El edificio del CBA, una historia escrita en piedra

Imagen del diario ABC correspondiente a la inauguración del edificio del CBA en 1926.

Tras su fundación en 1880, el Círculo de Bellas Artes creció de manera exponencial y tuvo que cambiar de sede en innumerables ocasiones hasta encontrar su sitio definitivo. Esto no ocurrió hasta el lunes 8 de noviembre de 1926 a las 11:30 de la mañana con la inauguración de la sede en la esquina de Alcalá con la actual calle Marqués de Casa Riera. El rey por entonces, Alfonso XIII, acompañado por el mayordomo mayor de Palacio, el Duque de Miranda, fue recibido por la junta directiva del CBA, presidida por Juan Fernández Rodríguez, así como por el arquitecto Antonio Palacios y todos comenzaron el acto con la visita a la exposición de Ignacio Zuloaga, la primera que albergó el edificio, continuó por los distintos salones, espacios y terrazas, tuvo parada en la azotea y sus vistas a vista de pájaro sobre Madrid y, como curiosidad, acabó —cito textualmente de la página 423 de la publicación El año político de 1926— con un lunch.

Días después de la inauguración comenzaron a sucederse las actividades culturales, tales como el teatro, del que hemos encontrado este extracto de la primera función en el Teatro Fernando de Rojas.

“La Época de Madrid” del 9 de noviembre de 1926 adelantaba el primer programa teatral del nuevo edificio del CBA.

El edificio del Círculo de Bellas Artes, con más de 90 años de existencia, es quizás uno de los mejores ejemplos de arquitectura al servicio de su actividad, sin desdeñar las características ornamentales y estilísticas de la época. El proyecto de Antonio Palacios pretendía aunar la grandiosidad arquitectónica y ornamental con la función artística, cultural y —por entonces— lúdica de la institución.

La sede del CBA, que ya tenía 5.000 socios en 1927, contaba no solo con importantes espacios destinados a las artes, las exposiciones, conferencias, cine o teatro, sino que también incluía piscina, billares, barbería, salón de estudio, sala de baile para esas fiestas de largo entre las que estaba el mítico baile de máscaras, de esgrima, retransmisiones radiofónicas, fiestas, etc. Destacamos este carácter lúdico de entonces porque, por ejemplo, uno de los principales motivos que propició la construcción del inmueble fueron los beneficios reportados por el juego, algo que solo se vio interrumpido con la dictadura de Primo de Rivera desde 1923, que obligó en los años en los años 30 a pedir ayudas a los poderes públicos ante la imposibilidad de hacer frente a las deudas contraídas por los costes de construcción. Junto a estas ayudas y la posterior revitalización del juego se alivió la maltrecha economía de la institución. Y es que el juego, guste o no, siempre ha estado vinculado al CBA en sus comienzos —y por ende a la sociedad de la época— y hay muchas anécdotas relacionadas al respecto, como la que cuenta el vocal de la Junta Directiva hoy, el director de cine, José Luis Cuerda, que da fe de lo que se llegaba a apostar.

El espacio donde se asienta el CBA corresponde al antiguo jardín del Marqués de Casa Riera, adquirido el 13 de julio de 1918 por dos millones de pesetas, que contaba con 27’40 metros de lateral de la calle Alcalá y 62,70 metros al interior con 1.718 metros cuadrados. Tras diversas vicisitudes, el proyecto de Antonio Palacios es el elegido en 1920 y en octubre de 1922 se pone la primera piedra a una edificación que no se terminó hasta noviembre de 1926 y cuyo coste total se disparó a casi los 12 millones de pesetas.

«Palacios era consciente de sus dotes de ágil constructor, conocedor del oficio de los artesanos que determinaba en parte un modo de proyectar». De todos los edificios que construyó Palacios, como el del actual Instituto Cervantes, el Hospital de Maudes o el Palacio de Comunicaciones, actual Ayuntamiento de Madrid, entre otros, el Círculo de Bellas Artes es quizás el más modernista de todos sus edificios sin desdeñar el eclecticismo madrileño y su vínculo neoclasicista con ese remate con la columnata cúbica en piedra de la fachada. 1.

Sin embargo, tras ese exterior arquitectónico pétreo, depurado y sobrio en general, con esos ventanales de corte racionalista, encontramos un interior artístico con una escalera central y unos salones que constituyen un «festín barroco». Como Antonio Fernández-Alba escribía, «Palacios entendía el interior de los edificios como lugares que sus habitantes debían contemplar con una emoción espacial». Así, cobra significancia el yeso, el mármol, los espejos y los estucados de frisos, capiteles o columnas.

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Unión Europea: Seguir con vida o morir

#SeguirConVida, así se llama la campaña que promueve Médicos Sin Fronteras para acercarnos la realidad de los refugiados sirios y de Sudán del Sur, que incluye una exposición fotográfica a cargo de la fotoperiodista Anna Surinyach, y que permanecerá en la Azotea del CBA hasta el 31 de marzo. El lema escogido sin duda plantea una paradoja si lo tomamos como pregunta hacia nuestras conciencias: ¿Seguimos con vida en Europa?

Cuando parece que lo peor ha pasado, empieza una tediosa ruta por Europa: autobuses, caminatas, timos…
Cuando parece que lo peor ha pasado, empieza una tediosa ruta por Europa: autobuses, caminatas, timos… Foto: Anna Surinyach @surianna

Toc, toc, ¿hay alguien ahí? Mientras los gobiernos en la Unión Europea demuestran una inoperancia manifiesta hacia la crisis de refugiados, estos tratan de atravesar una Europa que se ha plagado de barro, bloqueos, concertinas, alambradas, bandas de timadores –que se aprovechan de la carestía en el camino–, etc., y eso que, en teoría, les ampara el derecho internacional de asilo.

