Nacido en Ámsterdam en 1943 en el seno de una familia trabajadora, Frans van de Staak desarrolló desde joven una sensibilidad artística que canalizó primero a través del grabado y la pintura, disciplinas que cultivó de forma autodidacta a lo largo de toda su vida. En paralelo, comenzó a experimentar con el cine, medio en el que construiría una obra singular, profundamente comprometida, en los marcos de lo definido como vanguardia realista. 

Gracias al sistema de apoyo público a las artes existente en los Países Bajos en las décadas de posguerra, van de Staak pudo dedicar una parte sustancial de los subsidios que recibía como artista visual a la realización de sus películas, que se mantendrían siempre artesanales en su fabricación: filmadas en 16 mm, con medios propios y equipos mínimos. 

Su filmografía, compuesta por 25 títulos, se mueve entre lo conceptual y lo poético, explorando formas de colaboración horizontales en todas las fases de producción. Van de Staak trabajó con actores no profesionales y elencos corales, así como con escritores de vanguardia como Lidy van Marissing y Jacq Firmin Vogelaar, además de con músicos experimentales como Bernard Hunnekink, Leo Cuypers o Ton Bruynèl. La estructura de cada película se configura como un campo de tensiones entre el orden (representado por el guion, las reglas del rodaje) y lo imprevisible, creando una dinámica entre la norma y la espontaneidad que define su lenguaje cinematográfico. 

A pesar del reconocimiento de figuras clave del cine europeo como Johan van der Keuken, Danièle Huillet y Jean-Marie Straub, que lo consideraban una figura crucial, aunque poco visible, dentro del panorama del cine moderno, van de Staak permaneció en gran medida fuera del circuito internacional tanto en vida como tras su fallecimiento en 2001.