pasado

«Perdido en las fealdades de este mundo y atrapado por las multitudes, soy un hombre causado cuyo ojo no alcanza a ver, en la hondura de los años, sino inquietudes y amarguras, viendo ante mí tan sólo un huracán en el que nada nuevo se contiene, vacío de dolor y de enseñanzas».

Sobre algunos motivos en Baudelaire

Charles Baudelaire, Œuvres, París, 1931-32, p. 641. Cit. en W. Benjamin, Obras I, 2, pp. 258-259

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La rememoración complementa la ‘vivencia’. En ella se precipita la creciente autoalienación del hombre, que hace inventario de todo su pasado como capital ya sin valor. La reliquia procede del cadáver, rememoración de la experiencia ya difunta que, eufemísticamente, se llama vivencia.

Parque Central

Obras I, 2, p. 290

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Felicidad que pudiera despertarnos envidia sólo la hay en el aire que hemos respirado, con hombres con los que hubiéramos podido conversar, con mujeres que hubieran podido entregársenos. En otras palabras, en la idea de felicidad resuena inevitablemente la de redención. Y con esa idea del pasado que la historia hace suya sucede lo mismo. El pasado comporta un índice secreto por el que se remite a la redención.

Sobre el concepto de historia

Obras I, 2, p. 305

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Nada de lo que haya acontecido se ha de dar para la historia por perdido. Por supuesto que sólo a la humanidad redimida le incumbe enteramente su pasado. Cosa que significa que sólo para esa humanidad redimida se ha hecho convocable su pasado en todos y cada uno de sus momentos. Y es que cada uno de sus instantes vividos se convierte en una citation à l’ordre du jour: ése día que es el del Juicio Final, precisamente.

Sobre el concepto de historia

Obras I, 2, p. 306

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El pasado sólo cabe retenerlo como imagen que relampaguea de una vez para siempre en el instante de su cognoscibilidad.

Sobre el concepto de historia

Obras I, 2, p. 307

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Articular el pasado históricamente no significa reconocerlo «tal y como ha sido» [en palabras de Ranke]. Significa apoderarse de un recuerdo que relampaguea en el instante de un peligro.

Sobre el concepto de historia

Obras I, 2, p. 307

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Hay un cuadro de Klee llamado Angelus Novus. En ese cuadro se representa a un ángel que parece a punto de alejarse de algo a lo que está mirando fijamente. Los ojos se le ven desorbitados, la boca abierta y las alas desplegadas. Este aspecto tendrá el ángel de la historia. Él ha vuelto el rostro hacia el pasado. Donde ante nosotros aparece una cadena de datos, él ve una única catástrofe que amontona ruina tras ruina y las va arrojando ante sus pies. Bien le gustaría detenerse, despertar a los muertos y recomponer lo destrozado. Pero, soplando desde el Paraíso, la tempestad se enreda entre sus alas, y es tan fuerte que el ángel no puede cerrarlas. La tempestad lo empuja, inconteniblemente, hacia el futuro, al cual vuelve la espalda, mientras el cúmulo de ruinas ante él va creciendo hasta el cielo. Lo que llamamos progreso es justamente esta tempestad.

Sobre el concepto de historia

Obras I, 2, p. 310

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La moda tiene olfato para lo actual dondequiera que esto aún se mueva entre la espesura del otrora. Es el salto de tigre hasta el pasado.

Sobre el concepto de historia

Obras I, 2, p. 315

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El materialista histórico no puede en ningún caso renunciar al concepto de un presente que no es transición, sino que en él el tiempo se halla en equilibrio e incluso ha llegado a detenerse. El historicismo nos plantea la imagen ‘eterna’ del pasado; el materialista histórico nos muestra una experiencia única con éste. Deja a los demás que se desgasten con la puta ‘Érase una vez’ en el burdel del historicismo y permanece dueño de sus fuerzas: bastante hombre para hacer saltar lo que es el continuo de la historia.

Sobre el concepto de historia

Obras I, 2, p. 316

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A la historiografía materialista le subyace un principio constructivo. Ahí del pensamiento forman parte no sólo el movimiento del pensar, sino ya también su detención. Cuando el pensar se para, de repente, en una particular constelación que se halle saturada de tensiones, se le produce un shock mediante el cual él se cristaliza como mónada. El materialista histórico sólo se acerca a un objeto histórico en cuanto se lo enfrenta como mónada. Y, en esta estructura, reconoce el signo de una detención mesiánica del acaecer, o, dicho de otro modo, de una oportunidad revolucionaria dentro de la lucha por el pasado oprimido. Y la percibe para hacer saltar toda una época concreta respecto al curso homogéneo de la historia; con ello hace saltar una vida concreta de la época, y una obra concreta respecto de la obra de una vida. El resultado de su procedimiento consiste en que en la obra queda conservada y superada la obra de una vida, como en la obra de una vida una época, y en la época el decurso de la historia.

