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Jorge Herralde [editado]

Edición Minerva

© Fotografía Minerva

Tras recibir la Medalla de Oro del Círculo de Bellas Artes, Jorge Herralde mantuvo una amistosa charla moderada por Juan Cruz, en la que conversó con tres de sus autores: Soledad Puértolas, Vicente Molina Foix y Vicente Verdú. De esta interesante charla y de otra mantenida esa misma mañana con Fernando Guerrero, editor de Abada, junto con los alumnos de la Escuela SUR, hemos elaborado el siguiente resumen en el que recogemos los principales extractos entremezcándolos cuando correspondía. El texto editado resultante, compuesto –excepto cuando se indica– por sus declaraciones, resulta imprescindible para comprender el panorama literario de los últimos 45 años y la variada labor de un editor. En nuestros días se habla mucho de trabajadores polifacéticos, multidisciplinares, todoterreno… sin duda tomaron de ejemplo a Herralde, quien en Anagrama ha leído, editado, diseñado, publicado, promocionado,... Y lo más importante ha dado con el talento y ha construído un catálogo que todos reconocen e identifican, no solo en España sino en Latinoamérica y otros lugares del mundo. 

Incendio provocado en 1974 en la sede de Distribuciones de Enlace «otro tipo de censura practicada por ultras». Publicada en Anagrama 45 años 1969-2014, edición 2014, Barcelona
Patricia Highsmith, invitada al Festival de Cine de San Sebastián en 1983, acudió también a una cena privada en Madrid, organizada por Herralde ante la insistencia del alcalde Enrique Tierno Galván, en la que se comunicaron en francés. Tras la misma, ya sin el alcalde, fueron a tomar una copa al Hotel Wellington donde continúa Herralde «Así, al comentarle que Tierno Galván había recibido poco antes al Papa hablándole en latín, repuso lacónicamente: ‘Confío en que su latín sea mejor que su francés’. Y se tomó otro trago de whisky». Jorge Herralde en Por orden alfabético. Escritores, editores y amigos. Barcelona. Editorial Anagrama, 2006.
Pie de foto en la fiesta: 25 años de Anagrama. Rueda de prensa y cóctel en el Hotel Condes de Barcelona (1994). 1ª fila, sentados de izquierda a derecha: Vicente Verdú, Olga Guirao, Josefina Aldecoa, Álvaro Pombo, Carmen Martín Gaite, Hans Magnus Enzensberg, Salvador Pániker. 2ª fila, de pie, de izquierda a derecha: Pedro Azara, Marcos Ordóñez, Miguel Morey, Félix de Azúa, Jorge Herralde, Enrique Lynch, Lluís Maria Todó, Miquel de Palol. Más al fondo de izquierda a derecha: Llátzer Moix, José Antonio Marina, Quim Monzó, Ignacio Martínez de Pisón, Javier Tomeo, Enrique Vila-Matas, Sergi Pàmies, Jesús Moncada, Manuel Pereira, Jordi Llovet, Pedro Zarraluki, J.M. Riera de Leyva y Josep María Huertas Clavería. Anagrama 45 años 1969-2014. Edición 2014. Barcelona.
«Confesión» de Tom Walfe disculpándose por no contestar a la editorial, 1983
Carta de Carmen Martín Gaite a Jorge Herralde, una relación de amigos entre escritora y editor
Fiesta de los 30 años de Anagrama en Londres en el jardín de la casa de Christopher y Koukla MacLehose en 1999. De izda. a dcha., de pie, Jimmy Burns, Martin Amis, Julian Barnes, Graham Swift, Laurence Norfolk, David Lodge, Russell Lucas, Pankaj Mishra, Hanif Kureishi. Agachados: Kazuo Ishiguro, Jorge Herralde y Vikram Seth. Anagrama 45 años 1969-2014. Edición 2014. Barcelona

