mismo

El poeta goza del privilegio incomparable de que puede ser a discreción bien él mismo o bien otro. Como el alma errante en busca de un cuerpo, entra, cuando quiere, en la persona de otro. Para él la persona de cualquiera está libre y abierta, y si algunos lugares le parecen cerrados, es porque, a sus ojos, no vale la pena visitarlos.

El París del Segundo Imperio en Baudelaire

Charles Baudelaire, Spleen de París, Madrid, 1998, p. 29. Cit. en W. Benjamin, Obras I, 2, p. 146

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Modernidad’ es el tiempo del infierno. Sus penas se revelan lo novísimo que a cada vez se da en ese ámbito. Claro que por ello no se trata de que ahí se dé ‘siempre-ya-lo mismo’, ni que pueda hablarse en este caso de un eterno retorno inevitable. Lo que sucede es que la faz del mundo nunca queda alterada en lo novísimo, pues lo novísimo siempre sigue siendo lo mismo en cada una de sus partes. Esto constituye justamente la eternidad propia del infierno. Determinar en su totalidad los rasgos en que surge lo ‘moderno’ es mostrar el infierno como tal.

Obra de los pasajes

Obra de los Pasajes, S 1, 5

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Sumergido en el sueño, el colectivo no conoce historia. Para él, el curso del acontecer fluye como lo-mismo-siempre-nuevo. Porque la sensación de lo más nuevo, de lo que es más moderno, se revela sin duda como forma del sueño del acontecer y eterno retorno de lo mismo.

Obra de los pasajes

Obra de los Pasajes, S 2, 1

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