Obra de los pasajes

Traducción española de Juan Barja

A la visión del flâneur, mientras camina, van penetrando en el paisaje y el instante tiempos y tierras lejanas.

Obra de los pasajes, M 2, 4

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Dialéctica del flâneur: por una parte, el hombre que se siente observado por todo y por todos, lo que es como decir: el sospechoso; de otra, el inencontrable y escondido. Supuestamente es esa dialéctica la de El hombre de la multitud.

Obra de los pasajes, M 2, 8

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La calle: habitación del colectivo. Y éste es un ser eternamente inquieto, eternamente puesto en movimiento, que, yendo entre los muros de las casas, vive, conoce, idea, experimenta, a la manera de los individuos cuando están al resguardo de sus cuatro paredes. [...] De ese modo, el pasaje es el lugar en el cual la calle se presenta precisamente en tanto que interior, amueblado, habitado, por las masas.

Obra de los pasajes, M 3 a, 4

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El flâneur viene a ser el inspector del mercado. Su saber se aproxima en gran medida a la ciencia oculta de la coyuntura. Es el cliente de los capitalistas, enviado al reino de los consumidores.

Obra de los pasajes, M 5, 6

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La ociosidad propia del flâneur es una activa manifestación que se enfrenta a la actual la división del trabajo.

Obra de los pasajes, M 5, 8

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El insensible aislamiento de cada uno de los individuos centrados sólo en torno a sus intereses privados, se manifiesta más crudo y repugnante cuando más se los fuerza a concentrarse en un pequeño espacio; y por más que sepamos que dicho miope egoísmo y aislamiento es ahora el principio universal donde se constituye el fundamento de la actual sociedad, éste nunca aparece con tanta claridad y desvergüenza y tan autoconsciente como aquí, entre la muchedumbre ciudadana.

Friedrich Engels. Die Lage der arbeitenden Klasse in England, Leipzig, 1848, pp. 36-37. Cit. en Obra de los pasajes, M 5 a, 1

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No confundamos al flâneur con el mirón: [...] el flâneur... está siempre en [...] posesión de su individualidad, mientras la del mirón desaparece, al contrario, al quedar absorbida por el mundo exterior [...] que lo hace exaltarse, embriagado, hasta el éxtasis. Bajo la presión del espectáculo el mirón se hace un ser impersonal; ya no es un hombre: es público, es decir, muchedumbre.

Victor Fournel. Ce qu’on voit dans les rues de Paris, París 1858, p. 263. Cit. en Obra de los pasajes, M 6, 5

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La ciudad es realización de un viejo sueño humano: el laberinto. Realidad que persigue al flâneur sin saberlo.

Obra de los pasajes, M 6 a, 4

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Salir cuando nada te obliga y seguir tu inspiración, como si el solo hecho de torcer a derecha o a izquierda fuera en sí mismo un acto esencialmente poético.

Edmond Jaloux. «Le dernier flâneur», Le Temps, 22 de mayo de 1936. Cit. en Obra de los pasajes, M 9 a, 4

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La mano es ya la acción humana entera, y es su único medio para manifestarse. De ahí la quiromancia.

Obra de los pasajes, M 10, 4

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¿Quién de nosotros, en sus grandes días de ambición, no ha soñado el milagro de una prosa poética, musical mas sin tener ritmo ni rima, siendo tan adaptable como tensa para adaptarse a los impulsos líricos del alma, a las ondulaciones del ensueño, a los sobresaltos de la conciencia? Del continuo habitar la gran ciudad, con sus innumerables relaciones, nace un ideal tan obsesivo.

Charles Baudelaire. Le spleen de Paris, R. Simon ed., París, pp. 1-2. Cit. en Obra de los pasajes, M 10 a, 2

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Salir de casa como un llegar de lejos; descubrir ese mundo en que se vive.

Encyclopédie française, vol. XVI, p.64, 1. Cit. en Obra de los pasajes, M 10 a, 4

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En lo que hace a El hombre de la multitud, Bulwer justifica su descripción de la multitud metropolitana [...] al remitirse a una observación de Goethe de acuerdo con la cual tanto el mejor como el más miserable de los hombres guarda un secreto en su interior que, si fuera públicamente conocido, lo haría ser odioso para todos.