EL ORIGEN DEL NOMBRE

Cuando empecé tenía in mente una editorial supercombativa y elegí un nombre redundante, Crítica. Pero como hay gente que se dedica a registrar nombres para pedir dinero por ellos, y ya lo estaba, me pidieron 100.000 pesetas del año 68. Me alegré a posteriori porque años después salió una excelente editorial que se llama Crítica, pero que prefija demasiado el tipo de libros a publicar. Casualmente, por entonces había una colección en Feltrinelli, que se llamaba Materiali, donde se unía la vanguardia política con la cultural, y había un ensayista, Renato Barilli, al que representaba Carmen Balcells, que escribió Senso e Anagramma. ¡Pumba! Para mí fue amor a primera vista. Anagrama por la eufonía, y también por este juego dentro de un mismo cauce… 

UNOS INICIOS EN PLENA EBULLICIÓN

Después de seis o siete años de intentos y fantasías editoriales que no prosperaban en la difícil España de los sesenta, en septiembre de 1967 me fui a París con una carta de Beatriz de Moura, que entonces llevaba las relaciones internacionales de Lumen. Visité a todos los editores como futuro editor «español, antifranquista y de izquierdas». Había un propósito divulgado y conocido por la censura, y cuando empecé en el 69, en la llamada «Consulta Voluntaria», me rechazaron como sesenta o setenta títulos porque había temas tabú: Mayo del 68, la Revolución Cubana, la Revolución China, por no hablar de la Guerra Civil española, y tantos otros... En la primera etapa, aunque también publicaba literatura, era fundamentalmente ensayo de ciencias humanas y sociales, pero sobre todo de ensayo político. Varios colegas nos unimos en Distribuciones de Enlace y, casi sin decírnoslo, fuimos represaliados a conciencia repartiéndonos los territorios de la disidencia política y actuando más como cómplices que como rivales: Castellet con marxismo y catalanismo, Pedro Altares y sus Cuadernos para el diálogo, desde la democracia cristiana progresista, Alfonso Carlos Comín, eurocomunismo y diálogo cristiano-comunista, etc. Anagrama era el supermercado de la contestación heterodoxa, que iba desde Bakunin, al Che Guevara, Mao Tse-Tung, Trotsky, Rosa Luxemburgo… y al mismo tiempo, éramos una editorial underground y contracultural.

Con un grafista hicimos un logo que me gustaba y que persiste desde el año 69. Y así empezamos con tres colecciones con el mismo formato, el mismo tipo de letras, solo cambiaba el color de fondo: en naranja butano con una foto en un cuadrado central, la colección Documentos, la más política y la más desmochada por la censura; en marengo y como con una pintura abstracta, Argumentos; y en tapa dura y con la imagen del autor, Textos, con clásicos del siglo XX como Pavese, Sartre… Arrancamos con quince títulos el primer año y todos ya tenían una imagen marcada. Estas colecciones eran como piezas art déco, todas muy elegantes, muy simétricas.

En la España de Franco, Europa era una caja de resonancia, pero se adivinaban grietas y fisuras. La colección Cuadernos de Anagrama (1971) incluía reflexiones teóricas entre sesenta y cien páginas a precios muy baratos. Con el primero me llamaron de censura y me preguntaron: «¿Usted qué pretende con estos libros?». Les expliqué que no eran panfletos, sino teoría dura. Un personaje repugnante como Fraga Iribarne, llevado por motivos políticos ajenos a su ideología, permitió una cierta apertura con la llamada Ley Fraga, gracias a la cual Anagrama pudo editar libros impensables hasta la fecha. A partir de ahí, la literatura tomó la delantera.

LA ARBITRARIEDAD DE LA CENSURA PERSONIFICADA EN VICENTE VERDÚ

Sí, había ediciones secuestradas. A veces elegíamos algunas «lógicamente secuestrables» sobre los tupamaros uruguayos, pero en cambio, secuestraban libros absolutamente grotescos como el de Vicente Verdú, Si usted no hace regalos le asesinarán. Era muy arbitrario y con unos métodos pintorescos. Algunos cerraron, como la editorial Ciencia Nueva, por ejemplo. Ordeno y mando de Fraga.

