y de crear empleo. Alemania ha creado 400.000 puestos de trabajo en esta transición energética. También muestra las altas pretensiones de la «democracia energética», porque se ha producido una explosión en la propiedad participativa del sistema energético a nivel local a través de cooperativas. Es una manera de luchar contra la austeridad: cuando conservas parte de los beneficios que generas y los utilizas para pagar los servicios, obtienes una ganancia real.

Al otro lado, justo enfrente, se encuentra la lógica del neoliberalismo, unas ideas que chocan con lo que tenemos que hacer para enfrentarnos al cambio climático. En este momento parece anticuado imponer ciertas normas a las grandes empresas, pero es algo que tenemos que hacer para poder hacer frente a la crisis climática. Hay que decir a las compañías qué pueden hacer y qué no, poner unos límites claros a las emisiones.

Hay que conservar las reservas naturales que hay en el subsuelo y esto es lo curioso de Alemania. A pesar de haber hecho esta increíble transición energética, el gobierno de Merkel se ha mostrado incapaz de decir «no» a las grandes compañías. Por tanto, su nivel de emisiones no está descendiendo tan rápido como debería. De hecho, en un par de años seguramente habrán aumentado. Alemania pretende poner ciertos límites al liberalismo, pero aquí nos encontramos con un conflicto. Es necesario regular a las grandes empresas e intervenir en los mercados para obtener un beneficio público y un control común de ciertos sectores de la economía que se han ido privatizando.

TRATADOS DE LIBRE COMERCIO

Otro conflicto que estamos viendo tiene que ver con los tratados de libre comercio, que suponen un obstáculo para este cambio de dirección y lo complican enormemente. Un claro ejemplo, el TTIPTTIP: Transatlantic Trade and Investment Partnership o en español, Acuerdo Transatlántico para el Comercio y la Inversión. Numerosos sectores críticos hacen referencia a estos acuerdos comerciales en los que intervienen los gobiernos y principales empresas de Estados Unidos y Europa y que tratan de liberalizar los mercados pese a las diferencias en legislaciones y derechos adquiridos por los trabajadores en Europa respecto a Estados Unidos. . Este tipo de acuerdos permite a las compañías someter a los gobiernos locales incluso cuando hay victorias populares contra el fracking, por ejemplo, o contra un gaseoducto especialmente contaminante, como ha ocurrido en NorteaméricaFracking o fracturación hidráulica es un sistema de perforación en el subsuelo en el que se utilizan agua, arena y productos químicos que suministrados con presión provocan fracturas por las que se pueden extraer, por ejemplo, gas o petróleo. En Estados Unidos ha proliferado sobremanera esta técnica que los ecologistas ponen en entredicho. Estos argumentan que es altamente contaminante y pernicioso tanto para el medio ambiente como para las personas. Una de las victorias a las que se refiere la autora es la que se produjo en el estado de Nueva York, donde gracias a la presión de distintas agrupaciones, se ha prohibido el fracking.. Estas victorias se vuelven vulnerables por este tipo de tratados. En mi país, Canadá, en la provincia de Québec, se prohibió el fracking, pero ahora nos enfrentamos a una compañía privada que dice que tiene derecho a extraer gas en Québec respaldándose en el NAFTA (North American Free Trade Agreement)NAFTA. North America Free Trade Agreement o, en castellano, Tratado de Libre Comercio de América del Norte. Fue firmado por Canadá, Estados Unidos y México y entró en vigor en 1994.
Este es el peor momento posible para entrar en desacuerdos, mientras el comercio está arrasando el planeta. Lo que está ocurriendo es una locura. Hay muchos motivos para estar en contra del TTIP, tanto por el secretismo que gira en torno a él, como por la defensa del medio ambiente. La energía nuclear, por ejemplo, no es un puente, no la necesitamos, tenemos tecnologías más baratas, eficientes, democráticas e impermeables a la corrupción, y mucho menos peligrosas, porque la energía nuclear es una amenaza para la salud humana y la ecología. Fukushima fue un ejemplo de que la más sofisticada y avanzada tecnología es vulnerable a los efectos de la naturaleza. Las energías renovables ya están listas y son mucho más baratas. La energía nuclear es muy cara y concentra el poder y la riqueza.

