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Una sociología al servicio de la gente

Conversaciones en torno a la obra de Robert Castel

Julia Varela • Fernando Álvarez-Uría • Juan Tabares
Fotografía EVA SALA

Además de profundos conocedores de la obra de Robert Castel, y continuadores de su legado crítico, Julia Varela y Fernando Álvarez Uría, catedráticos ambos de sociología en la Universidad Complutense, y Juan Tabares, catedrático de filosofía de enseñanzas medias, tuvieron la fortuna de ser también buenos amigos suyos. En esta conversación repasan algunas de las claves de su trayectoria intelectual.

Albert Duce, CC BY 3.0
Rommy Ghaly, CC BY 2.0
Juan Tabares 

Para quien no conozca la obra de Robert Castel habría que comenzar por decir que fue uno de los representantes más lúcidos del pensamiento crítico que fue hegemónico en Francia a principios de los años setenta. Vosotros seguisteis sus cursos cuando estudiabais sociología en la Universidad de Vincennes, una universidad que se creó a la sombra del 68, con unas características propias. En esos años se formó en Francia un ambiente intelectual muy interesante.

Julia Varela

Para nosotros, que veníamos de un país en el que los mejores profesores habían tenido que exiliarse, o habían muerto en la guerra, en Vincennes se nos abrió de repente un mundo nuevo. Además de los excelentes profesores y de las múltiples actividades políticas y culturales, los estudiantes nos movíamos en París de unos lugares a otros, construíamos nuestro propio itinerario, asistíamos a seminarios y cursos, como los de Foucault, Bourdieu, o Roland Barthes. Había muchas librerías, bien surtidas bibliotecas, cine, debates en televisión, todo incitaba a aprender nuevas cosas.

Fernando Álvarez-Uría

Robert Castel y Jean-Claude Passeron coordinaron la creación del Departamento de Sociología de Vincennes. En el plan de estudios no había un sistema cerrado de asignaturas: todas las materias eran optativas. Robert Castel impartía un curso de «Sociología de las enfermedades mentales», el área en el que estaba investigando entonces. Era un profesor acogedor, que encarnaba allí una línea nueva de sociología, la sociología histórica, que nosotros veíamos vinculada a Michel Foucault, y en la que también se inscribían otros sociólogos de Vincennes como Jacques Donzelot. La mecánica de los cursos consistía, en un primer momento, en clases magistrales para introducir al terreno de estudio, mientras, los alumnos trabajábamos en grupos sobre diferentes problemas que después poníamos por escrito y presentábamos en clase. Castel invitaba a venir a las clases a personas que estaban en la práctica de las enfermedades mentales. Esa relación entre la teoría y la práctica será una de las características de su modo de hacer sociología. 

Juan Tabares

Castel me contó que en esos años de principios de los setenta, cuando estaba preparando la publicación de El orden psiquiátrico, el psicoanálisis empezó a ganar protagonismo en Francia, y que los estudiantes lo defendían como una práctica revolucionaria. Fue entonces cuando decidió adelantar rápidamente la publicación de El psicoanalismo. El orden psiquiátrico y el poder.

Fernando Álvarez-Uría 

Veía con recelo la gran expansión de técnicas psicológicas que venían de Estados Unidos. De hecho, Castel había estado en EE UU, en donde conoció la obra de Erving Goffman, y especialmente Internados, un libro que él mismo tradujo y prologó en Francia en la colección dirigida por Pierre Bourdieu. Así fue como se embarcó en un proyecto intelectual de largo alcance que podría definirse como una genealogía del campo psi. Libros como El orden psiquiátrico, El psicoanalismo, La sociedad psiquiátrica avanzada y La gestión de los riesgos se inscriben en el seno de este proyecto. Castel tenía entonces mucho contacto con los movimientos antipsiquiátricos. Su compañera, Françoise Castel, era psiquiatra. Era amigo de Franco y Franca Basaglia, seguía de cerca el proceso de cierre de los manicomios que estaban intentando en Italia y fue uno de los fundadora de la Red Europea de Lucha contra la Psiquiatría. 

Juan Tabares

A mi me interesó especialmente la crítica que planteaba Robert Castel al psicoanálisis, en la medida en que este se había institucionalizado, se había introducido en instituciones médicas, educativas, en el trabajo social: sus efectos sociales le parecían complementarios a los de la psiquiatría y a los de otras orientaciones en el tratamiento psicológico. Por otra parte, su crítica estaba también relacionada con el contexto de las luchas antirrepresivas post-mayo del 68, de las luchas por la liberación sexual, de la visión que tenían los jóvenes del psicoanálisis como algo revolucionario. Castel quería desvelar las funciones de normalización y control que subyacen a la práctica psicoanalítica, mostrar su influjo en los procesos de individualización y de psicologización. No criticaba tanto una práctica concreta a la que acuden personas que necesitan ayuda, sino las presuntas pretensiones revolucionarias de la cura psicoanalítica. En ese sentido decía que el Antiedipo era complementario del Psicoanalismo: él había analizado la dimensión institucional, mientras Gilles Deleuze y Félix Guattari habían analizado el aparato teórico y, sobre todo, el complejo de Edipo. Otra de las críticas que planteaba al psicoanálisis era que el auge que estaba experimentando en el mundo teórico y político lo colocaba en una posición de sustitución de las idolologías humanistas del momento, por lo que podría convertirse en una especie de ideología dominante. Esta crítica de Castel ha quedado un tanto en el olvido, y hoy encontramos de nuevo a intelectuales como Alain Badiou, Slavoj Zizek, o Chantal Mouffe y Ernesto Laclau, que son referentes para Podemos, que vuelven al psicoanálisis y subrayan la idea de la precariedad del sujeto, de las instituciones y de la democracia a partir del inconsciente.

