abismo

Yo, voluntario claustro y sótano de mismo,
yo, el propio abismo que soñé.
Sí, yo, que veía en todo caminos y atajos de sombra
y la sombra, los caminos, los atajos simplemente eran yo!

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¡Y de este miedo, esta angustia, este peligro propio de ultraser,
no se puede huir, no se puede huir, no se puede!

Cárcel del Ser, ¿no hay liberación de ti?
Cárcel de pensar, ¿no hay liberación de ti?
¡Ah, no, no hay ninguna –ni tampoco muerte, ni vida, ni Dios!
Nosotros, los gemelos del Destino, existimos en ambos.
Nosotros, gemelos de todos los Dioses, de toda su especie,
siendo el mismo abismo y la misma sombra,
porque seamos sombra, o seamos luz, siempre se trata de la

[misma noche.

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¡Sea quien sea, navío, no quiero ser yo!
¡Llévame lejos de mí, a remo, vela o máquina!
¡Vamos!, ¡vamos!, ¡que vea cómo se abre el abismo entre la

[costa y yo,

y cómo se abre el río entre la orilla y yo,
y cómo se abre el mar entre el muelle y yo,
la muerte al fin, la muerte, entre yo y la vida!

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Arrojo la caja de cerillas, que está vacía, al abismo que es la calle más allá del parapeto de mi ventana alta sin balcón. Me levanto de la silla y escucho. Nítidamente, como si significara alguna cosa, la caja de cerillas vacía suena en la calle que me dice desierta. No se oye otro sonido, salvo los de toda la ciudad. Sí, los de toda la ciudad ―tantos, sin oírse, y todos verdaderos.

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