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Fascismo y antifascismo: pasado y presente

Coloquio Mark Bray • Guillermo Fernández Vázquez

Fotografía Olmo Calvo
Guillermo Fernández Vázquez y Mark Bray. Foto Minerva

El historiador y militante antifascista Mark Bray, autor de Antifa: El manual antifascista, recién traducido por la editorial Capitán Swing (2019), conversó en el CBA con el sociólogo y experto en derecha radical europea Guillermo Fernández Vázquez, en torno a las estrategias necesarias para identificar y combatir el auge del movimiento de la alt-right, o derecha alternativa, que está teniendo lugar en Occidente. Minerva acompaña este coloquio con fotografías tomadas por Olmo Calvo en algunas de las recientes movilizaciones de la ultraderecha en nuestro país.

ANTIFA

Guillermo Fernández Vázquez

En tu libro expones una historia general del antifascismo, desde su nacimiento, en la década de 1920, hasta la llegada de Trump a la presidencia de Estados Unidos. Mencionas que el término antifascista apenas se utilizaba en tu país, porque allí nunca se vivió un régimen fascista propiamente dicho, por lo que se consideraba una importación europea.

Mark Bray

Escribí Antifa: El manual antifascista en la primavera de 2017, en el contexto de la victoria de Donald Trump. Durante la campaña presidencial había surgido el movimiento alt-right, o derecha alternativa, y pensé que era importante escribir una introducción a la historia, la teoría y el ideario del antifascismo para que los militantes estadounidenses conocieran su tradición y el público supiera qué es el movimiento antifascista, cuya historia, en efecto, se desconoce en Estados Unidos.

El libro se publicó en agosto de 2017, días después de que la activista Heather Heyer muriera atropellada durante los disturbios de supremacistas blancos en Charlottesville (Virginia). Esta casualidad quiso que los medios se interesaran por él. Fueron días difíciles, el decano del Dartmouth College, la universidad en la que trabajo, me condenó públicamente, recibí amenazas...

Es importante clarificar que, aunque no tenemos la misma historia del antifascismo que en Europa, en Estados Unidos existe una historia de genocidio, colonialismo, imperialismo, racismo y supremacía blanca. Los movimientos de resistencia indígena y de la población negra existen desde hace décadas. También hubo grupos antifascistas después de la Segunda Guerra Mundial, como los grupos de judíos que lucharon contra el fascismo. Más adelante, las Panteras Negras hablaron de antifascismo en el contexto de su lucha contra la policía: después de la Segunda Guerra Mundial, la población estadounidense estaba en contra del fascismo, de ahí que las Panteras plantearan si no era también fascismo las acciones de la policía contra las comunidades negras. Ya en los años ochenta, surgió el Anti-Racist Action, un movimiento antirracista creado por un grupo skinhead. La idea se importó de Reino Unido, del Anti-Racial Action. En cuanto al término antifa, lo utilizó por primera vez en Estados Unidos el grupo Rose City Antifa, de Portland, Oregón, en 2007.

Un hombre con una pequeña escultura de Franco durante la concentración convocada por ADÑ frente a la sede del PSOE para protestar contra la exhumación de Franco, 10 de octubre de 2019

El libro aborda lo que en inglés y en italiano se llama «antifascismo militante» y en Alemania «antifascismo autónomo». Este se puede definir, en un sentido amplio, como un movimiento de acción directa y de escepticismo frente al Estado e incluso, como ha sucedido en Alemania, frente a posibles movimientos de masas. Pero hoy los antifascistas se plantean cómo luchar contra el fascismo que encarnan partidos respetables, como Vox, en España, o el Frente Nacional en Francia –rebautizado recientemente como Agrupación Nacional (RN, por sus siglas en francés)–.

