El narrador

Traducción española de Jorge Navarro Pérez en Obras, II, 2, pp. 41-67, Madrid, Abada, 2009

El arte de narrar está acabado. Es cada vez más raro encontrar a personas que resulten capaces de contar algo bien. Y es cada vez más habitual que la propuesta de contar historias cause embarazo entre los presentes. Como si nos hubieran arrancado una facultad que nos parecía inalienable […]: la facultad concreta de intercambiarnos experiencias.

El narrador

Obras II, 2, p. 41

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Un vistazo al periódico muestra que la experiencia hoy ha alcanzado un nuevo punto bajo; que no sólo la imagen del mundo exterior, sino también la imagen del mundo moral ha sufrido de la noche a la mañana cambios que no se habrían considerado posibles. Con la Guerra Mundial se empezó a hacer patente aquel proceso que no se ha detenido desde entonces. ¿No se observó al acabar la guerra que la gente volvía enmudecida del frente?

El narrador

Obras II, 2, p. 42

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No hay experiencia más firmemente desmentida de lo que han sido las experiencias estratégicas mediante la guerra de trincheras, las experiencias económicas mediante la inflación, las experiencias corporales mediante la batalla de las máquinas, las experiencias morales mediante los que ejercen el poder.

El narrador

Obras II, 2, p. 42

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El arte de narrar hoy se acerca a su fin, y esto porque está desapareciendo lo que es el lado épico de la verdad, es decir, la sabiduría. […] Más bien esto es un síntoma […] de fuerzas productivas seculares que han sacado poco a poco a la narración del ámbito del habla, y que al tiempo hacen perceptible una nueva belleza en aquello que así desaparece.

El narrador

Obras II, 2, p. 45

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El narrador siempre extrae de la experiencia aquello que narra; de su propia experiencia o bien de aquella que le han contado. Y a su vez lo convierte en experiencia de quienes escuchan sus historias. El novelista en cambio se halla aislado. El lugar de nacimiento de la novela es el individuo en soledad.

El narrador

Obras II, 2, p. 45

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Con el dominio de la burguesía –uno de cuyos mejores instrumentos en el alto capitalismo es sin duda la prensa–, surge una forma de comunicación la cual, por más remoto que sea su origen, nunca había influido de manera tan determinante sobre la forma épica como tal. Pero ahora lo hace claramente. Y así queda claro que esta nueva forma de comunicación no es menos ajena a la narración que a la propia novela, siendo más peligrosa para la primera mientras provoca la crisis de la segunda. Esta nueva forma de comunicación es lo que se llama información.

El narrador

Obras II, 2, pp. 46-47

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La información nos asegura poder examinarla de inmediato. Por eso se presenta en una forma que sea ‘perfectamente comprensible’. Claro que la información, muy a menudo, no será más exacta de lo que es que el mensaje de los siglos pasados, pero mientras que éste se recreaba en lo extraordinario, para la información resulta imprescindible sonar a plausible, algo que la hace incompatible con el espíritu de la narración.

El narrador

Obras II, 2, p. 47

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La información tiene interés tan sólo en el breve instante en el que es nueva. Sólo está viva durante ese instante, y a él se entrega por completo sin tener ningún tiempo que perder. Pero la narración jamás se entrega, sino que, al contrario, concentra sus fuerzas, y, aún mucho después, sigue siendo capaz de desplegarse.

El narrador

Obras II, 2, p. 48

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El aburrimiento es ese ave que incuba el huevo de nuestra experiencia.

El narrador

Obras II, 2, p. 49

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[Tal como lo expresa Valery], «actualmente el hombre no cultiva aquello que nunca se deja abreviar». Hoy, en efecto, el hombre ha logrado abreviar hasta las narraciones.

El narrador

Obras II, 2, p. 51

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De manera que apenas es posible caracterizar de forma unívoca el curso del mundo […]. ¿Está determinado por la historia de la salvación o por la historia de la naturaleza? Lo único seguro es que el curso del mundo está fuera de todas las categorías históricas.

El narrador

Obras II, 2, p. 55

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Georg Lukács ha visto en la novela «la forma transcendental de la apatridia». Pero la novela también es, igualmente de acuerdo con Lukács, la única de las formas literarias que acoge al tiempo entre sus principios constitutivos. «El tiempo», escribe Lukács en la Teoría de la novela, «sólo puede ser constitutivo una vez cesa su vinculación con la patria transcendental en cuanto tal [...]. En efecto, tan sólo en la novela [...] se separan la vida y el sentido, y, por tanto, lo temporal y lo esencial; casi puede decirse: toda la acción interior de la novela no es nunca otra cosa que una lucha entablada con las fuerzas del tiempo».

El narrador

Obras II, 2, p. 57

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Ese liberador encantamiento de que el cuento dispone no sólo pone en juego de forma mítica a la naturaleza, sino que alude a su complicidad con el ser humano liberado.

El narrador

Obras II, 2, p. 61

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Los refranes son ruinas que se encuentran ocupando los lugares de las viejas historias; ahí, como la hiedra que se adhiere a un muro, una moraleja se enreda en un gesto.

El narrador

Obras II, 2, p. 67

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El narrador pertenece al grupo que forman los maestros y los sabios. Él conoce el consejo, pero no limitado a algunos casos –como lo hace el refrán–, sino para muchos –como el sabio–. Pues el narrador puede apoyarse en toda una vida. –Pero una que no sólo incluye la propia experiencia, sino también la ajena: por cuanto él asimila lo que ha oído decir junto a lo propio–. Su talento es poder narrar su vida; su dignidad, poder narrarla toda. Narrador es el hombre al que la larga mecha de su vida se le podría consumir completamente en la suave llama de su narración. Pues en esto se basa ese halo sin duda incomparable que, en la obra de Léskov, como en Hauff, o como en Poe o como en Stevenson, rodea suavemente al narrador. Pues el narrador es la figura en la cual el justo se encuentra consigo, finalmente.

El narrador

Obras II, 2, pp. 67-68

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