Obra de los pasajes, M 12 a, 3

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Para el flâneur perfecto [...] el mayor goce es domiciliarse con el número [...] Estar fuera de casa y sentirse en casa en todas partes; contemplar el mundo, estar estrictamente en el centro del mundo y mantenerse oculto para el mundo.

Baudelaire. Lart romantique, París, pp. 64-65. Cit en Obra de los pasajes, M 14 a, 1

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Temprana descripción [...] de la multitud en Poe: «Otros, de un tipo más numeroso todavía, se mostraban inquietos en sus movimientos y, con rostros sanguíneos y encendidos, hablaban solos y gesticulaban, como si sintieran estar solos por el hecho mismo de la innumerable multitud que los rodeaba».

Poe. Nouvelles histoires extraordinaires, traducción de Baudelaire, París, 1886, p. 89. Cit en Obra de los pasajes, M 15 a, 2

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La masa, en Baudelaire, aparece como velo ante el flâneur: es la droga más reciente de las que dispone el solitario. Borra, además, toda huella de lo individual: es el asilo más reciente de que puede disponer el marginado. Es también, finalmente, en el laberinto ciudadano, el más reciente e inescrutable laberinto. Y con ella se imprimen, en la imagen como tal de la ciudad, arquitectónicos caracteres que eran desconocidos hasta entonces.

Obra de los pasajes, M 16, 3

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La relación real de la información con la vida social resulta plenamente decidida con la dependencia de la acción informativa respecto a los estrictos intereses bursátiles y en su concreta alineación con ellos. Con el hoy creciente desarrollo del aparato informativo en su conjunto, ahora el trabajo intelectual va convirtiéndose en parasitario respecto a todo trabajo material, de igual manera que ahora el capital hace depender de él crecientemente lo que es todo trabajo material.

Obra de los pasajes, M 16 a, 1

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Hoy se están intentando dominar las nuevas experiencias ciudadanas recurriendo a incluirlas el marco de lo que son las viejas y heredadas experiencias de la naturaleza, aplicando para ello los esquemas de los mares y el bosque primitivo.

Obra de los pasajes, M 16 a, 3

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La huella es aparición de una cercanía, por más lejos que ahora pueda estar eso que la ha dejado atrás. El aura es aparición de una lejanía, por más cerca que ahora pueda estar lo que la convoca nuevamente. En la huella nos apoderamos de la cosa, el aura se apodera de nosotros.

Obra de los pasajes, M 16 a, 4

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La empatía con la mercancía viene a ser, sobre todo, empatía con el valor de cambio. El flâneur es su virtuoso.

Obra de los pasajes, M 17 a, 2

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Detrás de mí sentía el fluir y trotar inacabable de todo ese pueblo invisible de ciegos eternamente arrastrados por el objeto inmediato de su vida. Me parecía que esa multitud no estaba hecha de seres singulares, cada uno cargado con su historia, su dios único, sus tesoros y sus taras, con su monólogo y con su destino; así iba formando, sin saberlo, [...] un fluir de granos enteramente idénticos, [...] aspirados por no sé qué vacío [...]. Nunca he sentido tanta soledad, mezclada con orgullo y con angustia.

Paul Valéry. Choses tues, París, 1930, pp. 122-124. Cit. en Obra de los pasajes, M 20, 2

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El amor –y, por lo tanto, el miedo– al confrontarnos con la multitud es uno de los móviles más fuertes en todos los hombres, sea porque quieran complacer a los otros [...] o por mostrarles cuánto los desprecian.

Marcel Proust. À la recherche du temps perdu, París, voil. III, p. 36. Cit. en Obra de los pasajes, M 21, 1

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Las construcciones más características a lo largo del siglo diecinueve –las estaciones del ferrocarril, los pabellones de las exposiciones, así como los grandes almacenes [...]– tienen como objeto, en su conjunto, diversas necesidades colectivas. Pero, justo por estas construcciones –«mal vistas, cotidianas», dice Giedion–, es por las que se siente especialmente atraído el flâneur. Y es que en ellas está ya prevista la nueva entrada de las grandes masas en el escenario de la historia.

Obra de los pasajes, M 21 a, 2

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En los terrenos de que nos ocupamos, conocemos sólo al modo del relámpago. El texto es ese trueno que después retumba largamente.

Obra de los pasajes, N 1, 1

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El pensamiento ha de caracterizar y proteger los intervalos de la reflexión, las separaciones de las partes más intensamente vueltas hacia afuera.

Obra de los pasajes, N 1, 3

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