Es importante debatir acerca de esta relación entre antifascismo militante y movimientos de masas. En mi investigación realicé más de sesenta entrevistas en quince países europeos, Estados Unidos y Canadá, y los entrevistados coincidían en que había que buscar una manera diferente de actuar ahora que los fascistas llevan corbata y se sientan en los parlamentos. Un antifascista holandés me explicó que, aunque es necesario cambiar las tácticas tradicionales del antifascismo, algunas siguen siendo muy importantes: por ejemplo, él descubrió que un miembro del Partido para la Libertad tenía conexiones con nazis y, gracias a esta investigación, lo expulsaron. Es un ejemplo de la importancia de las investigaciones tradicionales llevadas a cabo por el movimiento antifascista. Personalmente, creo que habría que crear asambleas o plataformas en las que se incluya a más gente de la clase obrera. En Estados Unidos tenemos experimentos interesantes, como el sindicato Industrial Workers of the World (IWW): su comité de defensa para ayudar a presos políticos lleva un siglo funcionando y hace unos tres años pusieron en marcha una forma de antifascismo de la clase obrera. Es importante crear una alternativa seria a los nuevos partidos fascistas. En mi opinión, el fracaso de la izquierda en Europa y Estados Unidos es una de las principales causas del desarrollo de la ultraderecha. Cuando los partidos tradicionales apoyan el neoliberalismo o la austeridad, la gente busca otra solución.

¿QUÉ ES HOY EL FASCISMO?

Guillermo Fernández Vázquez

Dices que hoy los fascistas visten de traje y corbata, y eso nos lleva a un asunto espinoso, como es la definición de fascismo. En la medida en que alguien se posiciona como antifascista es importante saber contra qué lucha. En tu opinión, ¿son lo mismo el neofascismo, la extrema derecha y la derecha radical?

Mark Bray

Como historiador, creo que es importante acudir al pasado. Después de la Segunda Guerra Mundial, presentarse como fascista o nazi no es que no fuera útil, es que era ilegal. En aquellos años hubo pensadores, escritores, colectivos y partidos que, al no poder hablar de fascismo, decidieron cambiar su retórica y sus símbolos. Hoy día quizá sí haya diferencias entre partidos que se denominan fascistas y los partidos de ultraderecha. Sin embargo, históricamente no fue más que un juego de nombres, un cambio de palabras y de símbolos. En mi opinión, el fascismo no es una ideología, en el sentido tradicional, porque a los fascistas no les importa cambiar de ideas; pueden cambiar casi todo en su lucha por alcanzar el poder. El fascismo ha cambiado, también el antifascismo. Es importante recordar que la mayoría de los antifascistas son revolucionarios que quieren una transformación radical, por eso luchan contra la ultraderecha, contra la derecha, contra el centro e incluso contra parte de la izquierda.

Decenas de personas convocadas por ADÑ se concentran frente a la sede del PSOE en Madrid para protestar contra la exhumación de Franco, 10 de octubre de 2019
Guillermo Fernández Vázquez

Ahí discrepamos. A la hora de catalogar a estos partidos, yo sí establezco diferencias. Por ejemplo, en España no son lo mismo Vox, Democracia Nacional y Hogar Social Madrid. A Vox lo denominaría derecha radical, porque llamarlo neofascista o neofranquista nos llevaría a pensar en otros momentos históricos, algo que, desde un punto de vista analítico, crea confusión. La estrategia de Vox en España es tratar de reemplazar a la derecha desde una posición de derecha desacomplejada o radicalizada; es decir, el objetivo de Vox, o del RN en Francia, es ocupar una posición hegemónica dentro de la derecha, desde posiciones que ellos denominan «identitarias». Sin embargo, este no es el objetivo de otros grupos propiamente fascistas. Si a Vox lo llamamos derecha radical, podemos entender qué están haciendo ahora, cómo se relacionan con el resto de partidos, cuáles son sus objetivos inmediatos.

