Crueldad

Chema Madoz

Un cuchillo vendado es un objeto que no atiende al utilitarismo; sintetiza además dos acciones –un hecho dañino y su reparación– y dos espacios temporales asociados a esas acciones. Este cuchillo ilustra la portada del catálogo de Crueldad, la última exposición de Chema Madoz, que organiza el Círculo de Bellas Artes. Se trata de una imagen que viene a representar el espíritu de la muestra, en la que una selección de más de setenta fotografías (algunas de ellas inéditas), alcanzan, desde la pulcritud formal y aparente sencillez, profundidades simbólicas y semánticas abisales.

Derivada del adjetivo latino crudelis, la palabra crueldad posee un sentido originario que hace referencia a “recrearse en la sangre”. Y es que las fotografías que cubren las paredes de la sala Picasso del Círculo atraviesan el plano poético y, a veces, humorístico, característicos de la obra del fotógrafo madrileño, Premio Nacional de Fotografía, para desbordar la dimensión inquietante que puede albergar lo cotidiano, lo doméstico.

Coincidiendo con el montaje de Crueldad, que se inauguró el pasado 16 de septiembre y que podrá visitarse hasta el 21 de noviembre, aprovechamos para charlar un rato con Chema Madoz. En el siguiente vídeo podéis ver un extracto de la conversación, en la que abordamos cuestiones como la concepción de la poesía visual como ejercicio de comunicación (tal y como sostenía Joan Brossa), la dimensión innegablemente cruel de la humanidad, los diferentes procesos de trabajo sostenidos tras cada una de sus fotografías (desde la intervención en un paisaje hasta la manipulación de un esqueleto animal) o la relación de Crueldad con la literatura y, en concreto, con el corpus textual* que la acompaña. 

* En Crueldad, cada imagen se acompaña de un texto elaborado o rescatado, que se puede leer en los códigos QR que acompañan a cada fotografía y en el catálogo editado para la ocasión, con textos de Juan Barja, Patxi Lanceros y Oliva María Rubio.

Carlos Saura: «Hacer fotografía es un acto peligrosísimo porque guardas el pasado»

Carlos Saura Fotógrafo es el título breve y conciso de la exposición sobre la retrospectiva del director aragonés comisariada por su amigo Chema Conesa, que se puede ver en la Sala Picasso del Círculo del 1 de octubre al 12 de enero de 2020.

«La intención principal es mostrar de principio a fin la mirada de reportero que tiene Carlos Saura», afirma Chema Conesa. Con esa finalidad, la muestra se compone de 118 fotografías seleccionadas por el comisario ya que, como confiesa Saura, «yo no habría tenido el valor de bucear en mi pasado porque no me interesa, ni me reconozco».

Fotosaurio: «Mi hija Ana y su madre»

Además, encontramos material de su archivo personal como polaroids, piezas audiovisuales, fotografías pintadas a las que él mismo bautizó como fotosaurios, publicaciones fotográficas, diarios de rodajes ilustrados y algunas cámaras de fotos de las que ha ido haciendo acopio desde aquella primera cámara Leica M3, que usó en sus inicios a principios de los años cincuenta, hasta las cientos de ellas que comenzó a coleccionar en Argentina tras el rodaje de El Sur.

Aunque su vocación frustrada fue la de músico, algo a lo que se negó en rotundo su madre pianista, Carlos Saura descubrió la fotografía muy pronto, de niño, de manera inocente.

«Mi primera fotografía fue por amor a una niña con 7 u 8 años. Le robé la cámara a mi padre, le hice la fotografía y se la envié con un dibujo de un corazón atravesado por una flecha y la frase “Te amo”»

Ese no había sido su primer contacto con las imágenes. Su padre guardaba álbumes de papel en los que pegaba distintas fotos y recortes por todas partes. «Las mirábamos constantemente y quizás de ahí venga mi obsesión y la de mi hermano Antonio por estar rodeados de imágenes». Carlos Saura llega a la fotografía por estos álbumes y posteriormente, la fotografía le llevó al cine, donde ha desarrollado después su carrera profesional.