Julia Varela

Desde sus primeros trabajos Robert Castel empezó a servirse de la genealogía como modelo de análisis, algo que pudo en un principio quedar un tanto desfigurado por el hecho de que se publicó un poco antes El psicoanalismo que El orden psiquiátrico. Castel sin duda conocía muy bien a los clásicos de la sociología, que se sirvieron de la historia para elaborar un diagnóstico del presente, pero además era amigo de Michel Foucault, valoraba mucho su Historia de la locura, y había participado en el Seminario del Colegio de Francia que dio lugar al libro sobre Pierre Rivière. Así que desde muy pronto comenzó a articular una mirada propia que, para estudiar los procesos y cambios sociales, obligaba a recurrir a la historia, a servirse de lo que Émile Durkheim denominaba «el método genético».

Fernando Álvarez-Uría

A partir de los años ochenta Castel se alejó un tanto del análisis del campo psi, en parte porque la crítica del funcionamiento de las instituciones totales triunfó con la aprobación en Italia de la famosa Ley 180. Surgieron los servicios comunitarios de salud mental, se introdujeron en las prisiones los jueces de vigilancia penitenciaria, y se produjeron otras transformaciones en las cárceles, así como reformas progresistas en las instituciones escolares. Su obra sufrió un giro en los años ochenta porque el contexto ya no era el mismo: el nuevo capitalismo financiero irrumpía con fuerza y empezaban los tiempos de precarización del trabajo, crecía el desempleo y se fragilizaban las relaciones sociales. Aún estamos en el panorama que el contribuyó como nadie a circunscribir.

Julia Varela

Juan siempre se ha preguntado por qué Robert Castel pasó de hacer una crítica al Estado social a defenderlo. El propio Castel explicaba que las condiciones sociales se transformaron enormemente a partir de la década neoliberal. En los sesenta había toda una serie de voces que iban desde Althusser a Bourdieu y Passeron, pasando por Foucault, Deleuze o Guattari, que criticaban el funcionamiento de determinadas instituciones y prácticas sociales por considerar que eran impropias de una sociedad justa. Pero, para Castel, la mirada crítica debía cambiar de foco cuando la coyuntura social y económica empezaba a ser muy diferente, cuando la fragmentación social, las desigualdades sociales empezaban a crecer de forma exponencial, frente a un periodo de bienestar social. En ese momento ya no se podía hacer la misma crítica, porque la sociedad, y los sociólogos mismos, habían cambiado, y los problemas acuciantes que había que resolver ya eran otros. De ahí que en sus nuevos trabajos las desigualdades sociales se viesen desde una perspectiva nueva. En ese momento Castel creyó que era preciso defender el espacio público, revalorizar las instituciones y bienes de propiedad social, porque el retorno de la cuestión social pone en peligro la integridad misma de la sociedad. Las metamorfosis de la cuestión social responde a una demanda social de defender la democracia.

Fernando Álvarez-Uría

Frente a la centralidad de la clase obrera, los pensadores críticos como Herbert Marcuse habían introducido los márgenes, pero ahora la centralidad del trabajo cobraba una vez más un relieve especial, aunque en toda la obra de Castel el análisis de los procesos va desde la periferia al centro y desde el centro a las situaciones de marginalidad.

Julia Varela

Castel, a partir de Las metamorfosis de la cuestión social, comienza a interesarse especialmente por los procesos de fragilización social vinculados a la crisis del trabajo. De algún modo, no solo vuelve a Durkheim, sino que prolonga sus análisis. De nuevo el problema central es la anomia, la falta de normas, las posibilidades de que los lazos sociales se debiliten con el auge del capitalismo financiero y la globalización. Percibe el peligro de que la sociedad se disgregue debido a la debilitación de los soportes sociales, de los lazos sociales. Durkheim planteó una crítica al liberalismo económico muy lúcida, que algunos sitúan a la altura de la que había hecho Marx. En La división social del trabajo explica cómo la tendencia a la anomia se manifiesta en las nuevas relaciones laborales. Elabora el concepto de «división forzada del trabajo» para referirse a la falta de una reglamentación que proteja a los trabajadores, lo que hace que estos tengan que aceptar las imposiciones de los patronos que los contratan. Y se manifiesta también en el individualismo egoísta que preconiza la nueva teoría liberal, con la concepción del sujeto competitivo que se hace a sí mismo. Robert Castel sin duda continúa con estas problemáticas al hacer una crítica del neoliberalismo y sus consecuencias, y al conferir al trabajo y al proceso de individualización una posición central en sus últimos libros. De algún modo contribuyó a reactualizar la sociología europea, pues conviene no olvidar que Durkheim no solo fue uno de los fundadores de la sociología, fue también uno de los forjadores del método genealógico.

