«Fue el cineasta de la amabilidad, de la bondad, de la solidaridad.  Filmó la vitalidad, el valor, el entusiasmo por vivir, con una energía que la desgracia y las desilusiones nunca hicieron mermar. Describió las preocupaciones comunes del ser humano con el mismo entusiasmo que la perseverancia del vencedor por conquistar la victoria. Supo hablar de los sentimientos simples y mirar a los humildes sin condescendencia. Nos enseñó que el sufrimiento puede no ser más que un acontecimiento banal y que la aspiración a la felicidad permanece anclada en lo más profundo del corazón humano sean cuales sean los reveses, las decepciones, las traiciones. Supo extraer la parte de heroísmo que cada cual lleva en sí mismo sin moralizar nunca ese descubrimiento. Miró de frente la grandeza y los desórdenes de la pasión, vaciló ante el espectáculo de sus extravagancias, aceptó perderse en la sombra de sus secretos, exaltó su lucidez en el deslumbramiento de sus vértigos. Mostró la belleza en el rostro del crimen y la fealdad en el de la inocencia con un respeto, una atención, una comprensión por igual hacia todo aquello que nace, vive y muere.  Describió el curso inexorable de los días, constató la lenta degradación de la materia.  Estuvo obsesionado con el tiempo. 

Estos son, todavía hoy, a través de los años, algunos de los méritos de Jean Grémillon. Sin embargo, por completa que sea ninguna enumeración de cualidades poco comunes basta para dar realmente cuenta de un universo tal. ¿Cómo hablar aquí de realismo cuando su descripción documental nos arrastra al lirismo más resplandeciente? ¿Remorques es en primer lugar una película sobre los trabajadores del mar o un oratorio sobre la comunicación entre los vivos y los muertos? Una cosa está clara: el mundo de Grémillon no se puede transponer. Parece que nadie lo ha logrado, limitándose a abordarlo por uno de sus numerosos aspectos, siempre aislado prudentemente del conjunto. La realidad sensorial, emocional, luminosa, de esta obra, comienza inevitablemente más allá del repertorio de temas, de la anotación de sus inquietudes y del desvelamiento de sus obsesiones.  Estas notas en forma de homenaje a la memoria de uno de los más grandes cineastas del mundo tan solo constituyen una prueba suplementaria en la imposible instrucción del caso Grémillon. Lo repito: este arte no se describe.»

(Jean-Claude Guiguet; traducción de Pablo García Canga).

[Presentación de Remorques a cargo de Pablo García Canga y Manuel Asín el domingo 24]

Colabora: Institut Français de Madrid