La fotografía es para Saura «un instrumento mágico, uno de los mayores descubrimientos de la humanidad», y la compara a un espejo en el que puedes dejar la imagen quieta y captarla, «un milagro que nos da contexto» y que de alguna forma nos enfrenta al pasado. Algo que no siempre es fácil. «Cada uno de nosotros pasa más o menos rápido por distintas etapas de su vida y vamos dejando un poso. La fotografía es la que muestra ese poso del que de otra manera yo no me acordaría y me doy cuenta de que era otra persona, que era diferente, que pertenecía a otro momento, que mi familia era esta…». Para explicarlo se remitió a los heterónimos de Pessoa y escarbando un poco en el Libro del desasosiego que el escritor luso firmó con su heterónimo Bernardo Soares, encontramos lo que creo que puede refrendar las palabras de Saura, pero con el lenguaje poético de aquel: «Me acuerdo de repente de cuando era niño y veía, como hoy no puedo ver, rayar la mañana sobre la ciudad. Entonces la mañana no rayaba para mí, sino para la vida, porque entonces yo, sin ser consciente de ello, era la vida. Veía la mañana y sentía alegría; hoy veo la mañana, y siento alegría, y me quedo triste. El niño sigue aquí, pero enmudeció. Veo como veía, pero por detrás de los ojos me veo viendo; y ya sólo con esto se me oscurece el sol y el verde de los árboles me resulta viejo y las flores se marchitan antes de aparecer.»

El tiempo nos cambia física y emocionalmente, nos hace mudar de ideas, nos hace ver de otro modo y Saura a sus 87 años en el momento de presentar esta exposición lo sabe muy bien; y más cuando se enfrenta a sus propias fotografías. «Apretar el obturador de una cámara supone un acto peligrosísimo porque lo que se guarda tanto en los móviles, como en las tabletas, es el pasado y eso es tremendo».

A Carlos Saura no le interesa el pasado, «no me interesa porque estoy demasiado preocupado por el presente y el futuro». No en vano, este «hombre del Renacimiento» –como lo describe Chema Conesa por su curiosidad y labor polifacética incesante–, está actualmente inmerso en el montaje de su película El rey de todo el mundo, de la que se han incluido en esta muestra algunas páginas del guion ilustrado por el director aragonés. Y es que el dibujo, es otra de sus grandes pasiones. «El dibujo es maravilloso. Creo que en la vida no solo hay que usar la cabeza para pensar, también es necesario usar las manos».

En la parte superior, el guion ilustrado de Carlos Saura de la película que está montando actualmente: “El rey de todo el mundo”.

Para terminar, mencionar que el Círculo de Bellas Artes prepara un ciclo de cine dedicado al director y fotógrafo en el que se podrán ver: Los golfos (1960), Ana y los lobos (1973), Cría cuervos (1976), Bodas de sangre (1981), ¡Ay, Carmela! (1990) y Tango (1998). Y también, incluímos varias citas relacionadas con la muestra en forma de visitas guiadas y coloquios, en la nueva programación de Los Lunes, Al Círculo, en el que podremos ver en persona tanto a Carlos Saura como a Chema Conesa, entre otros.

Exposición Carlos Saura Fotógrafo. Sala Picasso del CBA.
Martes a domingos de 11h a 14h y de 17h a 21h hasta el 12 de enero.

El fotoperiodista Yevgeny Khaldei y sus fotografías icónicas en “El siglo soviético” de #PHE18

Yevgeny Khaldei es uno de los grandes protagonistas de la exposición El siglo soviético. Fotografía rusa del Archivo Lafuente (1917-1972), una de las tres que el Círculo de Bellas Artes alberga dentro de la sección oficial de PHotoEspaña 2018, y no solo por sus fotografías icónicas, Alzando una bandera sobre el Reichstag o las de los juicios de Nüremberg con Göring, presentes en esta muestra, sino por la proyección que incluímos en la misma sobre su trágica vida marcada por el antisemitismo.

Khaldei, cuyo trabajo durante decenas de años fue desconocido en Occidente detrás del Telón de Acero, vio la luz sobre todo a raíz del 50 aniversario de la liberación de Berlín. Por entonces un marchante estadounidense Howard Schickler dio con él en una pensión donde pagaba 35 dólares al mes en Moscú y le convenció para dar a conocer su trabajo en diversas exposiciones, como A Witness to History: Yevgeny Khaldei, Soviet Photojournalist, que en 1997 tuvo lugar en el Museo Judío de Nueva York, justo unos meses antes de la muerte del fotógrafo. Hoy parte de esos registros están en el Archivo Lafuente que por primera vez se expone en España.

