Aunque pocas veces llegó a ser reconocido como tal, Guy Debord a menudo se presentó como cineasta. El papel central que el cine desempeñó en la sociedad “espectacular” de la segunda mitad del siglo XX, que él mismo describió con precisión, le dio la posibilidad de convertirse en su único “cineasta maldito”. Debord orientó su actividad cinematográfica hacia la negación permanente de la institución, lo que en la práctica supuso una aplicación experimental de la directriz situacionista de superación del arte. Su primera acción pública consistió en la proyección de una película sin imágenes y la última en privar al mundo de la posibilidad de ver sus películas. Segunda y última parte de la retrospectiva Debord que realizamos en colaboración con el Museo Reina Sofía, y que nos vimos obligados a aplazar en marzo.

Organiza Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, Institut Français de Madrid y CBA