En Europa hay partidos de la derecha radical, como la Liga, el Partido para la Libertad holandés, Alternativa por Alemania o el polaco Ley y Justicia, que comparten un mismo objetivo: romper el Partido Popular Europeo (PPE). Juegan con la hipótesis de que la derecha clásica europea se va a romper y va a entrar en una crisis definitiva. Yo creo que es exagerado, pero ellos actúan con esta hipótesis. En España, por ejemplo, piensan que el PP no va a poder resistir la presión que les hace por un lado Ciudadanos y por el otro Vox, y que una parte del PP, así como de los partidos que están dentro del PPE, se irán con los macrones o los Ciudadanos de turno y otra se quedará huérfana. Es a este sector huérfano, menos numeroso, al que se dirigen las derechas radicales. Una vez que la derecha se ha empequeñecido, la estrategia de estos partidos es anunciar que van a unir a las derechas de nuevo, pero desde una posición hegemónica desplazada desde la derecha clásica hasta la extrema derecha o derecha radical. Por eso creo que la terminología es importante. Hay que distinguir ese proyecto de otros, como puede ser, en el caso de España, el de Democracia Nacional o el de Hogar Social Madrid.

Mark Bray

En Estados Unidos también hay un debate sobre el término alt-right, porque hay quien dice que deberíamos hablar de nazismo, no de derecha alternativa. Sin embargo, lo cierto es que en la alt-right hay muchos nazis, en el sentido tradicional, pero hay también otra mucha gente que no lo es. En ese sentido, estoy de acuerdo con los que piensan que debemos seguir usando el término alt-right porque muestra los cambios en esta tendencia. También está la otra perspectiva, desde la que se afirma que sin Hitler y sin Mussolini no podemos hablar de nazismo ni de fascismo, que la verdad es más compleja.

Guillermo Fernández Vázquez

Aparte de Steve Bannon, que aparece con frecuencia en los medios, en España se conoce poco la alt-right. Esta derecha alternativa cuenta en sus filas con miembros homosexuales, musulmanes, etcétera, lo que sitúa a sus adversarios en situaciones en las que les resulta difícil contrarrestarlos.

Un hombre besando la tumba de Franco en el Valle de los Caídos, 5 de octubre de 2019
Mark Bray

Sí, aunque la mayoría de la alt-right es blanca, también hay latinos, por ejemplo. Un grupo interesante son los Proud Boys [Chicos Orgullosos], que se jactan de defender la civilización occidental antifeminista. No se consideran fascistas y defienden los valores europeos y el machismo. En sus eventos hay muchos fascistas, son como un puente entre el Partido Republicano y grupos más explícitamente fascistas. Entre sus miembros también hay afroamericanos, por eso afirman que no son racistas…

HUMOR, CORRECCIÓN POLÍTICA Y BLANQUEAMIENTO DEL FASCISMO

Mark Bray

Otro personaje interesante es el bloguero y periodista Milo Yiannopoulus. Es británico, de orígenes griegos, judío y homosexual. En sus actos, se comporta como un payaso y siempre dice lo mismo ante las críticas: «Es una broma, es una broma». Y esto es importante en la cultura de la alt-right. En respuesta a movimientos sociales como Occupy Wall Street o el movimiento feminista, nació en internet cierta cultura de hacer bromas contra la izquierda. En Estados Unidos, emplean el término snowflake [copo de nieve], una expresión que se utiliza cuando se quiere decir a un niño o a una niña que es especial. La ultraderecha la usa como apelativo para la izquierda, a la que acusa de ser demasiado sensible. Por ejemplo, si se parodia una matanza nazi de judíos y miembros de la izquierda lo denuncian, la derecha los acusa de ser unos copos de nieve… Milo Yiannopoulus es un buen ejemplo. Organiza eventos en tono humorístico, pero con sus bromas ataca a las personas trans, a los inmigrantes, etcétera. Este papel reservado a las bromas es bastante típico del fascismo. Al fascismo nunca le ha importado mucho la racionalidad, la consideran algo propio de los judíos y de la burguesía progresista.