Sobre el concepto de historia

Obras I, 2, pp. 316-317

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Se puede hacer a este tiempo simultáneo con cualquier otro tiempo no presente. Pues se trata de un tiempo dependiente, parasitario respecto del propio de lo que es una vida superior, además de menos natural. Un tiempo que carece de presente, porque los instantes del destino sólo los hay en las novelas malas, y pasado y futuro igualmente tan sólo se conocen en modificaciones peculiares.

Destino y carácter

Obras II, 1, p. 180

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El truco que rige este mundo de cosas [la ‘atmósfera’ captada por el surrealismo bretoniano] consiste en el hecho de cambiar la mirada histórica al pasado por otra política.

El surrealismo

Obras II, 1, p. 306

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Ya dijo Hermann Cohen en una observación ocasional sobre la idea antigua de destino que «se hace insoslayable conocer […] que son sus propios órdenes los que parecen ocasionar y provocar su misma defección». Y eso mismo sucede con la jurisdicción cuyo procedimiento se vuelve contra K. Ella nos hace retroceder de pronto, más allá de la Ley de las Doce Tablas, a un concreto pasado sobre el cual una de las victorias más audaces fue el derecho escrito. Ciertamente que aquí está el derecho como escrito en las leyes, pero permanece ahí, oculto, y, basándose en ellas, ejerce el pasado más remoto su poder de forma ilimitada.

Franz Kafka

Obras II, 2, pp. 12-13

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Kafka vio aparecer en el espejo que el pasado ponía ante sus ojos en forma de culpa al futuro en forma de juicio. Sobre cómo se piense ese juicio (¿no es el Juicio Final?, ¿el juez no se convierte en acusado?, ¿el mismo procedimiento no es la pena?) Kafka no nos ha dado su respuesta. ¿Esperaba algo de ella? ¿O su intención era demorarla? En todas las historias que conservamos de Kafka la épica recupera el significado que tiene puesta en boca de Sheherezade: retrasar justo aquello que tiene que llegar. El aplazamiento, en El proceso, es la esperanza que abriga el acusado, pero ello sólo si el procedimiento no se fuera volviendo la sentencia.

Franz Kafka

Obras II, 2, p. 28

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Ha de exigirse del investigador abandonar una actitud serena, la típica actitud contemplativa, al ponerse enfrente del objeto; tomando así conciencia de la constelación crítica en la cual este preciso fragmento del pasado encuentra justamente a este presente.

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La superioridad con que la historia cultural suele presentar sus contenidos es una apariencia que deviene de una falsa consciencia. El materialista histórico adopta una actitud bien reservada frente a dicha historia cultural. Para justificar esta actitud, basta solamente con echar un vistazo al pasado: todo el arte y la ciencia que el materialista histórico perciba tiene sin duda una procedencia que él por cierto no puede contemplar sin horror. Pues todo eso debe su existencia no tan sólo al esfuerzo de aquellos grandes genios que lo han ido creando, sino también –en mayor o menor grado– a la esclavitud anónima de sus contemporáneos. No hay ningún documento de cultura que no sea al tiempo documento de barbarie.

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Conformando la ciencia de la historia: no [...] la maraña de los puros hechos, sino el contado grupo de los hilos que introducen la trama de un pasado entre la textura del presente.

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Es admirable la sabiduría con la que Jochmann medía sus palabras y cómo [...] se conformará con plantear suave e insistente la pregunta de si acertamos al «considerar como perdido todo lo pasado e insustituible e insustituido todo lo que damos por perdido».

Los retrocesos de la poesía

Obras II, 2, p. 190

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La codicia por los tesoros del pasado va más allá de cualquier medida: los fascistas quieren nada menos que adueñarse del mito como tal.

Los retrocesos de la poesía

Obras II, 2, p. 193

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Nosotros escuchamos las palabras de Jochmann: «No todo lo pasado está perdido». (No necesitamos hacerlo de nuevo) «No todo lo perdido se ha quedado sin sustitución». (Muchas cosas se han ido integrando en distintas formas superiores) Y «no todo lo insustituido es como tal insustituible». (Muchas cosas útiles antaño nos resultan inútiles ahora).

Los retrocesos de la poesía

Obras II, 2, p. 193

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En la medida en que la conexión entre la culpa y la expiación es temporalmente mágica, esta concreta magia temporal aparece en la mancha sobre todo, en el sentido de que la resistencia del presente entre pasado y futuro queda ahí anulada y éstos irrumpen mágicamente unificados precisamente sobre el pecador.

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La mayor parte de nuestros autores dan un crédito firme e inquebrantable, que desde Freud se revela improcedente, a las confesiones de sus personajes, o al menos lo fingen. Eso porque no quieren entender que un informe que alguien hace de su pasado delata mucho más de su estado actual que del pasado de ése que está hablando.

