cosa

La autenticidad propia de una cosa es la suma de cuanto, desde lo que es su origen, nos resulta en ella transmisible, de su duración de material a lo que históricamente testimonia.

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El entorno objetual del hombre asume con menos contemplaciones cada vez la expresión de la mercancía. Y, simultáneamente, la publicidad tiende a disimular el carácter de mercancía de las cosas. A la engañosa transfiguración del mundo propio de las mercancías se opone su distorsión en lo alegórico. La mercancía trata de mirarse a sí misma a la cara, y su humanización la celebra en la puta.

Parque Central

Obras I, 2, p. 278

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Mediante la palabra, el ser humano se encuentra conectado con lo que es el lenguaje de las cosas. Por ello, dado que la palabra humana es el nombre mismo de las cosas, no podrá aquí reaparecer la idea (propia de la concepción burguesa del lenguaje) de que la palabra sólo guarda relación accidental con cada cosa, que la palabra es signo de las cosas (o que es un signo de su conocimiento) que se estableció por convención. El lenguaje no da nunca meros signos.

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Las cosas de cristal no tienen ‘aura’. El cristal es el enemigo del misterio, y lo es también de la propiedad.

Experiencia y pobreza

Obras II, 1, p. 220

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Hasta llegar [los surrealistas] nadie se había dado cuenta todavía de que la miseria, no sólo social, sino también miseria arquitectónica, o la miseria propia del intérieur, con las cosas esclavizadas y esclavizantes, se transforman en nihilismo revolucionario.

El surrealismo

Obras II, 1, p. 305-306

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El truco que rige este mundo de cosas [la ‘atmósfera’ captada por el surrealismo bretoniano] consiste en el hecho de cambiar la mirada histórica al pasado por otra política.

El surrealismo

Obras II, 1, p. 306

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Breton nos indica en su Introduction au discours sur le peu de réalité que el realismo filosófico de la Edad Media se encuentra a la base de la experiencia poética. Dicho realismo –la fe en que los conceptos tienen existencia de modo objetivo, fuera de las cosas o bien dentro de ellas– ha pasado siempre muy rápidamente desde el reino lógico de los conceptos hasta el reino mágico de las palabras.

El surrealismo

Obras II, 1, p. 308

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El narrador pertenece al grupo que forman los maestros y los sabios. Él conoce el consejo, pero no limitado a algunos casos –como lo hace el refrán–, sino para muchos –como el sabio–. Pues el narrador puede apoyarse en toda una vida. –Pero una que no sólo incluye la propia experiencia, sino también la ajena: por cuanto él asimila lo que ha oído decir junto a lo propio–. Su talento es poder narrar su vida; su dignidad, poder narrarla toda. Narrador es el hombre al que la larga mecha de su vida se le podría consumir completamente en la suave llama de su narración. Pues en esto se basa ese halo sin duda incomparable que, en la obra de Léskov, como en Hauff, o como en Poe o como en Stevenson, rodea suavemente al narrador. Pues el narrador es la figura en la cual el justo se encuentra consigo, finalmente.

El narrador

Obras II, 2, pp. 67-68

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El estancamiento producido de pronto en lo que es el flujo real de la vida, instante en que su curso se detiene, es perceptible ahí como reflujo: y uno que, sin duda, es el asombro. La dialéctica en estado de parálisis es su auténtico objeto. Es el peñasco a partir del cual la mirada se hunde dentro de la corriente de las cosas. […] Pero si el torrente de las cosas se rompe en el peñasco del asombro, ya no hay diferencia entre una vida y una palabra humana. En el teatro épico, ambas son la cresta de la ola que hace alumbrar la vida desde el lecho del tiempo, lucir por un momento en el vacío e irse luego al fondo nuevamente.

¿Qué es el teatro épico?

Obras II, 2, p. 136

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Los románticos no conocen nada que sea infinito, sino ya, tan sólo, lo infinito mismo. Y lo infinito es el universo, la común esencia a toda cosa.

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El sueño ya no abre una azul lejanía. Es que se ha vuelto gris. La capa de gris polvo que hay sobre las cosas es su mejor parte. Los sueños son ahora, estrictamente, un atajo hacia lo banal. Pues la técnica anula aquella imagen exterior de las cosas igual que si fueran billetes de banco que han de dejar ya de circular. Y la mano penetra nuevamente en el sueño, y palpa unos contornos conocidos para así despedirse.

Kitsch onírico

Obras II, 2, p. 229

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El psicoanálisis descubrió hace ya tiempo el que los dibujos misteriosos son los esquematismos del trabajo del sueño. Mas los surrealistas, con esta certeza, siguen mucho menos las huellas del alma que las de las cosas. El tótem de los objetos lo buscan en la espesura de la prehistoria, y la última caricatura de ese tótem es sin duda el kitsch, esa última máscara de lo banal con que nos revestimos en el sueño y en el seno de la conversación, para acoger con ello la fuerza del mundo de las cosas desaparecidas.

Kitsch onírico

Obras II, 2, p. 231

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Lo que llamábamos ‘arte’ tiene hoy su comienzo a dos metros del cuerpo, mientras que en el kitsch el mundo de las cosas se consigue acercar al ser humano.

Kitsch onírico

Obras II, 2, p. 231

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Las cosas fabricadas han perdido la noble indiferencia por las esferas de la riqueza y la pobreza. Cada cosa hoy deja su impronta sobre su propietario, que no tiene ya otra elección que presentarse como un pobre diablo o, al contrario, como especulador.

Calle de dirección única

Obras IV, 1, p. 40.

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La mirada lanzada al corazón de las cosas que hoy resulta esencial, mirada mercantil, se llama ‘anuncio’.

Calle de dirección única

Obras IV, 1, p. 72.

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Los grandes fisonomistas –los coleccionistas son fisonomistas del extenso mundo de las cosas– se vuelven adivinos del destino.

Imágenes que piensan

Obras IV, 1, p. 338.

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Nadie se sintió menos en su casa habitando en París que Baudelaire. A la intención alegórica la intimidad con las cosas le es extraña. Tocarlas es lo mismo que violarlas, conocer equivale a penetrar. Donde aquélla domina, no se puede formar costumbre alguna, dado que, nada más captar la cosa, ella rechaza ya la situación.

Obra de los pasajes

Obra de los pasajes, J 59 a, 4

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La huella es aparición de una cercanía, por más lejos que ahora pueda estar eso que la ha dejado atrás. El aura es aparición de una lejanía, por más cerca que ahora pueda estar lo que la convoca nuevamente. En la huella nos apoderamos de la cosa, el aura se apodera de nosotros.

Obra de los pasajes

Obra de los pasajes, M 16 a, 4

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En cuanto muere su valor de uso las cosas alienadas se vacían, asumiendo después en ese hueco lo que son unos nuevos significados cifrados. La subjetividad se hace con ellas, cargándolas de impulsos de deseo y de miedo. Reapareciendo así las cosas muertas en tanto imágenes de impulsos subjetivos, aquéllas se nos muestran desvanecidas en lo inmemorial y, por lo tanto, eternas. Las imágenes dialécticas son constelaciones que se forman entre aquellas cosas alienadas y los nuevos significados asumidos, interrumpidas de pronto en el instante de la indiferencia entre su muerte y su significación.

Obra de los pasajes

Obra de los pasajes, N 5, 2

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