«¿Dónde empieza Europa?», le preguntaba un refugiado a Anna en la frontera de Croacia, tras haber atravesado Grecia, Macedonia y Serbia. «Es muy ilustrativo de lo que pasa», comenta. Los refugiados salen de una guerra, pensando que al menos van a encontrar unas mínimas garantías en Europa, algo que no ven por ningún lado y que se aleja de la imagen que, a priori, tenían de la Vieja Europa. Y es que la UE, que tan buenas ideas traía en sus comienzos, murió hace tiempo. Si no fuera por las ong’s, esta crisis sería aún mayor.

Las decisiones de los Estados europeos sobre el cierre de sus fronteras afectan de inmediato a miles de personas.
Las decisiones de los Estados europeos sobre el cierre de sus fronteras afectan de inmediato a miles de personas. Foto: Anna Surinyach @surianna.

«Creo que es la primera vez que Médicos Sin Fronteras despliega sus recursos en Europa», puntualiza Anna. Entre otras muchas acciones, por ejemplo, financió un barco de rescate en el Mediterráneo, uno de verdad, mientras todos veíamos a Ailan ahogado en una costa griega, y seguíamos anestesiados, a lo nuestro. Con un poco de eso con lo que a algunos se les llena la boca, voluntad política, imaginamos que, si no la guerra –de la que por cierto, se habla poco o casi nada–, al menos sí podría gestionarse mejor la crisis de refugiados.

Mientras Alemania ha cerrado el grifo y cada uno hace la «guerra» por su cuenta, en España, hasta hoy, se han acogido a 18 refugiados… Deberíamos decir eso de «nada más que añadir», pero no. Y es que la vergüenza es aún mayor si además sabemos que un país como Canadá, que se encuentra al otro lado del océano, no sólo acoge refugiados sirios, sino que facilita su llegada con los medios de que dispone y encima ofrece toda la información al respecto a sus ciudadanos. En España, mientras algunas ciudades, como Madrid o Barcelona, han mostrado su compromiso por recibir refugiados, el Gobierno no se manifiesta al respecto. Más resolución demostramos a la hora de deportar. Ahí sí que somos eficientes y organizados, y se ofrecen todas las facilidades, incluyendo partidas presupuestarias. Sin contar «devoluciones en caliente» se han fletado hasta 253 vuelos en cuatro años, y se han presupuestado 12 millones de euros para deportaciones en 2015 y 2016, la mitad de lo que se presupuestó con el mismo fin en 2013 y 2014.

Cuando parece que lo peor ha pasado, empieza una tediosa ruta por Europa: autobuses, caminatas, timos… Foto de Anna Surinyach @surianna
Cuando parece que lo peor ha pasado, empieza una tediosa ruta por Europa: autobuses, caminatas, timos… Foto de Anna Surinyach @surianna

¿No estaríamos todos de acuerdo en que nuestro Gobierno abanderara una causa como han hecho los canadienses? ¿No sería algo por lo que sentirnos orgullosos, al menos casi tanto como lo estamos por nuestra selección de fútbol? ¿No llegaría lejos la «Marca España» con algo así? Anna Surinyach no lo tiene claro, pero es concluyente: «Merkel ha cambiado su gestión de la crisis por las presiones internas en Alemania. No tengo claro qué pasaría con la gente una vez que los refugiados llegaran a nuestras fronteras. Me gustaría creer que lo apoyaríamos todos, pero lo cierto es que da igual lo que pensemos: esta gente huye de una guerra, tiene derechos y nosotros la obligación de acogerlos».

En un mundo globalizado que une e interconecta mercados, economías, tecnologías, ideas, proyectos de emprendiemiento, musicales, de cine, inversiones, etc, Europa cierra fronteras a personas a las que niega unos derechos adquiridos en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, firmados en 1948 tras la Segunda Guerra Mundial. ¿Alguien se acuerda de lo que pasó entonces?

Pero la desmemoria y el estado letárgico no son sólo propiedad de los distintos gobiernos, sino también de la población. «La sociedad civil –apunta Anna– debe reaccionar y salir más a la calle. Todo el mundo conoce el problema y se indigna, pero ¿qué pasa entonces que nadie sale a la calle? Se hizo contra la guerra en Irak, igual como esto queda más cerca…».

Anna Surinyach apunta otras posibles causas a la inacción generalizada en nuestro país: «El trasfondo racista está ahí, además, son musulmanes…».

Foto de ©Ana Tomás
Foto de ©Ana Tomás

Esta muestra, que viene acompañada por otra que se expone en El Retiro y que también incluye imágenes de los refugiados de Sudán del Sur, es “una bofetada de realidad en la cara”, según su autora. “Hay gente que me dice que estamos sobresaturados de imágenes de este tipo y que no te afectan igual; yo creo que si a alguien no le afectan, es que tiene un problema serio”.

Al menos servirá para que las generaciones del futuro no vuelvan a ser igual de cafres a la hora de cargarnos la poca dignidad que nos quedaba en Europa. Sin embargo, nosotros también pudimos ver las fotos de refugiados en la Segunda Guerra Mundial o en la Guerra Civil, y seguimos en las mismas.

Quizás la muestra debió exponerse en la puerta del Congreso de los Diputados. Es difícil saber si estamos a tiempo de reconducir la situación. Desde luego, lo de pagar a Turquía para alejar el problema, es una salida de lo más vergonzosa e indignante para una (Des)Unión Europea que, en cualquier caso, parece que no quiere #SeguirConVida.