Vicente Verdú:

El principio de mi relación con Jorge fue una experiencia que sin duda ha marcado todo lo demás que ha venido después. Fui tan temerario y atrevido como para irme a Barcelona con un libro rarísimo de cartulinas... era inexplicable. Manuel Vázquez Montalbán que hizo el prólogo decía: «Vicente Verdú es idiota. Yo también soy idiota». Eran unas cartulinas escritas por el dorso de una invitación de boda que se suspendió y estas me sirvieron para hacer una especie de poesía, no sé si objetiva o visual, pero sin colorines. Fui a Barcelona pensando que, aunque no lo comprendieran, tal vez lo aceptarían. Visité a cuatro o cinco editores antes que a Jorge, porque era la novia favorita y pensé ir primero a las más «feas» y dejar para el final la que más deseaba. Fui a casa de Jorge una mañana...

Jorge herralde:

Serían las doce. Me acuerdo perfectamente porque, aunque nos divertíamos y trabajábamos mucho, no éramos extraordinariamente puntuales por la mañana. Aquella debió ser de alguna noche especialmente tormentosa y llamé a la oficina para decir que no iba, «¡pero si tiene una reunión!». Me quedé en casa y llamaste a la puerta. 

VV:

Me abrió Jorge recién levantado de la cama, parecía que provenía de una noche desbaratada. Comprendo que no se diera cuenta ni de lo que le ofrecía, pero dijo: «Déjamelas». Nadie hasta entonces me lo había dicho. Con la mayor de las sorpresas acabó diciendo que lo publicaba. Fue una aventura. Lo publicamos, llegó la Feria del Libro, lo expusimos en el stand y a los cinco minutos vino la policía y se los llevó todos. Supongo que les pareció que era un ataque al Régimen. Y hasta febrero del año siguiente no gané el juicio, gracias a Gregorio Peces-Barba. 

JH:

Sí. Creo que fue uno de los primeros secuestros de Anagrama y el más chusco, el más insólito. Eran unas láminas con dibujos y unas leyendas y a veces ponía «la policía», y veías un policía, pero tampoco veías nada más. Pero pensaron: «Un libro que publica Anagrama, que entonces ya tenía un historial bastante denso en el Ministerio de Educación y Turismo, con un prólogo de Manolo Vázquez Montalbán… Esto no sabemos lo que es –porque era un poco críptico–, pero seguro que aquí hay una bomba de relojería. Nos la quieren dar con queso y no lo van a conseguir». Y lo secuestraron. Entiendo que secuestraran otros libros nuestros, ¿¡pero este!?

VV:

Esto les indignó mucho porque no lo entendían y cuando hicieron el informe en medio folio de por qué lo habían secuestrado, dijeron: «Es que es un libro imbécil». Insufrible en el sentido de incomprensible y de tontorrón, y claro, eso les sacó de quicio. Pensaban que crípticamente había un mensaje contra el poder establecido. 

JH:

Por último, no hay que olvidar otro tipo de censura, la que practicaban los grupos ultras, alentados o permitidos por el gobierno, con sus atentados a las librerías progresistas. El percance más importante y de mayores consecuencias económicas fue el incendio provocado en 1974 en la sede de Distribuciones de Enlace. 

ABRIENDO BRECHA

En los 70 buscábamos la calidad literaria, pero también un cierto tipo de pensamiento crítico minoritario, inédito y necesario. El ejemplo máximo de exploración intelectual se puede ver, por ejemplo, con uno de los galardonados con el Premio Anagrama de Ensayo –creado a principios de los 70–, Elementos de lingüística matemática, libro de Sebastián Serrano que luego adquirió fama internacional.

