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No rebajarse nunca a dar conferencias, para que no se crea que tenemos opiniones, o que nos rebajamos hasta el público para hablar con él. Si quiere, que nos lea.

Además, el conferenciante se asemeja a un actor ―criatura que el buen artista desprecia, merodeador del Arte.

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No rebajarse nunca a dar conferencias, para que no se crea que tenemos opiniones, o que nos rebajamos hasta el público para hablar con él. Si quiere, que nos lea.

Además, el conferenciante se asemeja a un actor ―criatura que el buen artista desprecia, merodeador del Arte.

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Para todos nosotros caerá la noche y llegará la diligencia. Gozo de la brisa que me dan y del alma que me dieron para gozarla, y no pregunta más ni busco. Si lo que dejé escrito en el libro de los viajantes puede, releído un día por otros, entretenerlos también en el tránsito, estará bien. Si no lo leen, ni se entretienen, estará bien también.

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vamos, es que prefiero la vida al mismo Dios que la creó. Así me la dio, así la viviré. Sueño porque sueño, pero no padezco el insulto propio de dar a los sueños otro valor que el de ser mi teatro íntimo, como no doy al vino, del que sin embargo no me privo, el nombre de alimento o de necesidad vital.

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Amo todo esto, tal vez porque no tenga otra cosa que amar ―o tal vez, también, porque nada hay que valga el amor de un alma, y, si tenemos que darlo por sentimiento, tanto vale darlo al pequeño aspecto de mi tintero como a la gran indiferencia de las estrellas.

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Poco los dioses dan, y aun eso es falso,
mas si lo dan, aun falso, el mismo darlo
   es verdadero. Acepto
   a ojos cerrados. Basta.

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Nunca la ajena voluntad, aunque grata
cumplas por propia. Manda en lo que haces,
ni de ti mismo siervo.
Nadie te da quien eres. No te muden.
Tu íntimo destino involuntario
cumple, sí. Sé tu hijo

Ricardo Reis
Poesí­a VII. Los poemas de Ricardo Reis

Odas II, 124, vss. 1-6 [entero], p. 231


FÁRMACOS
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Lo que me dan recibo,
no quiero lo que falta.

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Hay tres clases de cultura: la que resulta de la erudición, la que resulta de la experiencia transferida, y la que resulta de la multiplicidad de intereses intelectuales. […] Daremos ejemplos de todas según existieron en tres grandes poetas: vemos la primera en Milton, que se preparó conscientemente para su obra poética ―la que habría de ser, pues de joven no sabía cuál sería― por medio del dominio del griego, del latín, del hebreo y del italiano (que no sólo leía, sino que también escribía), y mediante el estudio de los clásicos en las dos primeras lenguas. Vemos la segunda en Shakespeare, persona poco leída y cultivada, pero intenso y profundo en su aprovechamiento de cuanto veía y oía, hasta el extremo de simular involuntariamente una erudición que en verdad no tenía. Vemos la tercera en Goethe, que ni tenía la erudición de Milton ni la ultra asimilación de Shakespeare, pero cuya variedad de intereses, que abarcaba todas las artes y casi todas las ciencias, compensaba en universalidad lo que en profundidad o absorción perdía.

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Claro en el pensar y en el sentir,
claro en querer;
indiferente si es el conseguir
mero obtener;
dúplice dueño, por no dividir
deber y ser.

No me pudo la Suerte dar amparo,
suyo no siendo.
Viví y morí calmadamente, bajo
los mudos cielos.
Fiel a la palabra y a la idea.
¡A Dios el resto!

Fernando Pessoa
Poesí­a VIII. Mensaje

«Don Pedro, regente de Portugal», vss. 1-12, p. 81


FÁRMACOS
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Caí –¡esperad!– en la arena a la hora adversa
que Dios les da
a los suyos, estando el alma inmersa
en Dios soñar.

¿Qué harán muerte, arena y desventura
si en Dios entré?
Con Lo que me soñé, que eterno dura,
regresaré.

Fernando Pessoa
Poesí­a VIII. Mensaje

«Don Sebastián», vss. 1-8, p. 139


PANTEÍSMO
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Loco, sí, loco, quise la grandeza
que Azar no da.
Dentro de mí no cupo mi certeza.
Por eso, allí donde la arena está,
mi ser que hubo quedó, no el que hay y habrá.

Que mi locura otros me la tomen
con lo que en ella
iba, mas sin locura, ¿qué es el hombre,
la sana bestia,
aplazado cadáver que procrea?

Fernando Pessoa
Poesí­a VIII. Mensaje

«Don Sebastián, rey de Portugal», vss. 1-10, p. 85


FÁRMACOS
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