Guillermo Fernández Vázquez

La derecha radical europea también destaca por su reivindicación de lo políticamente incorrecto. Si observáis de cerca las campañas de Vox en los últimos procesos electorales veréis que se centraron en afirmar que son ellos quienes se rebelan contra la tiranía de lo políticamente correcto, contra la tiranía de la progresía, de los «copos de nieve». Ese es otro asunto complicado, sobre todo desde la perspectiva libertaria o anarquista. Cuando es la derecha radical la que se erige en portavoz de la libertad frente a la tiranía de lo que llaman «el consenso progresista», ¿en qué posición queda el movimiento libertario?

Mark Bray

En primer lugar, creo que ha sido importante mostrar que la situación no es esa. Tras la muerte de Heather Heyer, la perspectiva de la prensa frente a la alt-right cambió. Ahora, una figura como Richard Spencer [creador del término alt-rigt y presidente del think tank de supremacistas blancos National Policy Institute], que se denomina nacionalista blanco en un ejemplo de marketing de la ultraderecha, ya apenas encuentra cabida para sus charlas y la prensa ha dejado de entrevistarlo. Sin embargo, antes de lo ocurrido en Charlottesville, los periodistas acusaban a los antifascistas de emprender acciones en contra de la libertad de expresión o de que la violencia en las calles iba a provocar una guerra, lo que era manifiestamente ridículo.

Decenas de personas hacen cola para entrar en la basílica del Valle de los Caídos, 5 de octubre de 2019

En las entrevistas que hice a los antifascistas antes de escribir el libro, he visto que la importancia que se da a la libertad de expresión cambia según los países. En Estados Unidos es un tema muy importante porque tenemos una fuerte tradición de libertad de expresión. Sin embargo, cuando hablé con antifascistas griegos, por ejemplo, me dijeron que pasáramos a la siguiente pregunta, que ellos luchaban contra los fascistas y nada más. A esto hay que añadir que aunque el movimiento libertario está a favor de la libertad individual y colectiva no lo está desde una perspectiva liberal clásica, que es la que comparte la prensa estadounidense.

ESTRATEGIAS CONTRA EL FASCISMO

Guillermo Fernández Vázquez

¿Cómo es el debate en Estados Unidos en torno al uso de la violencia para impedir actos de la ultraderecha o de otros grupos supremacistas?

Mark Bray

Después del movimiento por los derechos civiles de los años sesenta, el discurso de la no violencia adquirió mucha fuerza. Además, siempre ha habido grupos a favor de la autodefensa, como las Panteras Negras o el Comité Coordinador Estudiantil no Violento (SNCC, por sus siglas en inglés), que contaba con miembros que tenían armas en sus casas. Después de la victoria de Trump, de la muerte de Heather Heyer y del desarrollo de la alt-right, ha crecido de manera significativa la simpatía por la autodefensa entre liberales y gente del partido demócrata.

Hay que señalar que la historia del antifascismo es una historia básicamente de autodefensa contra el fascismo. Sin fascismo, no hay antifascismo, no es necesario. Se puede ver con Mussolini, con Hitler, con el National Front en Inglaterra y hoy en día con la alt-right. En el último año hemos visto ataques contra sinagogas, mezquitas, lugares de culto de la población negra… Es evidente que la fuente real de la violencia proviene de la ultraderecha. La pregunta que debemos hacernos es: ¿cuándo es legítimo usar la violencia política como autodefensa?