Los setenta fueron años de contestación política, antifranquismo con un enemigo nítido común, donde también había movimientos feministas. Teníamos una colección llamada La Educación Sentimental –arrancó en 1977–, dedicada a movimientos feministas, gays, lésbicos... Luego una colección marginal como Contraseñas –también nacida en 1977–, donde teníamos a Bukowski, Copi... En Francia el ensayo era el rey, alguien que escribiera narrativa era un memo. La narrativa experimental era muy hostil al lector. Por eso en los ochenta cuando empezamos con la colección Panorama de narrativas –1981– la cosa nos fue bien.

LA LEGÍTIMA RAREZA Y LAS MODAS

Char, grandísimo poeta francés, estimulaba a los jóvenes poetas diciendo «desarrollad vuestra legítima rareza». Es decir, autenticidad vs. conformismo exterior. También hay editores que buscamos, a través de nuestros gustos, compartir entusiasmos. 

«Editar es tocar el nervio de tu tiempo» y publicar cosas o tendencias que no publiquen otros. No seguir las modas, pero en todo caso, sí provocarlas o seguir a un autor, pero además buscar algo que no sea muy obvio y que coincida con tus gustos y deseos.

Pese a que el fenómeno de banalización es internacional, sin embargo, en todos los países hay nidos o reductos de resistencia con editoriales que batallan proponiendo un tipo de lecturas diferentes, exigentes, iluminadoras. A lo largo de cuarenta y seis años editando los conozco a todos y me fijo en lo que publican esos editores con los que hay unas afinidades. Entre ellos: Adelphi o Feltrinelli en Italia, Les Éditions de Minuit en Francia, o Éditions Gallimard, etc. Hay editoriales que sabes que, si no todo, casi todo lo que publican tiene una pertinencia. La lectura de catálogos es muy iluminadora, igual que la prensa cultural extranjera, estoy suscrito a algunas revistas desde su fundación hace treinta años. Conozco cómo respiran no solo las publicaciones, sino los críticos de estas publicaciones, de cuyo criterio me puedo fiar bastante. Se convierten así en una suerte de colaboradores involuntarios de Anagrama.

LA BUENA INTUICIÓN NO ES FRUTO DEL AZAR

Coco Chanel decía: «la moda pasa, pero el estilo permanece». En Anagrama se ve lo que la gente busca en el catálogo. Por ejemplo, en una época se lanzó el llamado «nuevo periodismo» que dejó a todo el mundo patidifuso: Tom Wolfe y Hunter Thomson. Era un periodismo mucho más vivo, literario, donde el periodista se implicaba directamente. Fue en el año 77 o 78, y todos los profesores inquietos de las facultades de periodistas tenían estos libros como su Biblia. Es una cosa intuitiva fruto de reflexiones, de investigar, de leer manuscritos... Si crees mucho en él, como en el caso de Kapus´ cin´ ski o de Chirbes, pues entonces me da igual que el público no siga: insisto en publicarlos, insisto... Y luego nuestros aliados naturales son los libreros y los periodistas culturales. En mi caso, soy un transeúnte de librerías desde que era adolescente: he visitado muchísimas, he hablado con los libreros y hay buen rollo con muchísimos de ellos, que miman el fondo de Anagrama y saben qué lectores puede encontrar. Y asimismo, también con los periodistas. Hacemos un amplio servicio de promoción a la prensa, llamadas... Durante veinticinco años yo he sido el hombre orquesta: abría la puerta, llevaba la dirección general, la literaria y era jefe de prensa. Ahora tengo ayuda a la hora de llamar a la prensa. También tengo comidas y cenas con periodistas gracias a las cuáles sé qué tipo de libros, sobre todo de autores desconocidos, les pueden interesar. 

