materialismo

Se dice que hubo un autómata construido en tal forma que habría replicado a cada jugada de un ajedrecista con una contraria que le aseguraba ganar la partida. Un muñeco con atuendo turco y teniendo en la boca un narguilé se sentaba ante el tablero colocado sobre una espaciosa mesa. Con un sistema de espejos se provocaba la ilusión de que esta mesa era por todos lados transparente. Pero, en verdad, allí dentro había sentado un enano corcovado que era un maestro en el juego del ajedrez y guiaba por medio de unos hilos la mano del muñeco. Puede imaginarse un equivalente de este aparato en filosofía. Siempre debe ganar el muñeco llamado materialismo histórico, pudiendo enfrentarse con cualquiera si toma a la teología a su servicio, la cual, hoy día, es pequeña y fea, y no ha de dejarse ver en absoluto.

Sobre el concepto de historia

Obras I, 2, p. 305

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El botín es arrastrado en medio del desfile del triunfo. Y lo llaman bienes culturales. Éstos han de contar en el materialista histórico con un observador ya distanciado. Pues lo que de bienes culturales puede abarcar con la mirada es para él [...] de una procedencia en la que no puede pensar sin horror. Su existencia la deben no ya sólo al esfuerzo de los grandes genios que los han creado, sino también, sin duda, a la servidumbre anónima de sus contemporáneos. No hay documento de cultura que no lo sea, al tiempo, de barbarie.

Sobre el concepto de historia

Obras I, 2, p. 309

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El materialista histórico no puede en ningún caso renunciar al concepto de un presente que no es transición, sino que en él el tiempo se halla en equilibrio e incluso ha llegado a detenerse. El historicismo nos plantea la imagen ‘eterna’ del pasado; el materialista histórico nos muestra una experiencia única con éste. Deja a los demás que se desgasten con la puta ‘Érase una vez’ en el burdel del historicismo y permanece dueño de sus fuerzas: bastante hombre para hacer saltar lo que es el continuo de la historia.

Sobre el concepto de historia

Obras I, 2, p. 316

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A la historiografía materialista le subyace un principio constructivo. Ahí del pensamiento forman parte no sólo el movimiento del pensar, sino ya también su detención. Cuando el pensar se para, de repente, en una particular constelación que se halle saturada de tensiones, se le produce un shock mediante el cual él se cristaliza como mónada. El materialista histórico sólo se acerca a un objeto histórico en cuanto se lo enfrenta como mónada. Y, en esta estructura, reconoce el signo de una detención mesiánica del acaecer, o, dicho de otro modo, de una oportunidad revolucionaria dentro de la lucha por el pasado oprimido. Y la percibe para hacer saltar toda una época concreta respecto al curso homogéneo de la historia; con ello hace saltar una vida concreta de la época, y una obra concreta respecto de la obra de una vida. El resultado de su procedimiento consiste en que en la obra queda conservada y superada la obra de una vida, como en la obra de una vida una época, y en la época el decurso de la historia.

Sobre el concepto de historia

Obras I, 2, pp. 316-317

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La superación creativa de la iluminación religiosa sin duda no se encuentra en los estupefacientes, sino en una específica iluminación profana, en una inspiración materialista.

El surrealismo

Obras II, 1, p. 303

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El materialista histórico va extrayendo la época de la cósicacontinuidad histórica’, como saca a la vida de la ‘época’ y a la obra de la ‘obra de una vida’.

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La sustitución del momento épico por lo que es el momento constructivo se revela condición de la experiencia [del historiador materialista]. En ella se liberan las poderosas fuerzas prisioneras del ‘érase una vez’ que es lo propio del historicismo. Pues la tarea del materialismo histórico es llevar a cabo con la historia la experiencia que es originaria para cada presente. El materialismo histórico se dirige hacia una consciencia del presente que hace saltar por los aires el supuesto continuo de la historia.

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La superioridad con que la historia cultural suele presentar sus contenidos es una apariencia que deviene de una falsa consciencia. El materialista histórico adopta una actitud bien reservada frente a dicha historia cultural. Para justificar esta actitud, basta solamente con echar un vistazo al pasado: todo el arte y la ciencia que el materialista histórico perciba tiene sin duda una procedencia que él por cierto no puede contemplar sin horror. Pues todo eso debe su existencia no tan sólo al esfuerzo de aquellos grandes genios que lo han ido creando, sino también –en mayor o menor grado– a la esclavitud anónima de sus contemporáneos. No hay ningún documento de cultura que no sea al tiempo documento de barbarie.

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El teatro épico se dirige a los interesados, y unos que «no piensan sin fundamento», siendo ésta una actitud que los interesados comparten con las masas. El materialismo dialéctico de Brecht se impone en el esfuerzo por interesar en el teatro a dichas masas de una manera especializada, no por la vía de la ‘formación’. «Muy pronto se tendría así un teatro lleno de especialistas, tal como hay estadios llenos de ellos».

¿Qué es el teatro épico?

Obras II, 2, p. 126

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Contemplar como uno de los planteamientos metódicos el que es propio de aquel materialismo histórico que, justamente en sí, ha aniquilado la idea de progreso. Pues justo aquí el materialismo histórico tiene sin duda todos los motivos para diferenciarse estrictamente de la forma burguesa de pensar. Su concepto principal no es el progreso, sino que es la actualización.

Obra de los pasajes

Obra de los pasajes, N 2, 2

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Al materialista histórico le es imprescindible distinguir la construcción de un contenido histórico de eso que, normalmente, se acostumbra llamar ‘reconstrucción’. La ‘reconstrucción’ en la empatía es sólo unívoca. ‘Construcción’ presupone ‘destrucción’.

Obra de los pasajes

Obra de los pasajes, N 7, 6

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