Sobre el lugar social del escritor francés

Emmanuel Berl, Mort de la pensée bourgeoise, París, 1929, pp. 89-90. Cit. en W. Benjamin, Obras II, 2, p. 408

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La lengua nos indica […] que la memoria no es un instrumento para conocer el pasado, sino sólo su medio. La memoria es el medio de lo vivido, como la tierra viene a ser el medio de las viejas ciudades sepultadas, y quien quiera acercarse a lo que es su pasado tiene que comportarse como un hombre que excava. Y, sobre todo, no ha de tener reparo en volver una y otra vez al mismo asunto, en irlo revolviendo y esparciendo como se revuelve y se esparce la tierra. Los ‘contenidos’ no son sino esas capas que tan sólo tras una investigación cuidadosa entregan todo aquello por lo que nos vale la pena excavar: imágenes que, separadas de su […] contexto, son joyas en los sobrios aposentos del conocimiento posterior, como quebrados torsos en la galería del coleccionista.

Imágenes que piensan

Obras, IV, I, p. 350.

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Prostitución del espacio en el hachís, donde se pone al servicio de todo lo sido.

Obra de los pasajes

Obra de los pasajes, G 16, 2

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El método dialéctico no podría captar esta pregunta dentro de la ideología del progreso, sino sólo con una concepción de la historia que logre superarla por completo. Habría que hablar por lo tanto en ella de la siempre creciente condensación (e integración) de lo real, una en la cual todo lo pasado (a su tiempo) se encuentra en condiciones de recibir un grado superior de actualidad al que tuvo en el momento en que existía. [...] El penetrar dialéctico en contextos pasados y su capacidad para volverlos presentes es la prueba final de la verdad para toda acción contemporánea. Lo que quiere decir que hace estallar la materia explosiva contenida en lo sido (cuya figura auténtica es la moda). Ir hacia lo sido de este modo ya no equivale, como hasta ahora equivalía, a tratarlo a la manera de lo histórico, sino en modo político y con categorías políticas.

Obra de los pasajes

Obra de los pasajes, K 2, 3

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Es trabajo perdido que tratemos de evocar nuestro pasado, siendo inútiles todos los esfuerzos que realiza nuestra inteligencia. Está oculto y bien lejos de su dominio como de su alcance, en algún objeto material [...] que ni tan siquiera sospechamos. Y depende sólo del azar que lo encontremos antes de morir, o que nunca encontremos dicho objeto.

Obra de los pasajes

Marcel Proust. Du côté de chez Swann, I, pp. 67-69. Cit. en Obra de los pasajes, K 8 a, 1

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Mi análisis se refiere de modo esencial a una sed de pasado como tema principal. A su luz el museo se revela como interior creciente y gigantesco. Entre el año 1850 y el 1890 las nuevas exposiciones universales toman el lugar de los museos. Ver su base ideológica común.

Obra de los pasajes

Obra de los pasajes, L 1 a, 2

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El momento prehistórico del pasado –a consecuencia y condicionamiento de la técnica– ya no queda encubierto por la tradición de la iglesia y la familia. El viejo estremecer de lo prehistórico se infiltra en el entorno de nuestros padres, por cuanto ya no estamos ligados a él por la tradición. Eso que son los mundos perceptivos se descompone cada vez más rápido, y así lo que en ellos hay de mítico viene a mostrarse cada vez más rápido y cada vez de forma más brutal; y así también más rápidamente se hace enteramente necesario erigir un mundo perceptivo por completo distinto, que se contrapone al precedente. Así sin duda es como aparece, bajo el punto de vista de la actual prehistoria, el tempo acelerado de la técnica.

Obra de los pasajes

Obra de los pasajes, N 2 a, 2

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Sin duda que no es que lo pasado venga a volcar su luz en lo presente, o lo presente sobre lo pasado, sino que la imagen es aquello en la cual lo sido se une como un relámpago al ahora para formar una constelación. Dicho en otras palabras: imagen es la dialéctica en suspenso. Pues así como la relación del presente respecto del pasado es puramente continua, temporal, la de lo sido respecto del ahora es en cambio dialéctica: no es curso, es imagen, y se produce en discontinuidad.

Obra de los pasajes

Obra de los pasajes, N 2 a, 3

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Los que en cada época están vivos se ven en el mediodía de la historia. Por eso están forzados a ofrecerle un banquete al pasado. El historiador es el heraldo que invita a los difuntos a la mesa.

Obra de los pasajes

Obra de los pasajes, N 15, 2

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Lo que nos impulsa a observar el pasado es la semejanza de lo sido con lo que es nuestra vida, una semejanza que consiste en el ser-uno-ahí-en-cierta-forma. Cuando captamos dicha identidad, entonces ya podemos desplazarnos a la región más pura: de la muerte.

Obra de los pasajes

Hugo von Hofmannsthal. Buch der Freunde, Leipzig 1929, p. 111. Cit. en Obra de los Pasajes, S 2, 2

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