Estuve en Frankfurt por las protestas de BlockupyBlockupy Movement: movimiento organizado en Alemania contra la austeridad, que en marzo de este año congregó a alrededor de 20.000 personas en una manifestación en Franckfurt. Es un movimiento que ha recibido apoyos de miembros de ATTAC, Podemos o Syriza, entre otros.. Sabía que probablemente sería la única oradora que hablaría sobre cambio climático y así fue. La razón por la que asistí fue porque creo que es el momento de la unión entre los movimientos anti-austeridad y los movimientos a favor de la justicia climática. Es ridículo que sean dos conversaciones separadas sin apenas contacto. No puede haber, por un lado, huelgas contra la privatización, contra la subida del precio del transporte público y contra la privatización energética, sin mencionar el cambio climático. Es la misma conversación. Como decía antes, son las élites las que salen favorecidas si adoptamos el discurso del cambio climático como una especie de lujo.

Hemos tardado tanto que ahora debemos actuar de manera rápida y contundente. Nos enfrentamos a un conflicto que antepone el crecimiento a permanecer dentro de los límites de nuestro planeta. El cambio climático no es un problema más entre tantos otros, sino una crisis espiritual, una crisis de la civilización, una crisis de la Historia. La historia de la industria, del carbón, es la de los seres humanos que se han estado diciendo a sí mismos que tenían el poder de dominarlo todo, que podían dominar el mundo natural, que podían liberarse de la naturaleza.

Para afrontar el cambio climático hay que enfrentarse al neoliberalismo. Los científicos negacionistas siempre provienen de la extrema derecha, de las instituciones libremercadistas. Pero no es verdad que solo vaya contra el neoliberalismo, también estoy en contra de determinadas políticas de izquierdas que defienden el crecimiento económico por encima de todo. Por ejemplo, la Unión Soviética tenía unas políticas que eran un desastre desde el punto de vista ecológico. Desde mi propia perspectiva ecologista y al investigar más, yo misma he cambiado mis ideas con respecto al crecimiento económico y a los límites naturales. Este debate es dramático en América Latina, con gobiernos de izquierdas como en Ecuador, Bolivia, Venezuela, Brasil o Argentina enfrentados a movimientos extractivistas, la mayoría indígenas. Sin embargo, sí es verdad que también en estos países se está abriendo un horizonte relacionado al crecimiento económico post-extractivista, construido a partir de la sabiduría de estos indígenas, pero con ideas más modernas.

Creo sinceramente que si Alexis Tsipras hablara más con Merkel de ecología y cambio climático, la desestabilizaría mucho más que si solo, como está haciendo, le presenta sus medidas de recuperación del crecimiento económico en Grecia. 

LA RESPUESTA DE LA NATURALEZA

No es nada nuevo. Con Francis Bacon se instauró la promesa del carbón. Ya no había que preocuparse por vivir en un lugar o en otro. Los dueños de las fábricas ya no tenían que recurrir a la potencia hidráulica, podían construir sus fábricas donde quisieran. Para los constructores de barcos, la promesa era que ya no tendrían que preocuparse por si soplaba el viento. Hemos vivido durante mucho tiempo en esta fantasía de liberación con respecto a la naturaleza, esta fantasía que nos hacía creer que éramos algo diferente a lo que llamamos medio ambiente.

El cambio climático es una respuesta que llega con 200 años de retraso, porque durante todo este tiempo que hemos estado quemando carbón a nivel industrial, el carbono se ha ido acumulando en la atmósfera. No hemos mantenido una conversación unilateral con la naturaleza. Ahora llega la respuesta. No hay que asustarse, pero el cambio climático es un mensaje en forma de incendios, inundaciones, tormentas y sequías, que tratan de decirnos que necesitamos un modelo económico diferente, que se base en la justicia y en la sostenibilidad.