Es muy característica también la «peste amarilla», que es la colección Panorama de narrativas, Narrativas hispánicas, que es su hermana pequeña en fondo gris claro, la colección de Ensayo... Todas son identificables. Tengo pasión artesanal y he trabajado mucho en ilustraciones de cubiertas, en contraportadas, en fajas... Otro aspecto es la promoción non stop: muchos libros en el servicio de prensa y establecer relaciones amistosas y a veces conflictivas con periodistas. Lo que es una tragedia es que un libro, ya sea mejor o peor, pero en el que siempre el autor ha puesto tanto de sí mismo, por desidia editorial no sea un libro editado y promocionado, sino un libro impreso y depositado efímeramente en una librería, y devuelto a los almacenes.

LA POLÍTICA DE AUTOR Y EL «LUCRO CESANTE»

Un lector familiarizado con los textos advierte ya en una página si hay un talento singular. Otra cosa es que ese talento progrese y se convierta en un libro o que derrape de forma que se pueda redirigir. La editorial apuesta por la excelencia y el talento literario sin ninguna otra consideración. Hemos publicado a sabiendas autores buenos pero muy minoritarios que después triunfaron. En términos bancarios, es una inversión en lucro cesante por decirlo de alguna manera. Son libros nada rentables, pero con la sospecha o la intuición de que determinados lectores en España o América Latina, creadores de opinión, detecten que la editorial persigue la calidad literaria, y de alguna manera esto contribuye a la credibilidad de la marca. Esto es lo importante; uno compra o no, pero en general te fijas en ellos. 

También, lo que uno publica debe tener un sentido porque si publica un libro excelente del que se enteran cuatro personas es un nonsense. Se puede hacer con autores jóvenes que ya se sabe que van a vender poco, pero confías en ellos; no publicas un libro, publicas a un autor. Haces política de autor siguiéndolo a lo largo de su carrera. Es muy gratificante, una apuesta intuitiva y arriesgada. En determinados casos se cumple el pronóstico, pero en otros, el autor es abandonado al segundo, tercer o cuarto libro, lo que es muy doloroso para él mismo, pero también para el editor, porque somos conscientes del dolor que causamos. Ha habido muchos casos de éxito, que fueron lamentablemente aparcados, y otros muy prometedores que tardaron en consagrarse, pero de pronto su reconocimiento es total.

Por ejemplo, Rafael Chirbes que empieza con Mimoun, finalista en el 89 de nuestro premio, y que a lo largo de las décadas se ha mantenido fuera de los circuitos de poder. Vivió en un pueblecito de Extremadura, donde pasaba los días escribiendo como un poseso. Siendo muy de izquierdas, pero muy crítico, por las noches se iba a un bar a tomarse unas copas y allí, como estaba la cultura de subvención del PSOE en Extremadura, peleaba a grito pelado con los clientes, y al día siguiente regresaba a escribir. Así lo hizo durante quince años y edificó una obra muy importante, una trilogía: La larga marcha, Los viejos amigos y La caída de Madrid, que ya le instalaron como un grandísimo autor y como un analista de la vida cultural y política de España desde la Guerra Civil hasta ahora. En Alemania, fue descubierto por el gran «pope» de la crítica televisiva Reich-Ranicki y creo que Chirbes, junto con Gabriel García Márquez fue el único que salió dos veces en el programa y las dos poniéndolo por las nubes. Se convirtió en un best seller descomunal en Alemania donde vendió diez veces más que en España. Después se fue a vivir a un pueblecito cerca de Valencia de donde era originario, y despacio publicó Crematorio, que fue un descubrimiento para mucha gente y muchos lectores, ya en España gracias a una serie de televisión bastante apta. Y ya recientemente hace un par de años con En la orilla, ganó todos los premios nacionales de la crítica, etc. Otro ejemplo sería el de Ryszard Kapus´ cin´ ski, el gran periodista polaco, maestro del periodismo por excelencia.

EL CATÁLOGO: LA OCUPACIÓN DEL TERRITORIO

Un catálogo se construye a través de la suma no indiscriminada de sus autores. En cierta manera se busca que se complementen o repelen, pero que formen parte de un todo. 

