El único largometraje de Margaret Tait (Kirkwall, Escocia, 1918-1999) fue también el primero realizado por una mujer en Escocia. Se trata de una meditación sobre los ciclos de la naturaleza y la infancia, a lo largo de tres generaciones de una familia orcadiana (la región donde había nacido la cineasta) en las que el papel destacado corresponde a la hija, Barbara, que intenta desmadejar sus recuerdos para lograr aceptar la muerte en misteriosas circunstancias de su madre, Greta.