Nacido en los albores de la Revolución Rusa, Khaldei era un bebé cuando en un pogromo contra la población judía de Yuzovka (actual Donetsk, Ucrania), su abuelo, dos amigos de su madre y su propia madre murieron tiroteados. La bala que atravesó el cuerpo de su madre se alojó en su pecho derecho dejándole una cicatriz para toda la vida. Con 11 años se dedicó a limpiar máquinas de vapor a cambio de comida y fregaba platos en el estudio de fotografía de sus vecinos, los hermanos Kleiman. «En cuanto vi que había que sacar una cámara para contar qué y cómo sucedían las cosas, en seguida supe lo que quería hacer en la vida». Después de aprender el funcionamiento de la fotografía, Khaldei se fabricó su propia cámara con unas cajas y las lentes de su abuela. El revelado lo hacía bajo la cama con una placa de vidrio y una linterna pintada de rojo. Más tarde con un préstamo de un año compró una FOTOKUR-1 y tiró fotos en la fábrica donde trabajaba donde acabó editando una publicación interna en la que aportaba fotografías de los trabajadores. Usaba un palo y una lata de zapatos llena de magnesio en polvo como flash. Su primer trabajo como fotoperiodista vino en el 32, cuando fotografió fábricas y trabajadores de la región de su ciudad para un equipo de trabajo al servicio de la máquina propagandística del Estado. Además, ya comenzó a enviar fotografías a Pressfoto y Soyuz Foto en Moscú.

Ya en 1933, Khaldei trabajó para el periódico Trabajador estalinista (Stalinist Worker). También le invitaron a trabajar en el mejor diario ucraniano del momento Socialist Donbass. En los años 35 y 36 participó en diversas exposiciones y ganó algunos premios antes de ser enviado a Moscú para completar su formación. Precisamente en el 36 comenzó a trabajar en la agencia TASS, la más importante de Rusia. Así comenzó todo.

En 1941 fue reclutado en el Ejército Rojo donde fue soldado y fotoperiodista. Al contrario que los fotógrafos occidentales, él llevaba dos armas, la pistola y la cámara, y fue condecorado varias veces por ambas, incluso alcanzó el rango de teniente. Durante toda la II Guerra Mundial se dedicó a ensalzar el heroísmo de los soviéticos, a retratar a soldados, y no solo hombres, también mujeres como esas pilotos del 46 regimiento de aviación rusa o las francotiradoras. También fotografió momentos cotidianos en el frente, de la calma antes de la tempestad, los desastres de la contienda… Desde los guetos judíos de Budapest a las calles de Viena, pasando por Sebastopol, Kursk, Mürmansk, Postdam, Nüremberg… o Berlín, donde realizó una de las fotografías más icónicas de la II Guerra Mundial. Los estadounidenses tenían el Desembarco de Normandía de Capa o el momento de los soldados izando la bandera en Iwo Jima de Rosenthal, pero ahora los soviéticos tendrían la suya.

Alzando una bandera sobre el Reichstag

El 2 de mayo de 1945 el avance del Ejército Rojo sobre Berlín era imparable. Cuando aún las balas silbaban en las calles y los edificios se desmoronaban por los efectos de los bombardeos, Khaldei avisó a unos soldados, sacó su bandera con la hoz y el martillo (realmente eran tres manteles rojos cosidos con el escudo de la URSS) y les dijo: «¡Ey, venid conmigo al tejado!». En lo alto del Reichstag ondearon la bandera soviética  y disparo todo un rollo entero con 36 disparos que dieron origen a una imagen para la posteridad, que apenas tardaría un día en publicarse. Pero algo de leyenda negra tiene la foto, como la del miliciano de Capa, y es que la imagen utilizada fue retocada hasta en dos ocasiones: una, para quitar uno de los dos relojes con que aparece uno de los soldados que ofrecería las sospechas de saqueo por parte del Ejército Rojo, algo que en el régimen de Stalin se penaba con la muerte; dos, se añadió humo de fondo para dotarla de mayor dramatismo y realzar la bandera.

El éxito y la alegría que le reportó esta fotografía contrastaron con los datos finales de la contienda: 20 millones de rusos muertos, entre ellos, el resto de la familia de Khaldei, que se enteró de que su padre y sus tres hermanas fueron asesinados por los nazis, después de que estos llegaran a su población y detuvieran a su familia. «Al parecer los nazis no se molestaron en gastar balas para dispararlos. Allí teníamos pozos mineros y fue donde arrojaron a 75.000 personas entre los que estaban mi padre y mis tres hermanas».

Pese a todo, esto decía en una entrevista en The New York Times: «Siempre he querido que la gente supiera lo que realmente sucedía. Debo decir que se me rompió el corazón muchas veces, pero también he sido testigo de la grandeza».

Khaldei fotografiado con la cámara que le regaló Capa junto mirando a Göring en los juicios de Nüremberg.

Su venganza: los juicios de Nüremberg.