En el libro y en la prensa he hablado de lo que llamo «autodefensa preventiva». Es importante tener claro que el fascismo siempre es peligroso y que no debemos esperar un ataque para frenarlo. Hay muchas formas de combatirlo y la mayoría no incluyen violencia. Lo más útil en Estado Unidos ha sido el doxing; es decir, hacer pública información acerca de los fascistas. Es lo que ocurrió después de Charlottesville. Cuando los fascistas que portaban antorchas regresaron a sus ciudades, los antifascistas buscaron información sobre ellos, la hicieron pública, llamaron a sus jefes y estos fascistas fueron despedidos. Es algo muy útil y no es violento. También existe la opción de boicotear mítines de la extrema derecha de manera lúdica, como ocurrió en Texas. Pero no se puede leer la historia del fascismo sin pensar en la utilidad, en algunos casos, de la autodefensa. El uso de la fuerza es la última opción, pero es una opción legítima y, en ocasiones, fundamental, porque ya sabemos lo que pasa cuando la ultraderecha no encuentra oposición.

Guillermo Fernández Vázquez

Es un debate ética, política y estratégicamente muy complejo. En el libro comentas que, a partir de los 2000, sobre todo con el crecimiento de grandes partidos de derecha radical, los movimientos antifascistas hacen una reflexión acerca de los límites que están encontrando en su lucha. Me quedé con ganas de saber si podemos extraer alguna conclusión al respecto. ¿Hay alguna idea sobre cómo combatir mejor a partidos como el italiano la Liga?

Mark Bray

Una persona a la que entrevisté en Londres, que forma parte del grupo antifascista de esa ciudad, me explicó que cuando luchamos contra un partido que está en el Parlamento la mejor opción es hacer una política mejor que la suya, construir una alternativa. La ultraderecha desarrolla su política en un contexto de crisis que no han sabido solucionar los partidos de izquierda, por lo tanto, la solución es presentar una alternativa real. Y no se ha hecho.

Cuando hablamos de antifascismo, inicialmente hablamos de cómo frenar a un grupo fascista. Para conseguirlo, tenemos que pensar en las raíces del fascismo, en el capitalismo, en el patriarcado, en el Estado, en el militarismo, etcétera. Es una cuestión más amplia, que incluye casi todo. La respuesta es crear una alternativa, si no, estamos perdidos. La tradición antifascista militante es útil en la lucha contra grupos fascistas pequeños, pero no podemos aplicarla contra partidos que tienen más de veinte diputados en el Parlamento.

BLACK BLOC Y MASCULINIDAD HEGEMÓNICA

Guillermo Fernández Vázquez

Quería introducir otra cuestión polémica. En tu libro hablas del black bloc y de la violencia, que ya hemos comentado, pero me gustaría que tratáramos el papel del feminismo y de la mujer en estos «bloques negros». En estos colectivos hay aspectos muy masculinizados que a muchas mujeres pueden resultarles poco atrayentes. ¿Hasta qué punto la estética y la estrategia de los bloques negros chocan con algunas de las cuestiones más interesantes que está planteando el feminismo actualmente?

Mark Bray

La violencia, no solo en el bloque negro, está asociada a la masculinidad, pero hay mujeres que quieren cambiar esta perspectiva. Esta misma pregunta que me acabas de hacer se la planteé a mujeres antifascistas estadounidenses que han participado en los bloques negros. La respuesta que me dieron es que consideran un insulto el que se crea que ellas no pueden defenderse. Es difícil saber quién es quién en un bloque negro. Pero, por ejemplo, en la Marcha de Mujeres del 21 de enero de 2017, una protesta contra Donald Trump convocada un día después de su investidura como presidente, detuvieron a más de 180 personas de los bloques negros, muchas de las cuales eran mujeres.