Juan Tabares

Sí, Castel conocía y admiraba la obra de Durkheim. En el homenaje a Bourdieu resaltaba la importancia del peso de las normas sociales en la configuración de la vida social. También se refiere a Durkheim cuando habla de una sociología comprometida que responda a las demandas sociales. Cita un texto de Durkheim en el que dice que si el trabajo sociológico fuese únicamente un trabajo intelectual, sin efectos sociales y políticos, sin interés para la gente, sería un trabajo inútil, que no merecería la pena. 

Fernando Álvarez-Uría

A comienzos de los años ochenta, bajo la hegemonía de la Inglaterra de Margaret Thatcher y la presidencia de Ronald Reagan en Estados Unidos, se produjo una cierta perplejidad en el campo de las ciencias sociales. El mundo estaba cambiando aceleradamente, pero no se sabía muy bien hacia dónde. Pierre Bourdieu intentó responder a esta perplejidad con La miseria del mundo (1993), pero fue Robert Castel con Las metamorfosis de la cuestión social (1995) quien planteó el diagnóstico sociológico más preciso. Su genealogía de la cuestión social, apoyada en toda una serie de conceptos nuevos, como vulnerabilidad, precariedad o desafiliación, confirieron a su análisis una gran fuerza. Esos conceptos ya han pasado a formar parte del bagaje sociológico. De hecho Las metamorfosis fue un libro que se tradujo muy pronto a diferentes idiomas.

Juan Tabares

Con esa nueva aproximación y ese sistema de conceptualización se desmarca de los trabajos sobre la exclusión social, que por aquel entonces eran muy abundantes y, lamentablemente, hoy aún lo siguen siendo. Y es que Castel considera que la exclusión es el resultado de toda una serie de procesos que conviene analizar, y no algo fijo, no un estado del que partir en busca de soluciones. Además, esos trabajos centrados en la exclusión y en los márgenes de algún modo indultaban al centro. 

Fernando Álvarez-Uría

Eso lo muestra muy bien en La discriminación negativa, un libro de 2007 sobre las revueltas de los jóvenes de la periferia parisina, una problemática muy actual que se refiere al fracaso escolar, al paro juvenil, a las condiciones precarias de vida. En Francia comenzaron a repensar las nuevas políticas urbanas a partir de sus trabajos, y de los de Jacques Donzelot, entre otros. En una entrevista posterior, Robert Castel se refería a los problemas que pueden derivarse de la situación de los barrios si no se promueve una mayor integración de los jóvenes. 

Juan Tabares

Con los atentados recientes de París y Bruselas he vuelto a recordar lo que decían Castel y Donzelot, pues una vez más se ha vuelto a análisis en los que se habla de exclusión, en los que los hechos no se relacionan con la hegemonía del neoliberalismo ni con la necesidad de transformaciones sociales, lo que impide ver que la situación de estos barrios es resultado de toda una serie de procesos que conducen a la marginación de muchos jóvenes, que pasan a estar disponibles para cualquier cosa. No se analizan las raíces de las desigualdades, ni se profundiza en cómo lograr esa sociedad de semejantes a la que se refería Castel. El neoliberalismo ha roto la domesticación del mercado que está en la base del Estado social, y ha promovido enormes desequilibrios que amenazan la integración social.

Fernando Álvarez-Uría

La sociología de Robert Cartel se caracteriza por ser una sociología que responde a los problemas de la gente, de modo que se ha interesado no solo por la enfermedad mental, sino también por la precarización del trabajo, por los jóvenes de los suburbios, la renta básica, las nuevas formas de ser individuo… De ahí que sus últimos libros y trabajos, entre ellos El aumento de las incertidumbres, sigan siendo importantes para comprender lo que pasa hoy, en la medida en que estas cuestiones siguen vivas. 

Julia Varela

Robert Castel fue un sociólogo que supo aunar en su sociología el compromiso con el distanciamiento. Comparte esta sensibilidad con Norbert Elias, otro de sus importantes referentes, junto con Karl Polanyi. Realizó unos análisis en buena medida a contracorriente, alejados del presentismo, y recurrió a la historia para iluminar la situación actual. Nunca renunció a sus orígenes de clase obrera. Castel siempre fue una persona de gran generosidad, nunca rehuyó el debate, y no solo con psiquiatras y psicoanalistas, sino también con sindicatos, abogados laboralistas, profesores y estudiantes. De ahí que su trabajo haya tenido repercusiones muy amplias. Además, en los últimos años había aceptado participar en los medios de comunicación, en programas de televisión y sobre todo de radio. En internet los interesados podrán encontrar muchas de estas intervenciones, así como muchos de sus textos en español, algunos de los cuales han sido publicados por el Círculo de Bellas Artes.