La venganza de Khaldei no podía llegar de otra manera que no fuera a través de la fotografía. Y así es como encontramos otras de sus fotos célebres, las que disparó durante los juicios de Nüremberg, sobre todo las que retrataron a uno de los máximos responsables del holocausto: el fundador de la Gestapo, Göring. En una de ellas tuvo que soportar los insultos del nazi que le tildaba de cerdo ruso. Sin embargo, la más simbólica de estas quizás fue una que él no disparó en la que aparece mirando al carnicero que, desesperado, espera a que le lean la sentencia. También esta imagen tiene su miga, ya que como cuenta el propio Lafuente: «Estamos investigando, ya que sabemos que la cámara que sujeta Khaldei es una que le regaló el mismo Frank Capa por entonces, así que es muy probable que el que disparó la fotografía pudiera ser el mismo Capa, con el que coincidió en Nüremberg». Se trataba, por cierto, de una cámara Speed Graphic.

Tras regresar a Moscú en 1948, Stalin inició una campaña contra los “cosmopolitas desarraigados”, un eufemismo con el que puso la cruz sobre los judíos. De forma extraña pasó a un segundo plano en pequeños periódicos. Tuvo que esperar hasta 1959 para volver a trabajar en un gran medio, Pravda, donde estuvo hasta 1972, cuando se marchó al Sovetskaya Kultura, donde terminó su vida laboral.

Fuentes consultadas

Vídeo reportaje dedicado a Khaldei de la exposición El siglo soviético. Fotografía rusa del Archivo Lafuente (1917-1972)En la Sala Picasso del CBA hasta el 16 de septiembre de 2018.

Vídeo de RTVE Yevgeny Khaldei, el fotógrafo soviético de la II Guerra Mundial.

Artistic biography of Efim Khaldei (nom de plume Yevgeny Khaldei) 1917–1997. Artículo escrito por Anna, la hija de Khaldei para la web sobre el fotógrafo.

Beyond the Battle: A Soviet Portrait (Tras la batalla: un retrato soviético) de Vicki Goldberg, sobre la exposición que en 1997 dedicó el Museo Judío de NY a Khaldei bajo el título: A Witness to History: Yevgeny Khaldei, Soviet Photojournalist (Un testigo de la Historia: Yevgeny Khaldei, fotoperiodista soviético).

Tribute to Russian war photographer Yevgeny Khaldei (Tributo al fotógrafo de guerra ruso Tevgeny Khaldei), por Nick Holdsworth para su propio blog.

Yevgeny Khaldei’s Wartime Photographs (Fotografías de guerra de Yevgeny Khaldei), por Jackson Krule para The New Yorker.

Yevgeny Khaldei, 80, War Photographer, Dies (Muere Yevgeny Khaldei, 80, fotógrafo de guerra) por Douglas Martin para The New York Times. Necrológica del periódico del 9 de octubre de 1997 (dos días después de la muerte del fotógrafo).

El CBA acoge la primera muestra de Louise Dahl-Wolfe en Europa

PHotoEspaña 2016, que bajo el título Europas se desarrolla desde el 1 de junio al 28 de agosto, se presentó en el Círculo de Bellas Artes con un ambicioso festival que incluye a 330 autores en 94 exposiciones y 16 programas y actividades en 52 sedes nacionales e internacionales.

El CBA, que acoge tres exposiciones, es —un año más— una de las sedes del festival, entre las que encontramos también al Museo Nacional del Prado, el Reina Sofía, Museo ICO, Tabacalera, Museo del Romanticismo, Museo del Traje, Casa de América, Biblioteca Nacional, FNAC, etc.

Louise Dahl-Wolfe , Sin título, 1940 © Louise Dahl-Wolfe, 1989 Center for Creative Photography, Arizona Board of Regents Cortesía de Staley-Wise Gallery, New York
©Louise Dahl-Wolfe , Sin título, 1940, Cortesía de Staley-Wise Gallery, New York

Entre las interesantes exposiciones que acoge el CBA dentro de #PHE16 destacamos Con estilo propio, Louise Dahl-Wolfe (Sala Goya del 01.06 al 31.08), que ahonda en la figura de esta fotógrafa estadounidense, especialmente conocida por su trabajo en la revista Harper’s Bazaar entre 1936 y 1958. Dahl-Wolfe abrió camino en un tipo de fotografía relacionado con la moda, que se definió como “medioambiental” y que influyó directamente en el trabajo de fotógrafos como Richard Avedon. Algunos de los personajes a los que retrató son: Orson Welles, Lauren Bacall, Mae West, Joséphine Baker, Vivien Leigh, Marlene Dietrich, André Malraux… Esta exposición es especial, ya que es la primera vez que una muestra de la artista se expone fuera de los Estados Unidos.

Leer más