Incluir es excluir. Lo que incluyes forma parte de un catálogo, lo que no publicas es que lo excluyes. Hay libros de un cierto tipo, de un cierto género que en Anagrama no se publicarían jamás, y esto contribuye a crear una imagen más nítida, donde todo está afinado. Pero tampoco la construcción de un catálogo está toda calculada. Funciona mucho a golpe de intuiciones y de adaptarse a los tiempos sin perder el propio hilo. Es una combinación de intuición y rigor, mejor o peor calibrados. 

Hay otro aspecto interesante del que se habla poco: la ocupación del territorio editorial. Cuando empiezo en el 69, mi pulsión era la política y antifranquista. Si hubiera querido competir en el ámbito de la narrativa nacional o internacional, ya existían editoriales mucho más grandes y asentadas. Anagrama no hubiese podido competir. Pero en los ochenta, cuando empezamos a publicar narrativa, los grupos editoriales grandes estaban adormilados y uno ahí podía insertarse y crear su propio territorio.

El estilo Anagrama es muy amplio. Títulos que en cierta manera están emparentados, no necesariamente, pero que conviven y dialogan entre sí. Creo que alguien metido en el mundo editorial detecta inmediatamente lo que es un estilo Anagrama, o lo que puede ser un estilo Siruela, o lo que puede ser un estilo Gallimard. No solo por lo que publican, sino más por lo que excluyen.

EL TRABAJO QUIRÚRGICO DE EDITAR

La edición desde la intervención en un texto es una cosa muy común en Estados Unidos, sobre todo en los grandes best sellers porque ahí se juega muchísimo dinero. Hay un editing para best sellers, que esto también se hace en España con fenómenos como Carlos Zanón o La Catedral del mar…, ahí hay un trabajo de entre uno y cinco editors reajustando las piezas para que sea un best seller, que sea creíble, facilón y que tire de ti. Es sabido y estudiado. 

En Anagrama con autores consagrados, generalmente lo que se hace es cirugía muy menor, es decir, derrapa un adjetivo, alguna frase… No necesita mucha intervención. Sin embargo, no es igual con los autores primerizos. Si necesita algo de intervención, hay que ir trabajando de acuerdo con el autor, y que este sea consciente de que todo el trabajo es para mejorar su texto. El editor anónimamente está mejorando un texto cuyo mérito total solo lo tendrá el autor. Un autor inteligente debería, y a veces lo hace, llorar de agradecimiento viendo cómo gracias a las correcciones que se le han hecho a su título, un texto que era bueno y tenía posibilidades, se convierte en mejor. Hay que acabar de perfilar, cortar —siempre menos es más, es una máxima que funciona casi de forma inexorable—, pulir, destacar un personaje que había quedado un poco truncado, otro que sobraba, sacarlo, reajustar... En los autores primerizos hay más trabajo y es algo por lo cual algunos editores nos merecemos alguna clase de cielo.

Depende de la carga de trabajo también recurrimos a lectores que hacen un informe de lectura previo y si es un manuscrito interesante, el editor anota algunos cambios o cosas que podrían mejorarse, luego lo leo yo y en algunos casos digo: «Creo que tienes toda la razón. Yo ya no tengo tiempo, trabaja tú las horas necesarias con el autor para que este texto sea lo que puede ser».

En el caso del ensayo hay que decir que a menudo los ensayistas escriben bastante mal. Pueden ser muy inteligentes, pero su relación con el lenguaje en ocasiones se resiente. Nos hemos encontrado con textos pedregosos que hay que adelgazar para hacerlos más fluidos sin rebajar la carga intelectual ni el mensaje.

EL MOMENTO ACTUAL: ESCRITORES Y LECTORES

En esta época, apartando palabras como «basura» y best sellers prescindibles, más bien estaríamos en la época de la narrativa y la narrativa de no ficción. 