Varias personas realizan el saludo fascista momentos antes de intentar atacar una manifestación en contra de la sentencia del juicio del procés en la Puerta del Sol de Madrid, 16 de octubre de 2019

La pregunta que deberíamos hacernos es cuál es la relación entre el black bloc y un movimiento de masas. Es una táctica que nació Alemania en el movimiento autónomo, que no quería crear otro partido estalinista. Tenían como objetivo crear squads, pequeñas comunidades, no convertirse en un movimiento de masas. En el contexto de la lucha antifascista, esta táctica del bloque negro ha tenido éxito en varias ocasiones: al conseguir la suspensión de ciertos eventos, o en la autodefensa en Charlottesville, por ejemplo, cuando se produjo un ataque de los fascistas contra pastores protestantes y el bloque negro salió en su defensa. También hay ejemplos interesantes de cooperación entre el bloque negro y otros grupos. Para mí, hay dos puntos obvios: el primero es que el bloque negro tiene que cumplir sus objetivos, que son muy concretos. El segundo es que hay una marcada masculinidad en los bloques negros, pero también la hay en el movimiento de no violencia y en el conjunto de la sociedad. Esto no significa que no debamos hacer un análisis crítico del bloque negro, pero creo que hay que evitar decir qué deben hacer las mujeres en su lucha.

VOX

Guillermo Fernández Vázquez

Una pregunta recurrente es la de hasta qué punto se puede calificar a VOX de neofranquista. Démosle la vuelta a la pregunta: cuando, por ejemplo, Federico Jiménez Losantos define a Podemos como un partido neocomunista, se equivoca. Una cosa es que haya dirigentes, simpatizantes y votantes de Podemos que tengan una trayectoria o una vinculación afectiva con los diferentes regímenes comunistas del pasado, o con Cuba, etcétera. Pero el proyecto de Podemos no es instaurar un régimen comunista en España, igual que no creo que el programa de Vox sea reinstaurar una dictadura de corte franquista.

Entiendo que en la batalla política diaria alguien llame a Vox neofranquista en una rueda de prensa, pero en términos analíticos creo que no aporta nada, porque nos hace pensar en Vox como si fueran Fuerza Nueva, cuando es una derecha cualitativamente nueva. Este tipo de derecha está evolucionando mucho y ganando en eficacia. Una estrategia que están impulsando Steve Bannon y la derecha alternativa es tratar de provocar continuamente a los sectores progresistas, generar debate a partir del pánico o de la indignación moral de la izquierda. En este sentido, Vox lo está haciendo muy bien. En Francia, por ejemplo, Marine Le Pen ha agitado las banderas del feminismo, de la libertad o de la igualdad, banderas tradicionales de la izquierda, y ha dejado sin palabras a sus oponentes políticos.

Mark Bray

El movimiento alt-right en Estados Unidos, y tal vez otros partidos en Europa, busca la reacción del antifascismo o de la izquierda con el objeto de acusarlos de criminales o de infantiles. Frente a esto, hay que hacer algo. Creo que hablamos demasiado sobre lo que busca la ultraderecha cuando de lo que deberíamos hablar es de cómo podemos frenarla.

LA INNOVACIÓN ESTRATÉGICA DE LA NUEVA DERECHA

Guillermo Fernández Vázquez

El eslogan del programa electoral de Vox lo dice todo: «Hacer España grande otra vez». Yo he hablado de derecha radical, pero hay quien la llama también «derecha identitaria», una denominación con la que los aludidos seguramente se sientan cómodos. En un momento en el que las identidades colectivas están en crisis, ellos te dicen quién eres, te vinculan a una historia, entendida de manera muy esencialista y homogénea, y te dicen que te sientas orgulloso de ella. Mientras que lo que te dice la izquierda es que debes sentirte culpable de la historia. Desde la década de 1960 distintos movimientos libertarios se han querido rebelar contra el sentimiento de culpa que el sistema izquierdista o progre nos quiere inculcar, y de pronto nos encontramos con esta nueva derecha que triunfa presentándose como la que de verdad te libera de la culpa y manda el mensaje de que no pasa nada por sentirte bien contigo mismo. Ahí radica parte del atractivo de esta derecha, que es el mismo que en su día buscaron los movimientos de izquierda más libertarios.