La realidad es que estamos hablando de un sistema económico que no solo está produciendo un cambio climático, sino que está fracasando con la inmensa mayoría de la población del planeta. La voluntad de cambio que estoy viendo en España me da esperanzas de un acuerdo entre las fuerzas que están luchando contra el sistema económico y la urgencia existencial del cambio climático. Esto nos pone una fecha límite basándonos en los datos científicos. Los plazos pueden ser muy efectivos; yo tardé cinco años en escribir este libro, pero el 60% lo escribí en los últimos seis meses antes de la entrega. Debemos ser capaces de dejar de mirar hacia otro lado con respecto a esta crisis y salir de nuestra propia negación del cambio climático. Las posibilidades de unión entre estos movimientos son enormes.
 

EL MOMENTO DEL CAMBIO

España está viviendo un periodo histórico, como los movimientos climáticos. En septiembre de 2014 las calles de Nueva York se llenaron con 200.000 personas manifestándose contra el cambio climático, una cifra cuatro veces mayor a la manifestación más grande registrada hasta el momento en relación con el calentamiento global.

En Nueva York, lo más reseñable de la última manifestación es que era una marcha medioambiental obrera y no blanca. Se ha trabajado mucho para construir una conexión entre la justicia medioambiental, el trabajo, las necesidades de la gente, las infraestructuras… así como con cuestiones de salud que afectan en mayor medida a las clases trabajadoras, porque las industrias más contaminantes siempre están más cerca de ellos. Es un movimiento de justicia climática. De hecho, «Generación Climática», un grupo que adoro en los EE.UU., boga por esto y su idea es que «la justicia es innegociable».

Estamos viendo victorias frente al fracking a nivel nacional, regional y estatal. Desde que se publicó mi libro, ya se ha prohibido en el Estado de Nueva York, en Gales, en Escocia. Se ha producido una expansión de estos movimientos en cientos de universidades, en ciudades e incluso en instituciones religiosas, pidiendo que se pongan límites a las compañías y diciendo que invertir en carbón, gas y petróleo es algo inmoral. Estamos escuchando al Papa hablar del cambio climático como una crisis moral de la humanidad y al mismo tiempo estamos viendo una ola muy poderosa de acciones anti-austeridad, no solo de activismo. Me refiero a la elección de Syriza en Grecia o al crecimiento de Podemos en España, que a su vez inspiran otros movimientos en el resto de Europa.

La próxima conferencia sobre el cambio climático que va a tener lugar en París, a finales de 2015, es una invitación para unificar todos estos movimientos y articular una transición justa, en forma de democracia energética, donde el poder sea de la comunidad. Hay que apostar por una transición donde haya un gran número de puestos de trabajo bien remunerados. Un puesto de trabajo relacionado con el cambio climático no es únicamente montar paneles solares, también es reconocer la labor de los trabajos que se están viendo más mermados en este momento como los de maestros o personal sanitario. Solo hay que estar dispuestos a dejar de mirar hacia otro lado. Hay nuevos partidos políticos y nuevas formaciones que han nacido para luchar contra la austeridad, contra los desahucios, pero este sistema corrupto no solo está echando a las familias de sus casas, sino que amenaza con expulsar a la inmensa mayoría de la población del que es nuestro hogar como consecuencia del cambio climático. No se trata de una retórica apocalíptica, es algo real. Necesitamos un movimiento que vaya más allá de esta lógica que se esconde detrás de estas dos formas de desahuciar a la población y que acabe con esa lógica desde su mismo núcleo.

Bibliografía

Esto lo cambia todo, Paidós, 2015

La doctrina del shock, Planeta, 2012

No Logo: El poder de las marcas, Planeta, 2011