Después del enorme proceso de concentración editorial con todo lo que ello ha comportado, al mismo tiempo se ha provocado que queden espacios de recuperación de obras ya descatalogadas, de clásicos que jamás habían sido publicados, nuevos autores. Hemos asistido, en estos últimos cinco o seis años, a la creación de muchísimas nuevas editoriales que tienen en mente apostar por la calidad porque piensan que es la única forma de sobrevivir, de crear una marca, de conseguir fidelizar a los autores. Por otra parte, ahora con los nuevos sistemas tecnológicos es bastante más barato hacer un libro, en general son editoriales de una, máximo dos personas, como por otra parte empezó Anagrama. Hay una capacidad de resistencia superior, aunque el panorama no es nada alentador como todos sabemos en casi ningún ámbito y desde luego no en los ámbitos culturales. Pero bastantes de ellos como Minúscula, el Asteroide, Impedimenta, ya llevan ocho o diez años y sin bajar la guardia.

Siempre que se se habla de pérdida de lectores, es un misterio. En España nunca ha habido muchos lectores, esto arranca de la Inquisición y de siglos de absolutismos, de dictaduras y desdén por la cultura. Es histórico. Se vivió un momento de efervescencia durante veinte años de bonanza económica y de liberación de la censura más explícita, que provocó no solo una burbuja del ladrillo, sino también editorial.

Por otra parte, no hay falta de escritores. Hablo de Chirbes, pero podemos hacerlo en otro registro distinto de Vila-Matas. Ahora bien, el país está como está, sumido en una profunda crisis, además de económica, moral y de todo tipo. El mal está difuso y más omnipresente, y es difícil de combatir. Cada uno lo hace desde su trinchera intentando hacer lo mejor posible las cosas y con la idea, quizá ilusoria, de que lo que uno hace contribuye a hacer el mundo menos desigual y un poco más rico y complejo, sin consecuencias épicas, sino éticas.

LALI GUBERN

Conocí a Lali a finales de los 70 cuando tenía la librería más sofisticada de Barcelona en el paseo de Gracia, que se llamaba Literatura, donde tenía casi todo libro de importación. Después de siete u ocho años, empezamos a vivir juntos. Ella seguía trabajando en librerías y otras cosas, pero ya desde 1986 se incorporó a la editorial haciendo una serie de cosas, además de aguantarme, estimularme, acompañarme en casi todos los viajes, establecer relación con los autores... Durante muchos años yo era agente de nuestros autores y luego se lo traspasé a Lali, que ha sufrido y disfrutado ocupándose de ellos.

EL LIBRO DESEADO

Entre tres mil y pico libros y tantísimos escritores extraordinarios como vosotros –Vicente Verdú, Vicente Molina Foix, Juan Cruz y Soledad Puértolas– y muchos más, lamentar la pérdida de alguien sería de una bulimia exagerada, es decir, por una parte, no habría ninguno. Pero puestos a escoger a la fuerza, he dicho muchas veces que para mí Borges en los sesenta fue un autor de cabecera del que leí todo. Sus libros eran difíciles de encontrar porque se vendían muy poco y yo los perseguía por todas partes.

EL SECRETO DEL ÉXITO DE HERRALDE

Una razón, la longevidad; otra, ser un editor independiente con visibilidad al tratarse de un proyecto, aunque rodeado de excelentes colaboradores, muy personal; y por último, haber tenido la suerte de descubrir en los inicios a autores con mucho talento.

ENTREGA DE LA MEDALLA DE ORO DEL CÍRCULO DE BELLAS ARTES
16.04.15
PARTICIPAN SOLEDAD PUÉRTOLAS • VICENTE VERDÚ • VICENTE MOLINA FOIX • JUAN CRUZ MODERANDO


CHARLA CON LOS ALUMNOS DE LA ESCUELA SUR
16.04.15
PARTICIPA FERNANDO GUERRERO (EDITOR DE LA EDITORIAL ABADA)
ORGANIZA LA FÁBRICA • CBA