Tu libro está centrado en cómo el antifascismo actúa como grupo de vanguardia en la lucha contra el fascismo, un punto fundamental, pero creo que también tenemos que emprender una reflexión más profunda acerca de cómo podemos convencer mejor que ellos. Hoy lo interesante es entender por qué seducen estos partidos, por qué logran amplias mayorías, por qué a Marine Le Pen le votan cuatro millones de personas en 2014 y once en 2017. Es posible que en la experiencia de Francia haya algo que aprender.

Mark Bray

La política es convencer al otro para que esté de acuerdo contigo. Dentro del antifascismo estadounidense, hay gente que aboga por dialogar con la extrema derecha, otros hablan de hacer campañas de información para demostrar que los fascistas se equivocan. En el caso del movimiento de derechos civiles, lo que nos enseñaron en la escuela es que después del ejemplo de Martin Luther King y Rosa Parks, la mayoría de los blancos cambiaron su discurso. Pero lo que ocurrió en realidad fue que el precio a pagar socialmente por ser racista empezó a ser muy alto. En las décadas de 1970, 1980 y 1990, las élites no podían declararse abiertamente racistas ni aludir a la supremacía blanca. Lo que está ocurriendo ahora con Trump es que se está intentando bajar ese precio. Por supuesto que debemos convencer al otro pero, en el contexto de lucha contra el fascismo, a veces es suficiente con incrementar el precio social de defender argumentos fascistas.

LA GLOBALIZACIÓN Y EL AUGE DE LA ALT-RIGHT

Mark Bray

En el contexto estadounidense, tanto el partido demócrata como el republicano funcionaban dentro de la lógica de la globalización capitalista. Trump articuló una crítica de la derecha contra ella y Hillary intentó hacerlo, pero demasiado tarde y es una de las razones por las que perdió las elecciones. En el movimiento antiglobalización de finales de los noventa e inicios de 2000 en Estados Unidos, se hablaba de una unidad entre la izquierda y la derecha en contra de la globalización. En mi opinión, fue un error, porque esta unión dejaba un espacio a la crítica de la derecha. Quizá ese sea el ejemplo más obvio del fracaso de la izquierda, porque la oposición al neoliberalismo debe ser identificado con el anticapitalismo, no con el nacionalismo.

Guillermo Fernández Vázquez

De hecho, se suele pasar por alto que, en aquellos años, una parte de la extrema derecha hace un giro y abraza posiciones antiglobalización desde una posición que ellos llaman «diferencialista»; es decir, allí donde la izquierda es racionalista y homogeneizadora, la extrema derecha se erige en defensora de las identidades nacionales. Lo ha estudiado mucho el francés Alain de Benoist, líder e ideólogo principal del think tank de la Nouvelle Droite [Nueva Derecha], que viene de la extrema derecha y ahora se mueve en esa tierra de nadie, para introducir a grupos de derechas en ámbitos antiglobalización.

En cuanto a cómo abordan las relaciones internacionales estas derechas identitarias, yo puedo hablar del caso que mejor conozco, el del RN. Marine Le Pen hablaba continuamente de hacer «patriotismo económico» y «proteccionismo inteligente». Su mensaje era: la globalización es la guerra de todos contra todos, el mercado es salvaje, pero yo te prometo un entorno de protección identitaria. Cuando hablan de la nación siempre hablan de «casa», la nación es el hogar. Vox también lo hace. Por eso cuando algunos periodistas los acusan de querer levantar muros, ellos contraatacan diciendo que lo quieren es poner puertas a su casa para elegir a quién dejar entrar. Le Pen se erige en matriarca de la casa, con un discurso que denominan como «soberanista social». En el plano programático, es un programa de capitalismo nacional clásico. Sin embargo, en el plano de la retórica han sabido tocar la tecla que apela a la sensación de desamparo que siente mucha gente.

DEBATE FASCISMO Y ANTIFASCISMO: PASADO Y PRESENTE
08.05.19

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